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Luiso García: “Con la pintura se puede combatir el sentimiento de injusticia”

Su cuadro, ¡Viva la gente de color!, dedicado a la activista Tess Asplund, se hizo viral por las redes sociales. La política y la defensa animal son los principales mensajes de sus cuadros. Prepara un libro ilustrado dedicado a la educación emocional, que publicará en el mes de diciembre.

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El ilustrador Luiso García.

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BARCELONA.- Sus cuadros son emociones retorcidas o gritos de injusticia. Sus lápices, pinceles y los colores, sus armas de defensa. El activismo, su peculiar trinchera. Luiso García es la firma del cuadro viral dedicado a la activista Tess Asplund, que hizo frente a un grupo de 300 neonazis en Suecia. La ilustración del pintor empezó a distribuirse por las redes sociales y traspasó nuestras fronteras. Pero Luiso García es mucho más. Es un artista joven repleto de conciencia al que sus cuadros le hablan. Se mete en el fango de diversas causas. Puede vivir sin religión ni fútbol, pero siempre quiere poner el debate político sobre la mesa. Y también es emoción. A ello, dedicará su próximo libro ilustrado.

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¿Quién es Luiso García?

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En realidad, el Luiso García que se conoce en las redes sociales tiene un año de edad. Acabé la carrera hace unos doce años. Me centré con el diseño y dejé abandonados los pinceles. Lo digital me daba la vida, para seguir, y me olvidé de mí. Supongo que tampoco tendría mucha fe en mis capacidades, en poder hacer algo y crear. Me puse en ello hace un año y empezó a gustarme el resultado de lo que realizaba. Así empezó Luiso García.

¿Esa válvula de escape nunca la sintió antes?

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Siempre pinté desde que era un crío. No podría trabajar en algo que no fuera creativo. Pero este año se disparó y se creó en mí esa especie de necesidad. No puedo estar sin dibujar. Si un día no estoy con un lápiz, tengo un mono tremendo. El tema de las redes sociales, y llegar a mucha gente, hace que te animes y que te vean personas de muchos sitios. A ello se unió las ganas de meterme en otros proyectos, trabajar la educación emocional y la psicología, y empecé a conocer un poco cómo era yo. Todo lo que aprendía, me apetecía plasmarlo en dibujos. Poco a poco lo trabajé hasta que tuve la necesidad de que todo lo que me pasa, todo lo que siento, tengo que plasmarlo en un dibujo.

¿Los dibujos le hablan?

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Sí, es curioso, sobre todo en mis obras del comienzo, con toques más cubistas. Hago bocetos y, al final, el cuadro no tiene nada que ver con su resultado. Yo empiezo con azules, pero luego me pide verdes, y un trazo, o una cara de la derecha se vuelve a la izquierda. Dejo que me hable. Cuando organicé la exposición de Emocionario, dibujé diecisiete cuadros. Todos los días comía y cenaba delante de ellos para que me hablaran. Uno me pedía un trazo. Así que dejaba la comida y me ponía a pintar. De repente lo veía. Brota sólo. Hay muchos trabajos que no los considero terminados y podría trabajar en ellos toda la vida.

¿El dibujo de Tess Asplund ya es definitivo, no?

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Sí.

Aparte de la aceptación mayoritaria del dibujo, también hubo una parte que mostró su disgusto.

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Me frustró y me dolió porque en las redes siempre se critica todo, pero hubo gente que se sentía ofendida y no comprendieron el significado real del cuadro. Y yo no iba por ahí. Era un juego de palabras donde yo uso el concepto “gente de color” porque representa los colores y no los grises.

Si se revisa sus obras, todas tienen un claro mensaje. ¿Entiende la pintura sin activismo?

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Yo siempre pongo mi grano de arena. Mi batalla particular es el animalismo. Es una de ellas, donde trato de colaborar. Como no puedo físicamente con mi tiempo, trabajo con organizaciones y les realizo ilustraciones y camisetas para que puedan recaudar dinero. Hago un activismo diferente, pero esos son los trabajos con más fuerza, los que tienen más compromiso social.

Ahí, se siente satisfecho consigo mismo…

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Exacto, y es bonito. Con la pintura se puede combatir el sentimiento de injusticia. Y a ellos se suma que la gente se identifique, que seas su altavoz. Creas una ilustración y que ves que se te va de las manos, y te la encuentras en foto de perfil de gente, como símbolo de algún hecho… Para mí es una pasada.

Entre sus dibujos más recientes, vemos a Pablo Iglesias y a Alberto Garzón besándose por la confluencia de Unidos Podemos; o al rey Felipe IV con los colores de la bandera republicana, acompañado del texto “Queremos elegir, no heredar”. ¿Ha pensado en censurarse alguna vez?

