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'Assassin's Creed III': El sicario de los dioses renace en Norteamérica

Tras varias aventuras europeas, la saga de los asesinos silenciosos se mete de lleno en plena guerra de independencia estadounidense

PABLO OLIVEIRA Y SILVA

La saga de Ezio Auditore de Florencia llegó a su fin y Ubisoft se ha dado prisa en ponerle cara a una nueva entrega de Assassin's Creed, una franquicia de videojuegos multimillonaria nacida en 2007, que ha encandilado por su calidad gráfica, su ambientación histórica y sus posibilidades de juego.

Finalmente no ha sido una joven mujer blandiendo una espada en la China de la dinastía Ming la que se ha convertido en protagonista, sino un nativo llamado Connor Ratohnhakéton Kenway, de ascendencia británica y mohawk, el que se convierte en el joven asesino de esta entrega que transporta a los jugadores a las entrañas de la guerra de independencia norteamericana.

La mezcla de acción y aventura vuelve a ser el cóctel con el que este título tiene nublados los sentidos de millones de jugadores en todas las plataformas. Pero, una vez más, la ambientación gráfica es la guinda del pastel, donde destaca la atención a los detalles para conseguir que el juego traspase el puro entretenimiento y sea también un verdadero documento de historia.

Todo el que se haya acercado a cualquiera de los títulos de la saga sabrá reconocer la figura de un hombre encapuchado colgando en el vacío, sujeto a un saliente de un edificio de arquitectura detallista. Altair, Ezio y ahora Connor continúan con esta dinámica de escalada y movimiento sigiloso, pero en este capítulo norteamericano crecen enormemente las posibilidades de juego, aproximando la franquicia a lo que ofrece la propia Ubisoft mezclando Far Cry con Prince of Persia o incluso Rockstar en sus clásicos Grand Theft Auto o Max Payne.

El juego continúa con la clásica acción 'en vertical', pero añade muchas posibilidades a lo que se puede hacer 'en horizontal'. El jugador se recrea ya mucho menos 'viendo' y mucho más 'haciendo' en este vasto mundo abierto, repleto de cosas por hacer.

Como siempre, la historia principal sitúa al jugador en el centro de algunos de los eventos más importantes de la época, pero la verdadera acción se desarrolla en los demás objetivos a alcanzar, con una enorme libertad de movimientos. Cada misión suele seguir una estructura similar, donde el jugador debe recopilar información, completar una serie de objetivos, siempre sigiloso, al acecho, y finalizar el capítulo aniquilando a un objetivo de mayor nivel. Pero más allá de esta acción, es libre de hacer casi cualquier cosa en los escenarios de la norteamérica colonial.

Durante 30 años en la vida de Connor, desde niño hasta convertirse en adulto, vemos como este nativo se alza contra la tiranía de los colonizadores, explorando al milímetro las ciudades de Boston y Nueva York y un mundo abierto repleto de frondosos bosques, montañas nevadas y caudalosos ríos. En su aventura se encontrará con aldeas de indígenas, tropas rebeldes y luchará contra el ejército británico, conociendo a personajes históricos como Washington, Franklin, Jefferson o el mismísimo rey Jorge III.

Pero quizás los mejores momentos los vivimos al borde de la frontera o navegando por la costa oriental, llevando a cabo todo tipo de actividades al aire libre al más puro estilo de Red Dead Redemption. La inteligencia artificial de los enemigos ha mejorado, al igual que las acciones que se presentan en segundo plano. Ya no es tan fácil que los personajes que hacen de 'extras' repitan una y otra vez las mismas acciones o frases.

Con enemigos en uno y otro bando, las motivaciones de Connor en su afán de venganza casi nada tienen que ver con la lucha por la independencia contra la corona británica. De hecho, muchas veces el jugador se convierte en un recadero, en un verdadero sicario, más que en un héroe que lucha por la libertad de su pueblo. A veces el guión obliga a seguir una línea muy rígida y el juego pasa por momentos de bajón en los que hay que reiterar una y otra vez algunas persecuciones, por lo que lo mejor se encuentra fuera del carril argumental.

Las fórmulas de correr y combatir o de atacar con sigilo se han perfeccionado, lo que trae nuevos combos espectaculares en los que muchos jugadores se recrearán, pese a que finalmente no se ha incluído la posibilidad de cortar cabelleras, por aquello de no potenciar los estereotipos. La variedad de armas también ha aumentado, lo que invita al jugador a meterse en líos en lugar de pretender evitarlos contínuamente.

Explorar con otros hombres las aldeas de la frontera, unirse a grupos de caza, contratar un pequeño ejército de asesinos en las ciudades y participar en combates navales en los que tendremos que dominar las naves contras la fuerza del mar... Todas estas opciones serán las que verdaderamente involucrarán a los jugadores en la historia, más allá del argumento lineal de unas pocas horas de juego.

El salto tecnológico de Assassin's Creed III convierte cualquier animación en una recreación para los ojos. Grupos de personas en movimiento, ruidosas calles, diferentes sensaciones para los cambios de clima, enormes bosques y ciudades que van creciendo con el tiempo... y nieve, mucha nieve y niebla que impide que Connor pueda desplazarse con facilidad y que nubla todos los sentidos. Obviando algún error gráfico que no se ha caído por el camino, la carga lenta de los diferentes capítulos y algunas misiones que no aportan nada al juego, con la aventura de Connor nos encontramos ante uno de los mejores Assassin's Creed de la saga. Y esta vez disponemos de un hacha tomahawk, que es una verdadera delicia.

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