Gemma Blasco revela en 'La furia' la rabia y la ira milenarias heredadas por todas las mujeres del mundo
La ópera prima, que se estrenó en el Festival South by Southwest (SXSW) de Texas ha conquistado tres premios en Málaga. Protagonizada por Ángela Cervantes y Àlex Monner y es el relato de la oscuridad y el dolor que vive una mujer que ha sufrido una violación.

Madrid-
"Yo cargo con toda la culpa de este mundo", dice Medea en la tragedia que escribió Eurípides. Como ella, Alex, la protagonista de La furia, ópera prima de Gemma Blasco, lleva a su espalda también la culpa, la vergüenza, el asco y todo el dolor y la ira de una mujer violada. Retrato de esa zona oscura, de tinieblas, que surge del trauma de una agresión, la película es un ejercicio valiente que mira desde un rincón poco habitado antes en el cine.
Estrenada en el Festival South by Southwest (SXSW) de Texas antes de participar en Málaga, donde se alzó con los premios a la mejor actriz, actor secundario y montaje, La furia, está protagonizada por Ángela Cervantes y Àlex Monner, y en ella se cuenta la historia de una mujer, actriz, que sufre una violación en una fiesta. El teatro la ayuda a canalizar el tsunami de emociones que la asaltan, mientras que su hermano no sabe encontrar un camino racional ni desistir en su camino de venganza.

Con un trabajo de sonido cuidadísimo y clave en el desarrollo del relato, la película es una estupenda ópera prima, una película que nació como idea hace muchos años, tras una agresión que sufrió la propia directora. Ahora, desde el cine, Gemma Blasco expresa la furia milenaria heredada por todas las mujeres del mundo: "La agresión que sufrí yo es parte del proceso de la película, pero no la he hecho a modo de terapia. Sin embargo, hacerla me ha valido para mostrar emociones oscuras que no había visto en el cine, aunque de eso me di cuenta después de la agresión, y quería contarlo".
Esta película es la furia y la ira del personaje, pero también es todo lo que ocurre alrededor de esta mujer, la reacción de su hermano, por ejemplo…
Sí, va desde ahí también. Yo creo que la película habla de distintas maneras de canalizar procesos traumáticos. Ella encuentra un camino un poco más racional que es canalizar a través del teatro, de una expresión artística, que es también lo que hago yo con la película. Y él va por un camino menos racional, que se corresponde con los mandatos de género. Él no encuentra un cambio tan lógico para volcar todo ese dolor y lo convierte en venganza.
Esta no es una historia de superación, parece más bien que quiere mostrar lo más negro y doloroso del proceso que vive una mujer violada ¿es así?
Sí, totalmente. La película para mí no es una historia de superación, es una historia que desgrana una parte del proceso traumático y revela la oscuridad, concretamente el tiempo en el que se despierta toda la oscuridad, provocada por cómo responde el entorno, que es determinante en el proceso traumático de la víctima. Y eso sí que me parecía importante, aunque no llegáramos a la superación ni a la reparación. Es importante que se ponga sobre la mesa cómo actúa el contexto, las dificultades de una víctima para hablar… Porque ella solo se lo cuentan al hermano.
¿El título de la película podría referirse también a la furia milenaria que hemos heredado todas las mujeres?
Sí y me parece muy interesante. Las mujeres estamos muy enfadadas, y hemos heredado eso de generación en generación, es algo que llevamos por dentro y a lo que nadie nos ha enseñado a enfrentarnos. Esta película se centra en el momento traumático más furioso. Las Furias también son las divinidades infernales, las que abanderan o personifican el concepto de venganza.
Hace un juego con Medea, Antígona… los personajes femeninos de las tragedias griegas.
Hay algo en la tragedia en sí, como concepto dramatúrgico, que conectaba con la película, que tenía que ser una tragedia, porque de lo que estoy hablando es algo muy trágico. Aquí, ella es actriz y usa el teatro para canalizar el dolor. Me funcionaba mucho que hiciera una tragedia griega y, en concreto, Medea, que es la primera tragedia que habla del sexo sin ser comedia. Medea tiene algo de acercarse al pecado muy fuerte y de acercarse a la venganza desde el lugar más terrible. Me interesaba la idea de hacer desde la ficción un símbolo con ello.