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He pensado alguna vez que lo que hago puede tener consecuencias, pero de hecho aún no me he mojado todo lo que debería. Creo que hay cosas por decir aún pendientes y más comprometidas, pero no me quiero censurar porque sería renunciar a los principios. Igual que yo me tomo con un amigo una cerveza y me pongo a hablar de política o de religión, en mis dibujos quiero conseguir lo mismo. No quiero censurarme pero no quiero que pase como con el dibujo de Tess, que moleste a gente que no quiero. Que me escribiesen nazis ese día, sabía que iba a ocurrir, pero esa gente me da igual. Me preocupa dañar a gente que defiendo u homenajeo. Con mis dibujos yo quiero meter el dedo en la llaga.

Su meta no está en lo comercial.

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No, cuando tuve la exposición de Emocionario, que trabajé el año pasado, recibí un correo electrónico de un señor que vio la exposición. Comentaba que le había gustado, y que se había metido en mis perfiles para ver mi otra obra, pero que las ilustraciones antitaurinas le habían ofendido y añadió que no debía mojarme tanto si yo quería vender. Bueno, le di las gracias y le respondí que prefería no vender. No me importa porque los trabajos que lanzo a las redes no son para vender, sino para despertar a la gente con ciertos temas, que sirvan de altavoz y de herramienta para reivindicar.

¿Y de dónde nace esa conciencia de Luiso García?

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Siempre me ha inquietado la política. Lo habré mamado en casa, porque siempre se ha hablado de ello. Mi padre ha sido de los que han corrido delante de los grises. Cuando yo estaba en la facultad, me pilló la época del “No a la guerra”, y en esa etapa mis cuadros estaban dedicados a las manifestaciones de la guerra de Irak. La política siempre fue mi tema favorito para dibujar y para hablar con la gente.

Ahora le ha pillado, como artista y joven, una España en crisis. ¿Es más difícil?

Diferencio entre lo que hago y el dinero. Nunca ha sido una meta vivir de mis cuadros, porque vivía de encargos o de dar clases. Si mañana dejara de vender yo seguiría trabajando y dibujando igual, con la misma ilusión. Desde que empecé, más que el dinero, lo más emocionante es la gente que he conocido. Incluso la crisis me inspira más que un momento de placidez. Igual que inspira más el desamor. La indignación me inspira, así que si yo me fuera de España no sería por dinero o por irme a una empresa de renombre, sino porque me gusta trabajar sólo, para mí. No cambiaría eso por ganar más.

¿Ve opciones de cambio en España? Usted ha manifestado en la red su apoyo a Unidos Podemos.

Sí, quiero pensar que sí. Hace dos o tres años no se pensaba que Manuela Carmena o Ada Colau pudiesen tener dos de las alcaldías más importantes de España. Quiero pensar que sí. Siempre soy un poco pesimista porque hay mucha fuerza mediática que va a saco por ellos, aunque creo que algo puede cambiar. La unión de IU y Podemos ha ilusionado a mucha gente y es muy acertada. Podemos gana un valor brutal porque Alberto Garzón es el mejor político que hay. Aunque a veces me da algo de miedo el voto de la gente.

¿Por?

Yo creo que nos han educado con el “más vale malo conocido, que bueno por conocer”, y así cambiamos de PP a PSOE, en un bucle. Aparece un partido nuevo y empiezan a meter miedo, y todo el día el tema de Venezuela. Eso cuaja en la gente porque no tenemos una responsabilidad social. La gente no comprende que entender de política es una responsabilidad como ciudadano. Hay personas que dicen que pasan de política. Y no lo entiendo, porque la vida es política. Puedes pasar de fútbol o de religión, pero de política no. Ahí se toman tus decisiones, las que te perjudican o benefician. Tenemos una mala educación en ese sentido y así es difícil cambiar. De eso se benefician los partidos de siempre, de esa desidia y esa idea.

Es de los que les gusta una cultura con mensaje.

Claro, igual que escuchaba cantautores que cantaban a algo más que al amor. El artista ha tenido esa responsabilidad social de representar guerras e injusticias. Eso no puede cambiar. Tiene que estar con su tiempo y dar ese toque de acidez que haga pensar. Me gustan los ilustradores de periódicos y revistas, como con la revista El Jueves, que te hacen pensar desde otro enfoque.

¿Es impulsivo o metódico en su trabajo?

