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Ricos, guapos y ambiciosos: los Menéndez, ¿una familia feliz?
Al filo de la medianoche del domingo 20 de agosto de 1989, la policía de Beverly Hills recibe una llamada: "¡Alguien ha matado a mis padres!".
En una mansión de la exclusiva y lujosa ciudad del condado de Los Ángeles, residencia de actores y famosos, yacen los cuerpos de José y Kitty Menéndez.
Sus hijos Lyle y Erik acaban de llegar a su casa después de ir al cine. Tienen 21 y 18 años. En realidad, lo tienen todo. El hermano pequeño levanta el teléfono y marca el 911.
Los agentes observan una escena dantesca: la sangre y el cerebro del marido han salpicado el techo; los escopetazos también han destrozado la cara de la mujer.
A él le han pegado seis tiros y a ella, nueve. Dos han perforado sus rodillas, una práctica habitual de la mafia. Sin embargo, no hay rastro alguno de cartuchos.
A los policías no se les pasa por la cabeza registrar todos los coches que hay en la casa ni comprobar si las manos de los chicos tienen restos de pólvora.
José y Kitty Menéndez
Cuando Fidel Castro derrocó a Fulgencio Batista en 1959, José Menéndez dejó atrás Cuba siendo todavía un adolescente, se instaló en la casa de unos parientes en Pensilvania y le concedieron una beca de natación que le permitió matricularse en la Southern Illinois University, donde conoció Mary Louise Andersen, Kitty, estudiante de Comunicación.
Tras casarse, se fueron a vivir a Nueva York, donde José trabajaba de friegaplatos a la vez que estudiaba contabilidad en el Queens College. Aquel joven ambicioso que perseguía el sueño americano fue contratado como ejecutivo de Hertz, la empresa de alquiler de coches propietaria de la discográfica RCA, donde terminaría trabajando.
Fue él quien contrató a Eurythmics o Duran Duran, aunque en la cronología del caso pesa más una boy band puertorriqueña en la que militó Ricky Martin: Menudo. Décadas después, como se explica más abajo, el grupo sería determinante en el futuro de la familia.
De la costa este a la oeste
Kitty se había convertido en una abnegada madre tras renunciar a su deseo de ser actriz por imperativo de su marido. Sus hijos, Lyle y Erik, disfrutan de una educación en Princeton (Nueva Jersey) de la que había carecido su padre. Su perfeccionismo y severidad hacen mella en los chavales, quienes buscan su cariño en un ambiente opresivo.
Sin embargo, ante la imposibilidad de seguir medrando en RCA, José decide trasladarse con su familia a Los Ángeles, donde empieza a trabajar en la compañía audiovisual Live Entertainment. Su mujer echa en falta la costa este y, deprimida, sufre las infidelidades de su marido.
Después de una temporada en Calabasas, compran un casoplón en el 722 de North Drive Elm, en pleno Beverly Hills, que antes habían alquilado Prince o Elton John. Erik estudia en la escuela local y Lyle, lejos de la familia, en la Universidad de Princeton.
Lyle y Erik
Los niños de papá no tardaron en causar problemas. Primero, cometieron dos robos en sendas casas de Hidden Hills y Calabasas, que motivaron la mudanza a Beverly Hills. Su padre tuvo que mediar para tapar el hurto, cuyo botín ascendió a 100.000 dólares, además de varias joyas.
Como era menor, Erik asumió la culpa para que su hermano pudiese seguir estudiando en la Universidad de Princeton, pero terminó siendo expulsado por copiar en un examen. El juez, además, dictó que el benjamín tenía que acudir a terapia mientras estuviese en libertad condicional, por lo que su madre le buscó un psicólogo, Jerome Oziel, quien sería determinante en la evolución de la historia.
Los chicos ricos, guapos y deportistas eran, a ojos de José, unos fracasados. Lyle intentó enderezar el rumbo en la empresa de su padre, aunque su actitud distó mucho de las exigencias del cabeza de familia. Al primogénito solo le interesaban el tenis y las mujeres, que tampoco contaban con la aprobación de su progenitor, quien se planteó cortarles el grifo a sus hijos y modificar su testamento. La relación se había enturbiado.
La noche del 20 de agosto de 1989 van al cine a ver Licencia para matar, pero hay tanta cola que optan por Batman. Al regresar a casa, se encuentran con los cadáveres de sus padres acribillados en el salón, donde estaban viendo la tele cuando los cosieron a balazos y desfiguraron sus rostros. Los policías describen una escena inédita.
Derroche de dinero
Tras el asesinato de sus padres, no solo sorprende la tranquilidad de los hermanos, sino también sus despilfarros.
Erik adquiere un Jeep Wrangler y, con la intención de convertirse en un jugador profesional, contrata a un entrenador de tenis por 50.000 dólares al año. Lyle compra un Porsche 911 Carrera, un Rolex y ropa por valor de 40.000 dólares de la época, al tiempo que paga 550.000 dólares por un restaurante en Princeton.
Parecían más interesados en disfrutar la vida que en encontrar a los asesinos de sus padres, aunque sostienen que ha sido obra de la mafia. De hecho, viven de hotel en hotel para escabullirse, según ellos, del crimen organizado.
