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El beso, un truco evolutivo para elegir la mejor pareja

Juntar nuestras bocas aporta al cerebro información valiosa sobre el ADN que hunde sus raíces en la evolución de la especie humana. Además, la frecuencia con que besas a tu pareja sirve para predecir lo duradera que será la relación.

Una pareja dándose un beso.
Una pareja dándose un beso. PIXABAY

Te sabe bien y te gusta. Quizá, porque, sin proponértelo, el beso amoroso ha disparado en tu cerebro un potente chute de neurotransmisores: oxitocina, hormona que nos ayuda a establecer vínculos de apego; las endorfinas y la serotonina, responsables del buen humor y el sentimiento de felicidad; y la dopamina, que activa el placer y el sistema de recompensa del cerebro.

Pero es que, además, el beso es un gesto que casi te sale solo, por razones que igual no habías tenido en cuenta. "Cuando hay un contacto cara a cara, mejilla con mejilla, nuestro cerebro percibe las feromonas del otro, que están cargadas de información sobre la posible compatibilidad genética con la otra persona, salud general, fertilidad...", nos dice Jesús de la Gándara, autor de El planeta de los besos y jefe de Psiquiatría en el Hospital Universitario de Burgos. Además, el simple roce de los labios –que tienen más terminaciones nerviosas que cualquier otra parte del cuerpo, a excepción de las yemas de los dedos– puede percibir con precisión la temperatura corporal y el tono muscular. Es un proceso inconsciente, pero para las mujeres y otras hembras de los mamíferos puede ser vital a la hora de elegir la mejor pareja para la reproducción.

Un viejo test de la naturaleza

Lo confirmó un estudio pionero realizado en la Universidad de Oxford, liderado por Rafael Wlodarski y Robin Dunbar: juntar nuestras bocas nos ayuda a valorar de forma inconsciente lo compatibles que son nuestros genes y la salud general del contrario. En concreto, Sheril Kirshenbaum, investigadora de la Universidad de Texas y autora de La ciencia del beso, advierte de que las chicas heterosexuales se vuelven locas por el olor de parejas que portan un código genético distinto al suyo, un viejo truco de la naturaleza para asegurar una descendencia más sana.

Tan importante es ese primer beso que, según una encuesta realizada con estudiantes de la Universidad de Nueva York, el 66% de las mujeres y el 59% de los hombres ponen punto y final a un enamoramiento incipiente solo porque el primer beso no les gustó.

Fortalecen el sistema inmune

En la misma línea, el biólogo suizo Claus Wedekind demostró que las mujeres heterosexuales se sienten más atraídas por hombres cuyo sistema inmune porta un código genético distinto al suyo. La razón, aventuran los investigadores, podría ser simple y puramente adaptativa: si ambos tienen diferente genética para combatir patógenos y enfermedades, su hijo heredaría una sistema defensivo que aúne más capacidades y, por lo tanto, más potente. Una conclusión curiosa, sobre todo, cuando Wedekind comprobó que cuando las participantes en su experimento estaban tomando la píldora anticonceptiva, pasaba al contrario: les parecían más deseable el olor de los hombres con un sistema inmune parecido al suyo.

Quizá sea porque nada menos que ocho millones de bacterias pasan de una boca a otra con un beso de tornillo, según averiguó un estudio holandés publicado en Microbiome. Pero no hay motivo para alarmarse: esos microorganismos que compartimos son más beneficiosos que dañinos, pues contribuyen a reforzar el microbioma o conjunto de bacterias "buenas" que colaboran con nuestras defensas.

Parejas besuconas, más felices

Por otra parte, si eres de las personas que besan mucho a su pareja, estás de suerte. Tendrás muchas más probabilidades de que vuestra relación sea satisfactoria y duradera. También disfrutarás de más excitación y mejores orgasmos en los momentos de encuentro sexual. Y, por si fuera poco, mantendrás a raya tus niveles de ansiedad mejor que las personas más ariscas. Son algunas de las conclusiones de un estudio reciente realizado en la Universidad Brigham Young, que analizó la información de 1.605 participantes con parejas de al menos dos años de recorrido.

"Nuestros resultados indican que la frecuencia con la que una pareja se besa es un sólido indicador de la calidad del sexo y del grado de intimidad y complicidad global que comparten. Puede ser una variable prometedora si se usa como barómetro de la felicidad que se experimenta en una relación", apuntaban los autores del trabajo en la revista Sexual and Relationship Therapy, en 2021.

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