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Brigitte Vasallo es de esas voces tan necesarias como incómodas dentro del feminismo. Clara, directa y crítica con un movimiento que para ella es casa, defiende la necesidad de dinamitar todo lo construido hasta ahora en materia de amor. También en lo que respecta al poliamor o la idea neoliberal que nos han vendido como la alternativa guay y progre a las relaciones monógamas.
Su nuevo libro, Pensamiento monógamo, terror poliamoroso (ed. La oveja roja), analiza este difícil entramado y pone sobre la mesa conceptos como jerarquía relacional, cadáver emocional o amor Disney.
Brigitte nos recibe una mañana lluviosa de domingo para conversar sobre un tema al que no se ha prestado atención por ser eminentemente “femenino”, pero que vertebra nuestro día a día y articula muchas de las violencias machistas que vivimos actualmente: el amor.
Una de las principales críticas que se leen en el libro es la concepción neoliberal del poliamor basada en el consumo de cuerpos y relaciones. Parece que nos la han colado.
El sistema nos la ha colado por dos lados: a través del amor romántico, identitario, cerrado, confrontacional; pero también en la manera de desmontarlo a través del poliamor porque hay una corriente que es neoliberal.
Realmente lo que ha conseguido el sistema es que las resistencias a algo que hemos detectado que es violencia sean: O quedarte en eso y disimular y hacer ver que eso no es violencia, etc. o irnos a otra cosa que es no sé si peor, pero desde luego no es mejor.
El libro no pretende ir contra las no monogamias en absoluto ni contra la monogamia. Es un libro que intenta poner sobre la mesa en qué se basa cada cosa y qué estructuras están cruzadas, de forma que cuando decidamos tener un tipo de relación u otra lo hagamos de manera consciente y sabiendo qué partes de todo esto contribuyen a la violencia.
Habla de los cadáveres emocionales que deja este consumo de relaciones y personas. Nos cuesta mucho salir de ahí, cuidarnos, escucharnos y hablar… por qué es tan difícil.
No creo que sea difícil, creo que no nos da la gana. No creo que sea difícil cuidar a tus exparejas sin que eso te lleve a extremos de aceptar violencias. Creo que hay espacios muy sencillitos de cuidados. Solamente hay que comerse un poco el ego y no dejarse llevar por dinámicas del “amor Disney” en las que todo explota.
Las experiencias que yo considero bonitas y que han sido un éxito, hayan durado lo que hayan durado, siempre han sido experiencias fáciles. Lo complicado es lo otro, cuando te metes en la confrontación, te pones a hacer triquiñuelas extrañas para ver cómo ganas terreno a la otra. Todo eso es complicado. Cuando las rupturas se han dado bien hay una sensación de que realmente es muy sencillo hacerlo lo más fácil posible. Una ruptura siempre es dolorosa, pero se puede no añadir sufrimiento.
Sin embargo, en las formas de amor que tenemos actualmente, donde en nuestras vidas emocionales hay muchas parejas, la solución es cargarte tus relaciones anteriores, hacer un campo de minas y un destrozo emocional muy bestia. Es lo que pasa fuera de los ambientes feministas y que lleva en muchos casos a los feminicidios; y con esta idea neoliberal del poliamor estamos en la misma dinámica, lo que pasa es que un poco más disimuladita.
Cuenta que estas críticas al poliamor le han costado ataques y vetos en determinados círculos. ¿No estamos preparadas para la autocrítica?
La autocrítica está mal llevada siempre. Es muy fácil cuando te critican desde fuera porque entonces es el enemigo externo y lo tienes identificado como tal. Esto forma parte del pensamiento monógamo: los otros te critican, pero para eso son los otros.
Pero cuando desde dentro se intenta hacer una autocrítica siempre es muy mal recibida. Para mí esta crítica es una forma de cuidados. Cuando yo miro con lupa dinámicas feministas es porque para mí el feminismo es casa. A mí no me interesa criticar a los otros. A mí lo que me interesa es que para cuidar los espacios que entendemos como casa hay que poner una mirada crítica, radical, política dentro de ese movimiento.
En el libro mantiene que la jerarquía relacional es el eje principal de la monogamia, no la exclusividad. ¿A qué se refiere con esta nueva definición?
La monogamia ha estado mal definida. Para mí es un sistema organizador de nuestros afectos y vínculos sociales que sitúa en la cumbre al núcleo reproductor de manera identitaria. Ese núcleo es el más importante a nivel afectivo. Esto es peligroso porque es un núcleo que nos aísla, y cuando se dan violencias (y es fácil que se den por la propia dinámica de construcción de ese núcleo) te has quedado con pocos recursos en el entorno por esa dinámica de aislar, de jerarquizar, de priorizar, etc. Ese núcleo lo que hace es que las amistades, el vecinaje, etc. no se tenga en cuenta en tanto que relaciones.
Cuando queremos romper la monogamia pensamos que es suficiente con tener dos relaciones paralelas, que a menudo son dos relaciones casi monógamas en paralelo. A mí me parece más radical estar pendiente de si tu vecina, que hace varios días que no la ves, está bien, si se ha caído, si está atendida. Eso me parece romper la monogamia, porque de repente quiebras esa jerarquía y la idea de que tu pareja es lo más importante, luego vienen las amigas y la vecina ni siquiera forma parte de tu red cuando necesariamente forma parte de ella, pero no lo queremos ver.
¿Esta jerarquía es la que nos hace competir, la que determina nuestra valía en función de las parejas que tengamos?
