Este artículo se publicó hace 7 años.
Malas noticias para el GPS europeo
El fallo de varios relojes atómicos en los satélites Galileo ya en órbita puede retrasar nuevos lanzamientos mientras se averigua la causa.
Malen Ruiz de Elvira
Actualizado a
MADRID. - Una gran preocupación impera en la Agencia Espacial Europea (ESA) ante el goteo de fallos en los relojes de los satélites Galileo, la base del sistema europeo de posicionamiento GPS, todavía sin completar. Concebido como la alternativa europea a los sistemas estadounidense (el original) y ruso, Galileo lleva acumulados retrasos y sobrecostes que seguramente ahora se recrudezcan. “Si estos fallos se deben a razones sistemáticas tenemos que tener cuidado”, dijo el director de la ESA, Jan Woerner, en su tradicional aparición ante los medios de comunicación al principio de cada año.
Aunque el GPS sea ya de uso común y gratuito a través de los teléfonos móviles y los navegadores de los automóviles, muchas veces se olvida que la información procede de satélites militares estadounidenses y rusos (el sistema Glonass) que no garantizan un servicio continuo y preciso a otros países, dado que no hay contratos de por medio y que priman las necesidades militares y las relaciones políticas. Además, sin un sistema propio no es posible la precisión necesaria para aplicaciones más cruciales que las particulares, como la navegación de los aviones. Por eso la Unión Europea y la ESA lanzaron conjuntamente el programa Galileo de satélites, cuyo corazón son precisamente los relojes atómicos, anunciados como los más avanzados y precisos de la historia.
Los hechos son claros. En la actualidad hay 18 satélites Galileo en órbita, de los 32 que habrá cuando se complete el sistema. En cada satélite los relojes son redundantes, con lo cual se consigue la tolerancia a fallos y eso es lo que ha salvado hasta ahora su funcionamiento. Cada satélite lleva cuatro relojes, dos de rubidio (RAF) y dos de maser de hidrógeno (PHM), cuando basta con uno.
En los últimos meses han fallado cuatro de los 36 RAF, todos en el último modelo de satélite. En cuanto a los PMH, el patrón es el contrario. Han dejado de funcionar en los dos últimos años cinco de estos relojes en los primeros satélites que se lanzaron y solo uno en el último modelo (6 relojes de 36). En resumen, las anomalías han afectado a tres de los cuatro satélites iniciales y a dos de los 14 más modernos, pero, como subrayó Woerner, los 18 siguen funcionando.
El reconocimiento oficial del problema llega cuando se acaba de lanzar el primer paquete de servicios de GPS europeo para las empresas y Gobiernos. Los fallos son sumamente embarazosos para la industria europea, especialmente cuando se recuerda que el coste del sistema superará los 10.000 millones de euros. Los relojes, el último grito de esta tecnología, los fabrica la empresa Spectratime, del grupo francés Orolia, bajo el control de las empresas Astrium y Selex.
Trece empresas españolas o subsidiarias españolas de multinacionales están participando en el complejísimo programa Galileo, informa Actualidad Aeroespacial, aunque ninguna en la fabricación de los avanzados relojes. Por ejemplo, TRYO Aerospace (antes RYMSA y MIER) es la responsable del equipo encargado de recibir las señales de navegación y las correcciones necesarias para mantener la correcta sincronización de todos los relojes atómicos a bordo de los satélites.
Los ingenieros creen que, en el caso de los RAF, se han producido cortocircuitos, pero no conocen todavía la causa original, aunque creen que está relacionada con un método de verificación en tierra que no se ha utilizado en la mayoría de los relojes de este tipo que por ahora no se han estropeado. En cuanto a los PHM, se han encontrado dos posibles mecanismos afectados y se está estudiando cómo arreglarlos.
El dilema ante el que se encuentran, reconoció Woerner, es si lanzar los cuatro satélites previstos este año para mantener al menos la capacidad del sistema si siguen fallando relojes o esperar a conocer la causa de los fallos antes de realizar nuevos lanzamiento para evitar incurrir en un problema recurrente y no corregible desde tierra. No se puede olvidar el factor económico, pero tampoco renunciar a la tecnología propia, subrayó el director de la ESA.
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