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'La hija eterna', una historia gótica de fantasmas para contar el vínculo madre-hija

La cineasta británica Joanna Hogg y la actriz Tilda Swinton, amigas de la infancia, meditan sobre las relaciones madre-hija, el sentimiento de culpa y el miedo a la pérdida encerradas en un caserón encantado de principios del siglo XVIII.

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Tilda Swinton interpreta los dos papeles principales. — Elástica Films

MADRID,

Rudyard Kipling, poco después de la muerte de su pequeña hija Josephine, escribió Ellos, un cuento de fantasmas que contiene un profundo horror instalado en el dolor de la pérdida. Ese mismo desconsuelo, en algunos momentos angustioso, es ahora el verdadero terror que emana de la nueva película de la cineasta británica Joanna Hogg, La hija eterna. Una reflexión sobre la mortalidad y la vulnerabilidad de los padres, protagonizada por Tilda Swinton en los dos papeles principales y narrada desde las convenciones del terror victoriano.

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Inspirada en el relato de Kipling, en los cuentos de terror de Henry James y en las historias cortas de fantasmas de Edith Wharton, e iluminada por las atmósferas de las películas de Jacques Tourneur, sobre todo en Una cita con el diablo, y en ¡Suspense! de Jack Clayton, Joanna Hogg se lanzó a contar la historia que había comenzado a escribir en 2008, pero no se había atrevido a rodar. Y, como no puede ser de otro modo en el cine de esta directora, todo en La hija eterna es parte de su propia biografía.

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Una noche de espesa niebla, una madre y su hija -Rosalind y Julie- viajan en un taxi hacia un antiguo caserón, ahora un hotel que años atrás fue la gran casa de una tía de Rosalind. Allí, la hija intenta reunir recuerdos de su madre para hacer una película sobre ella, mientras una presencia fantasmal comienza a aparecer a su alrededor. Lo que poblará ese lugar a partir de su llegada es, en palabra del productor ejecutivo, el cineasta Martin Scorsese, "el dolor y ese extraordinario vínculo de amor madre-hija. La película toca ese vínculo que no creo que se parezca a nada que haya visto, honestamente".

Entre la ficción y sus memorias personales, Joanna Hogg y Tilda Swinton, amigas desde la infancia, construyen una profunda meditación sobre esta relación madre-hija, narrada a través del filtro de una historia gótica de fantasmas. Y en ella, la cineasta exhibe su propia intimidad, el sentimiento de culpa al comprende que su madre no fue feliz y que siempre reprimió la tristeza y el dolor, el miedo a la pérdida cuando llega el momento de cuidar a la madre, el horror a olvidar los recuerdos, a darse cuenta de que la vida de su madre seguirá para siempre siendo un enigma indescifrable, a no saber cuáles fueron sus sentimientos, sus emociones…

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"Que sea feliz todo el tiempo"

Iniciada en 2008, la cineasta fue incapaz de llevar adelante el proyecto entonces. Aquel fue justo el momento en que ella, como hija, se convertía en cuidadora de su madre. "Lo escribí, pero no me permití hacerlo. Estaba demasiado cerca de todo, de ella, de mí. Mi madre estaba viva y yo no tenía las agallas para hacerlo. Sentí que no podía hacérselo a mi madre. Sentí como si la estuviera apuñalando en el corazón o algo así, para hacer esta película".

Tilda Swinton en el papel de la madre, con su propio perro, otro actor en la película. — Elástica Films

"Estoy intentando escribir un guion sobre mi madre y yo, pero empiezo a dudar de si tengo derecho a hacer algo así", dice Julie en un momento de la historia, poco antes de confesar en voz alta: "Quiero que sea feliz todo el tiempo". Un deseo que directora y actriz también anhelan en sus vidas y en su relación con sus madres.

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"Ese sentimiento de posesión"

"¿Dónde empiezo yo y dónde termina mi madre?" es la pregunta que se hace Joanna Hogg en la película, un viaje hacia el interior de "ese sentimiento de posesión y casi encarnación que no tiene final realmente, no importa la edad que tengas -dijo la cineasta tras el estreno de la película en Venecia-. Mi madre ya no está con nosotros, pero todavía la siento cerca. Y eso lo siento muy dentro de mí. Y todavía estoy a veces confundida por la relación y tengo los sentimientos de culpa y ansiedad que Julie experimenta en la película".

"Parte de la historia habla de cómo nuestras madres, más que nuestros padres, tienen el poder de transportarnos de nuevo, da igual nuestra edad, a la infancia, como si usaran un hechizo. Incluso cuando se ha alcanzado los cuarenta o más, cuando se está cuidando a padres ancianos, la sensación de ser una persona adulta desaparece y vuelven las lágrimas y el sentimiento de vulnerabilidad", explica la actriz Tilda Swinton en las notas de producción de la película.

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La leyenda de Soughton Hall

Con un trabajo de sonido muy evocador, la fotografía de Ed Rutherford, que apostó por rodar en 16 mm, un extraordinario montaje de Helle le Fevre y la composición de Béla Bartòk Música para cuerdas, percusión y celesta (Kubrick ya utilizó, aunque otro movimiento de esta pieza, en El resplandor), La hija eterna se viste con la atmósfera y el suspense de una historia de fantasmas en una casa encantada.

Casa que se encontró en Flintshire, Gales. Se trata de Soughton Hall, una mansión del siglo XVIII convertida para la ficción en el hotel Moel Famau. Construido a principios del siglo XVIII, el caserón fue realmente un hotel durante unos pocos años en los ochenta y hoy se emplea para algunas celebraciones. Joanna Hogg no lo sabía antes del rodaje, pero Soughton Hall arrastra su propia leyenda de fantasmas.

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Y acostumbrada a vivir donde rueda, la cineasta ahora reconoce que dormir allí no fue fácil. "Incluso los miembros del equipo más escépticos, reconocieron haber visto siluetas, sentir que algo les rozaba o notar que, de golpe, una estancia se volvía helada. Fueran imaginaciones o no, reconozco que la mayoría de las noches dormí con la luz encendida".

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