Este artículo se publicó hace 2 años.
El Casino somos todas
Una asociación de la localidad coruñesa de Carballo lleva cuatro años luchando para salvar de la especulación urbanística el proyecto sociocultural que desarrolla en torno al antiguo y clasista club del pueblo.
A Coruña--Actualizado a
Los cerca trescientos socios y socias del Casino 1889 de Carballo, en A Coruña. llevan cuatro años luchando para evitar que la especulación inmobiliaria acabe con uno de los últimos edificios históricos del pueblo. Y, lo que es peor, con el proyecto sociocultural que han puesto en marcha y que constituye prácticamente la única oferta del municipio al margen de la del Ayuntamiento.
Los casinos -la palabra viene del italiano y quiere decir "casa en el campo"- se popularizaron a finales del siglo XIX en Galicia como lugares de ocio y reunión de la aristocracia y las clases dominantes. Siempre estuvieron vinculados a los caciques locales, que, especialmente en las zonas rurales, siguieron frecuentándolos durante el franquismo e identificándolos con el poder autoritario y con un concepto de señorío mal entendido. Con la democracia quedó al desnudo ese carácter rancio y clasista, símbolo de pijerío trasnochado y decadente.
El Casino de Carballo -30.000 habitantes en la Costa da Morte, al sur de A Coruña a media hora por autopista-, tenía ese mismo olor a viejuno, y de hecho estaba en un estado lamentable. Hasta que en el año 2018 una nueva directiva decidió convertirlo en todo lo contrario a lo que había representado. Lo rehabilitaron por completo, abrieron sus puertas a todo el pueblo -ser socio cuesta seis euros al mes, pero cualquiera que no lo sea puede usarlo como si lo fuera- e iniciaron una variada programación cultural y social para todas las edades que lo ha transformado en un punto de encuentro intergeneracional.
"Desde conciertos y obras de teatro a cursos y talleres, presentaciones de libros, charlas, celebraciones, fesivales de cine y documentales, mercadillos solidarios... Cualquiera puede venir y usar las instalaciones", cuentan Xesús Serrano, Sonia Varela y Marina Gómez, miembros de la junta directiva. "Incluso si alguien quiere venir a estudiar, o a trabajar, aquí tenemos wifi abierta", añaden.
Al principio, no todos los socios estaban contentos con el cambio. "Algunos pensaban que éramos cuatro hippies perroflautos que íbamos a montar una comuna, pero en cuanto vieron que nos poníamos a trabajar con nuestras propias manos para rehabilitarlo y que estábamos recuperando un emblema de la historia del pueblo que estaba en ruinas, todo el mundo nos apoyó", comentan.
Sucede que todo eso puede venirse ahora abajo porque algunos de quienes heredaron aquellas formas que durante décadas simbolizó el antiguo Casino han empezado a maniobrar para acabar con el proyecto y cubrirlo de cemento.
A los pocos meses de que la nueva directiva empezara a desarrollarlo, la sociedad propietaria del inmueble, una constructora e inmobiliaria local, les advirtió de que el edificio era suyo y les envió un extraño burofax con las escrituras que así lo demostraban. Lo habían adquirido en 2003 por 70.000 euros a los dueños originales, con quien la sociedad gestora del Casino había suscrito un contrato de alquiler en 1956.
Extrañados con el contenido del fax, acudieron a un abogado. "Nos dijo que al enviarnos las escrituras nos estaban comunicando que como inquilinos teníamos por ley un mes de plazo para ejercer el derecho de retracto sobre aquella compra". Es decir, pa4a poder hacerse con la propiedad pagando la misma cantidad que había abonado el comprador. El fax llegó el 2 de agosto, un mes inhábil a efectos judiciales, con muchos socios de vacaciones, el Ayuntamiento a medio gas y la mayoría de las puertas a las que llamar, cerradas. "Si no reuníamos 70.000 euros en ese plazo, nos echaban", cuenta Marina.
La directiva convocó a los socios, les explicó la situación e inició una campaña de comunicación para poner al pueblo al tanto del peligro de que su Casino, ahora recuperado y renovada su utilidad social abierta e integradora, se convirtiera en un bloque de apartamentos. Y no es que el inmueble tenga un valor arquitectónico especial, que no lo tiene, pero es uno de los pocos edificios históricos que quedan en pie en una villa en la que el bum inmobiliario arrasó como un tsunami con la arquitectura tradicional.
Además, está en el mismo centro de la localidad y cuenta con una gran parcela aledaña de aparcamiento sobre la que también se podría construir. Una golosina con la que soñaría cualquier especulador dispuesto a enriquecerse a base de cacicadas.
Bien, pues aunque parezca increíble, consiguieron reunir los 70.000 euros en pocas semanas. A través de microcréditos y de donaciones, de socias y de no socias, de gente del pueblo e incluso de fuera de él. "Hubo quien puso 50 euros y quien puso 3.000, quien hizo un préstamo pequeños porque por su situación económica necesita que le devolvamos el dinero, y quien dijo que si faltaba algo, que lo ponía de su bolsillo. Fue una pasada, no conozco muchos más casos en Galicia en los que un pueblo se haya unido tanto", dice Xesús.
La directiva depositó el dinero en el juzgado casi al límite del plazo. Parecía hecho que los socios iban a hacerse con la propiedad del edificio. Pero no. La constructora adujo entonces que se había equivocado en la cifra en la que escrituró la compra. No eran 70.000 eros, sino 360.000. Por tanto, esa era la cantidad sobre la que ejercer el derecho de retracto. ¿Es creíble semejante equivocación en las escrituras depositadas en el Registro? No se rían: la inmobiliaria alega que, como el euro acababa de entrar en vigor -en realidad lo hizo en el año 2000-, confundieron 70 millones de pesetas -360.000 euros- con 70.000 euros.
Escriturar una compra por debajo del valor real de venta es una práctica ilegal que permite a comprador y vendedor ahorrase una buena cantidad de impuestos directos, y también indirectos si parte del pago se hace en dinero negro. No hay prueba alguna de que la operación se hiciera de esa forma ni nadie acusa de eso a las partes, porque además, si hubiera sido así, el asunto habría prescrito. Pero llama la atención que la inmobiliaria alegue que no firmó contrato alguno con los vendedores, y que diga que tampoco dispone de recibo de las cantidades que supuestamente les pagó.
El juicio se celebró el mes pasado. "Estamos tranquilos porque creemos que tenemos la razón y confiamos en la justicia. Pero también somos conscientes de lo duro que podría ser que el Casino desaparezca", arguye Marina.
En los últimos meses, la cifra de socios y socias se ha multiplicado. Por las calles de Carballo hay gente que pasea con chapas y pins en la solapa con el lema "O casino es ti" -"El casino eres tú"-, que también luce en los escaparates de muchos comercios y negocios. Llevan toda la razón. El casino, los casinos, somos todas.
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