Abre otro camino metafórico con las escenas de caza, con animales…
Surgió de forma muy natural, en mi pueblo he visto desde pequeña cómo destripan a los cerdos, por ejemplo. Tres meses después de sufrir la agresión empecé a estudiar cine y comencé a analizar cosas de la vida de otra forma, a valorar las imágenes desde un lugar metafórico conceptual... reinterpreté cosas que me iban pasando y una de ella eran los animales destripados, que se correspondían mucho con lo que yo estaba sintiendo. Era también un lugar desde lo artístico de acercarme a lo que le sucede, acercándome primero desde un lugar más tímido, hasta entrar dentro del animal, literalmente sacándole las tripas. La caza me permitía todo este juego de quién caza y quién es cazador o cazadora.
La apuesta es no mostrar la violación, pero permitir que se escuche, ¿por qué?
Esta secuencia desde guion estaba así, no se iba a ver, pero había que encontrar una manera de que la secuencia existiera para mostrar la magnitud del impacto. Y tenía que hacerlo desde el respeto con las víctimas que pudieran ver la película. Además, nos encajaba en el relato, porque ella no reconoce al violador. Me gusta mucho la idea de que tú no lo ves, pero a ella la crees cien por cien, no la pones en duda, me encanta que tengamos esto muy claro, porque es un mensaje muy importante también. Cada vez me doy cuenta más de que yo escribo ya poniendo muchas cosas de sonido en el guion.
Aparte de la experiencia propia, ¿ha hablado con mujeres que han sido violadas?
Sí, hemos hablado con mujeres agredidas y lo más fuerte es que no hemos tenido que ir muy lejos, han sido mujeres de nuestro entorno. Luego hemos investigado un poco más con asesores y leyendo sobre los procesos psicológicos… Cada víctima y cada agresión es un mundo.
No ha suavizado absolutamente nada, ¿esa intención de contagiar con la suciedad que es una agresión sexual ha hecho más difícil encontrar financiación para la película?
Ha sido un camino muy curioso. Yo empecé a escribir la película cuando todavía no había estallado el #MeToo y los primeros comentarios de productoras y de gente de la industria fueron "uff, las televisiones no van a querer entrar en un proyecto así…". Es mi primera película, es pequeña y ha sido un camino de muchos años en el que ha cambiado el proyecto. Entonces, de repente pasó lo contrario, hubo un boom de proyectos aprovechando un poco el movimiento social, usando de excusa este asunto para luego hacer un producto mainstream. Y mi proyecto perdió la dificultad que llevaba añadida. Tuve incluso la sensación de que llegábamos tarde, pero ahora no tengo esa sensación porque creo que todavía hay mucho debate por abrir y muchos caminos narrativos de los que hablar.
Ángela Cervantes y Àlex Monner son los protagonistas, ¿están desde el comienzo del proyecto?
Ángela y yo somos amigas desde el Instituto. Ella me acompañó en el proceso después de la agresión. Un día le dije que en algún momento querría hacer esta peli y querría hacerla con ella. Durante el proceso de escritura estuvo presente. Y, Àlex Monner apareció por casting. Le hicimos unas pruebas que fueron muy exhaustivas y yo me enamoré de él y de verle junto a Ángela.
¿Qué reacciones espera de la película?
Creo que la película intenta mostrar una mirada nueva o al menos un poco diferente de la violencia sexual y que lo hace desde un lugar que no es panfletario ni está romantizado. No se desvía por lo más vulnerable, sino que tiene esa oscuridad y esa garra de la realidad. Hemos intentado remarcar el cómo se cuenta ese relato, que sea una experiencia audiovisual de imágenes y sonidos en relación a la historia que estamos contando y me gustaría mucho que el espectador también sintiera la película así y que se sintiera removido por ella.
¿En lo personaje le ha ayudado hacer la película?
Sí, aunque me lo he tomado con mucha distancia. Como la historia es bastante diferente y hace tantos años de aquello, he podido volcarme mucho en la parte más artística y cinematográfica del proceso. Pero sí me ha ayudado a algunas cosas, a entender mejor algunos detalles del proceso propio o de mi entorno. No ha sido doloroso, ha sido una oportunidad para explicar cosas que me apetecía contar. Ha sido catártico poder hacerlo con mi amiga y poder hacerlo cinematográficamente.
Hay una escena en que ella pregunta a su madre por qué no está cabreada con su padre…
¿Qué es lo que las mujeres llevamos haciendo mucho tiempo? Pues, tirar para adelante, y esa escena es un pequeño guiño a ellos. Tengo la sensación de que hoy hay muchas mujeres que están muy enfadadas con los hombres y creo que eso merece una reflexión colectiva.
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