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"En Rusia es más fácil ser neonazi que homosexual"

Activistas de derechos humanos en el país denuncian la persecución que sufren las personas homosexuales, alimentada por leyes "homófobas" del Gobierno e instituciones como la Iglesia Ortodoxa

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"En Rusia es más fácil ser neonazi que ser homosexual", denuncia Inessa Sajno, abogada de la organización de derechos humanos rusa Memorial, quien no duda en afirmar que en ese país sólo se goza de verdadera libertad "si eres varón, de etnia rusa, ortodoxo y estás de acuerdo con la política" del Kremlin.

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"En Rusia no hay libertad y ser homosexual es, desde luego, muy difícil", asegura Sajno, quien participa estos días en las conferencias organizadas en Varsovia por la Oficina de la OSCE para las Instituciones Democráticas y Derechos Humanos (OIDDH). Según denuncia, en Rusia la forma de vida de los homosexuales suele exponerse como una degradación social importada desde Occidente.

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El Gobierno ruso aprobó recientemente una polémica ley, criticada por la comunidad internacional, que penaliza a quien distribuya información destinada a "persuadir" a los menores de que las relaciones "no tradicionales" son normales o atractivas, aunque la norma no define lo que se considera como información o distribución.

El Kremlin asegura que la ley pretende proteger a los menores, pero en la práctica, lamenta Sajno, es una medida homófoba que dificultará aún más la existencia de los homosexuales rusos. Es una ley que hace posible, al menos en teoría, que cualquiera que use una bandera con los colores del arco iris en la calle o escriba sobre relaciones homosexuales en redes sociales, por ejemplo, pueda ser acusado de "hacer propaganda".

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"Hay personas que han perdido su trabajo por ser homosexuales, y la presión es especialmente intensa en el sector educativo", explica esta abogada rusa. Con estas medidas, afirma Sajno, el Gobierno de Vladímir Putin "ha exaltado a la población, ha encendido a la gente y ha generado odio".

"Antes la mayoría de los ciudadanos eran indiferentes ante la homosexualidad, pero ahora homosexuales y emigrantes (especialmente del Cáucaso y de Asia Central) se han convertido en los nuevos enemigos de Rusia", señala la activista.

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La Iglesia Ortodoxa, con gran influencia en la sociedad, denuncia regularmente las orientaciones no heterosexuales, a las que abiertamente califica de perversiones o enfermedad.

Han llegado a defender públicamente a un neonazi que agredió a un homosexual, recuerda Sajno, que asegura que en su país los neonazis gozan de mayor aceptación y son mejor tratados por la policía que los homosexuales.

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Además de la iglesia Ortodoxa, "en Rusia existen tres grupos que son abiertamente antihomosexuales: algunos miembros del Ejército, los neonazis y los cosacos, que se han erigido en defensores de los considerados valores tradicionales rusos", dice.

Estos grupos, según activistas como Alexander Verjovsky, del centro SOVA, cuentan con cierta tolerancia por parte de la policía y se benefician de la falta de una verdadera legislación antidiscriminación.

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Algunos grupos neonazis, por ejemplo, suben a Internet material audiovisual con las pruebas de sus ataques, con jóvenes acosados en parques cuando acuden a las citas engañados a través de la red, para después ser golpeados y vejados, o con inmigrantes agredidos y humillados, denuncia Verjovsky.

Las organizaciones no gubernamentales que luchan por los derechos de las minorías se ven obligadas a lidiar con una legislación que hace muy difícil su trabajo.

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Las ONGs son miradas con lupa desde el Estado, que puede considerar sus actividades como políticas y, por tanto, una amenaza para la seguridad de Rusia, o bien calificarlas de agencias extranjeras si reciben financiación de organizaciones internacionales, asegura el centro SOVA.

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