En sus cálculos, no contaban con un revés que alteraría sus planes. José había suscrito un seguro de vida que garantizaba cinco millones de dólares a los herederos. Sin embargo, no tenía validez porque su padre no se había sometido a unas pruebas físicas necesarias para que entrase en vigor.
Live Entertainment, en cambio, sí que cobró quince millones de dólares por un segundo seguro de vida de su ejecutivo.
Mientras alquilan lujosos áticos, Lyle y Erik deben hacer frente a la hipoteca y a los gastos de la mansión de Beverly Hills, que no consiguen vender.
La herencia asciende a unos catorce millones de dólares.
El psicólogo y su amante
Cuando tuvo noticia del asesinato, el doctor Jerome Oziel recupera la relación con Erik. Había sido su psicólogo durante la libertad condicional del joven y se sentía atraído por el caso.
Después de varios contactos previos, Erik lo llamó para decirle que tenía que confesarle algo. El terapeuta lo citó en su consulta y, como medida de seguridad, le pidió a su amante, Judalon Rose Smyth, que se hiciese pasar por una paciente para escuchar la conversación desde la sala de espera y, en caso de peligro, para que llamase a la policía.
Cuando Erik confesó el crimen, el psicólogo le exigió que se lo contase a su hermano, quien se presentó de inmediato en la consulta y amenazó con matarlo.
Tras buscar refugio para él y para su familia, chantajeó a los hermanos: según él, lo había grabado todo, aunque les prometió que nunca haría públicas las cintas mientras no pusieran en riesgo su vida.
Sin embargo, el terapeuta mantenía una relación turbulenta con su amante, quien lo acusó de manipulación y maltrato, pues había aprovechado su condición de paciente sin medios económicos para pagar la terapia. Harta del doctor Oziel, acudió a la policía y denunció a los hermanos Menéndez.
Su relato incluía algunos detalles jugosos. Por ejemplo, que un día antes del crimen Erik había comprado en una tienda de San Diego dos escopetas Mossberg calibre 12, mostrando un carné de conducir robado.
El 8 de marzo de 1990, se produjo la espectacular detención de Lyle en Elm Drive. En ese momento, Erik se encontraba en Israel jugando un torneo de tenis, pero regresó a Estados Unidos y se entregó a las autoridades.
Un juicio mediático
Cuando los hermanos Menéndez se sentaron ante el juez James Albracht, se desató una gran expectación mediática. Allí estaban, apoyándolos, su abuela María y Noelle y Jamie, las novias de Erik y Lyle, asistidos por las abogadas Leslie Abramson y Jill Lansing.
Para la acusación, el móvil era claro: heredar una fortuna de catorce millones de dólares. La defensa alegó que el patriarca había abusado sexualmente de sus hijos cuando eran pequeños y que estos temían por su vida, lo que podría suponer su puesta en libertad a los pocos años al tratarse de un homicidio voluntario.
Como los jurados, uno para cada acusado, no se pusieron de acuerdo en el tipo de delito cometido, hubo que repetir el juicio, esta vez sin cámaras, con un solo jurado, con menos testigos y sin el atenuante de los presuntos abusos.
Fueron condenados a cadena perpetua por asesinato sin posibilidad de libertad condicional.
La serie y el documental de Netflix
La serie Monstruos: La historia de Lyle y Erik Menéndez ha arrasado en Netflix y devuelto a la actualidad el crimen. Cooper Koch y Nicholas Chavez encarnan a Erik y Lyle, mientras que Javier Bardem y Chloë Sevigny se meten en la piel de sus padres, José y Kitty, asesinados hace 35 años. Creada por Ryan Murphy, la producción toma el testigo de Monstruo: La historia de Jeffrey Dahmer, sobre el asesino de Milwaukee.
Un mes después de su estreno, en octubre se estrenaba también en Netflix el documental Los hermanos Menéndez, dirigido por Alejandro Hartmann, que sigue la estela de la miniserie, aunque en esta ocasión se trata de una cinta convencional de 118 minutos de duración.
Algunos de los datos aportados difieren de los publicados en la prensa, como los reportajes del periodista Dominick Dunne, quien cubrió el juicio para la revista Vanity Fair.
Giro de guion
En 2023 se estrenó el documental Menendez + Menudo: Boys Betrayed, dirigido por Esther Reyes, donde Roy Roselló, uno de los integrantes de la banda en la que también figuraba un jovencísimo Ricky Martin, asegura que José Menéndez abusó de él cuando tenía catorce años.
La defensa de Kyle y Erik pretende que se revise la sentencia para modificar la pena y esta acusación podría ser aceptada como prueba, a las que se sumarían dos cartas escritas por los hermanos. Una, enviada a un primo meses antes del asesinato en la que relatan los abusos sexuales cometido por su padre. Otra, sobre el mismo asunto, remitida por el primogénito al benjamín cuando ya estaban en prisión.
Su futuro no se conocerá hasta enero y depende del juez, aunque el fiscal ve con buenos ojos la revisión del fallo, que podría suponer la libertad condicional para los hermanos Menéndez, ya que en el momento del crimen eran menores de 26 años y a día de hoy ya han cumplido tres décadas en prisión.
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