El coche que tienes define un poco qué lugar social ocupas. Esto, que es algo súper patriarcal, se nos ha colado también en los amores. En función de la pareja que tienes vales más o menos en el mercado y dependiendo de cuántas parejas tienes vales más o menos en el mercado. Al final estamos construyendo un hipermercado de los afectos y, desde luego, este no es el camino si creemos que esto tiene un potencial revolucionario.
Habla de esa amiga que viene a recogerte cuando estás mal y la que se queda contigo en casa llorando. ¿Es la amistad un ejemplo de cómo podríamos hacer las cosas mejor en las relaciones sexo afectivas?
Sí, pero tenemos el sistema tan sumamente metido que a veces ni siquiera vemos nuestra red. A veces nos sentimos solas porque no hay una pareja o porque hay un proyecto de pareja que se ha roto y, en realidad, es el momento en el que estás más acompañada porque está todo tu entorno pendiente de ti, están preocupados y te están haciendo un acompañamiento muy bonito. Es un núcleo que está ahí a las duras y a las maduras sin hacer esos cálculos tan extraños que el pensamiento monógamo nos ha metido: cuánto tiempo vamos a estar juntos, cuánto cuidado vas a invertir ahí… Cosas que tienen que ver más con el lenguaje bancario que con nuestras vidas.
Dice que no pretende buscar atajos ni dar soluciones, pero siempre nos queda esa pregunta de qué podemos hacer, cómo cambiamos nuestra forma de desear y relacionarnos.
Igual que no se nos ocurre acabar con el capitalismo de un día para otro porque sabemos que eso no va a pasar y porque los atajos no sirven, con los amores pasa lo mismo. No vamos a encontrar soluciones de un día para otro ni vamos a tomar decisiones personales e individuales que acaben con el sistema, pero sí creo que hay muchas cosas que se pueden hacer en nuestras vidas desde la cotidianeidad.
La pareja es un refugio porque vivimos en un mundo en el que si te pasa algo y te quedas en casa nadie se va a acordar de ti, quien se acuerda de ti es tu familia sanguínea o tu pareja. Tenemos que desmontar eso, pero tenemos que ir creando las condiciones sociales para que eso se pueda ir desmontando. Lo que están consiguiendo estos movimientos neoliberales es romper las comunidades ya de por sí hiperreducidas. Somos individuos que vamos a nuestra bola y ese es el triunfo último del neoliberalismo. Hay que revertir esas dinámicas desde los gestos pequeños y desde los gestos comunitarios. Hay que construir todas esas redes para poder desmontar todo esto.
A las mujeres nos va la vida en ello, además…
Literalmente. Uno de los problemas de todo este sistema y de los amores Disney es cuando llega la violencia. El enganche emocional y tóxico es tan rápido que cuando llega la violencia ya no nos podemos ir. Y nos quedamos todas, yo también me quedo atrapada. Seguimos creyendo que a través de los cuidados, del amor, todo se puede y todo se resolverá. Colectivamente tenemos que ponernos las pilas mucho con esto, no solamente educando en temas de maltrato, tenemos que montar una autodefensa feminista que consiste en ver cómo hacemos realmente para poder huir, cuáles son los mecanismos para tener la capacidad emocional para apartarnos cuando llega el momento y para pedir ayuda y dejarnos ayudar, acompañar y proteger por la red afectiva.
Hay en el libro un paralelismo entre el concepto de monogamia y el de patria y pone el ejemplo del conflicto catalán.
El pensamiento monógamo lo intento sacar de las relaciones sexo afectivas para ver de qué manera condiciona la manera de construir cualquier identidad. La idea de estado – nación está construida bajo este concepto. Son identidades confrontacionales, excluyentes y jerárquicas. Mi bandera es mejor por x motivos.
Lo que ha pasado entre España y Catalunya es la construcción de dos identidades bajo una bandera, como si fueran una pareja: con identidades monolíticas cerradas donde unos son una cosa y los otros la opuesta, directamente confrontados.Pues nosotros construimos la pareja de la misma forma: para llegar a ese núcleo superior, el resto de gente son enemigos o amores desechables y nuestra relación hay que protegerla de una manera identitaria y guerrera.
La suerte, y la desgracia, de ser charnega como yo es que en realidad no tienes lugar. Recibimos charnegofobia en Catalunya y catalanofobia en España, por lo que te das cuenta de cómo va cambiando la identidad que te atribuyen según te vayas moviendo unos kilómetros.
Termina el libro con lo que podría considerarse un manifiesto sobre el terror poliamoroso. ¿Qué es exactamente?
Va en varias direcciones: una es el terror que tenemos a hablar de esto, el terror que se genera cuando pones la palabra no monogamia o poliamor sobre la mesa. Y es un terror que yo entiendo, sobre todo en el mundo heterosexual donde los hombres están educados en dos líneas contradictorias: por un lado, tienen que ser fieles porque las relaciones exclusivas así nos lo piden, pero por otro tienen que ganar los chupipuntos de ser conquistadores. No sé cómo combinan eso, pero mi visión no va por ahí.
Yo propongo que esto sea un movimiento terrorista, no en el sentido patriarcal de poner bombas por ningún sitio, eso no soluciona nada. Sino que sea un movimiento o una forma de vivir que ponga en riesgo el sistema. Cuando ves que en cualquier periódico de derechas o programa inofensivo pueden hablar de poliamor te das cuenta de que esto no pone en riesgo a nadie. Es una broma casi del sistema. Hay que llevar esto a la raíz: cómo construimos relaciones, cómo hacemos la exclusión, cómo hacemos la confrontación entre mujeres… Esto sí es problemático para el sistema. Las experiencias que van a la raíz son las que no vamos a leer porque ahí sí se pone en riesgo la mirada capitalista, patriarcal, racista, colonial, etc de construir el mundo.
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