Trabajo con todo lo que puedo. Los puristas de la acuarela me matarían si me viesen trabajar. Meto lápiz, después acuarela, lo digitalizo, lo retoco por ordenador, lo imprimo, lo vuelvo a retocar. No hay un original, sino una fusión de cuatro o cinco dibujos. Hay cosas que se limitan, y da hasta un tope. ¿Por qué pararme aquí si puedo seguir trabajando?

Su exposición más reciente, Animalario, es una declaración de principios.

Me animó una amiga activista que me pidió un dibujo sobre salvar a un animal del matadero. Y, de hecho, se nota que es una pieza de transición, porque terminé la exposición Emocionario, que era más cubista, y enlacé con ésta, donde cambio a otro tipo de ilustración. Hice sólo esta imagen y después me dije que por qué me iba a quedar ahí. Y de pronto me escribieron asociaciones que solicitaban mis dibujos en esta línea. Hice un dibujo muy viral, que era del programa Vaya Fauna, de Telecinco. En el primer programa salió una osa y a esos animales se les educan a base de palos.

Muchos de sus dibujos cuestionan con dureza a la tauromaquia.

Me irrita y cabrea que se justifique el maltrato animal en base a que son animales que “viven bien”. A mí no me gustaría vivir veinte años bien y que luego me maten así. Encima, yo lo he mamado desde pequeño, porque mi padre ha sido muy taurino y la ilusión de mi padre era… ¡que yo fuese torero! Esa pelea ha sido siempre.

Detalle de una de las ilustraciones de Luiso García.

¿Qué respondió su padre cuando le mostró el dibujo?

Mi padre se calló. (Risas). Ha aceptado el veganismo, pero de los toros no hablamos.

¿Y cómo enfrenta que la tauromaquia se considere cultura?

Una de las partes que más irritan del discurso es… “Si no te gustan los toros, respétalo”. No, no, no. Yo la violencia no la respeto. Es como si un maltratador me pide respeto. No, jamás. Nunca respeto la violencia y me parece algo medieval que en pleno siglo XXI nos recreemos en espectáculos basados en la tortura. Cuando a Sabina le preguntan por este tema, él dice que no discute con antitaurinos, porque parte de que llevan razón. Al menos, reconoce que lo que está viendo es una barbarie.

¿Cuándo comienza esa conciencia animal?

Mi conciencia animal nace de cuando adopté a mi perra, que vive conmigo. El vínculo que se creó entre nosotros se extrapoló al resto de animales. No puedo pensar en mi perra sufriendo y eso me hizo empezar a investigar qué había detrás de todo lo que consumía. Y me partió el corazón. Vi un documental, Earthlings, sobre la industria de la alimentación, de la cosmética, las mascotas… y es brutal. Primero me hice vegetariano porque no quería participar en esto. Y luego me hice vegano. Tener animales en casa fue lo que me hizo despertar. Que mi perra me diese tanto amor… Lo hago por ella, y seguramente, sin ella no lo hubiese adoptado. Siempre le estaré agradecido porque me cambió la vida.

¿Y los suyos comprenden ese cambio?

Me hice vegetariano y coincidió cuando empecé con las clases de meditación y de psicología transpersonal, de hace cinco o seis años. Mi familia se creía que me había metido en una secta que me obligaba a ser vegetariano. Luego se dieron cuenta que no, pero mi padre pensó que era una moda. Ya lo han aceptado. Mis amigos decían que me pegaba, por mi tendencia bohemia. Ya han entendido que no es una dieta, sino una forma de vida. Y cada vez más comprometida. Por eso lo llevo a mi trabajo. Es una forma de vida basada en el amor que te rodea.

Antes de esta etapa, inicia la exposición Emocionario.

Un día visité el museo Reina Sofía y redescubrí a Antonio Saura, redescubrí Guernica y me cambió todo. Antonio Saura tiene muchas pinturas dedicadas a manifestaciones. El Grito es mi cuadro favorito. Y coincidió esa etapa con el “No a la Guerra”, con las manifestaciones, la indignación de todo un pueblo. Estuve muy perdido cuatro años porque no tenía estilo ni sabía qué dibujar. Esto me despertó. Le vi sentido a todo. Y luego conocí los cuadros Guayasamin, que también me apasionan. Con la meditación empecé a conocerme mejor, de dónde vengo, mis personajes, cómo se crean… Y reflexioné que quizás era bueno hacer cuadros de emociones, con momentos de mi vida. En los tres-cuatro meses que pinté, provoqué esas emociones para pintarlas.

¿Qué peso tiene la meditación en su proceso creativo? ¿Le salva de algo?

Me ha servido para quitarme lastres, expectativas, pensar en el proceso y no la meta de exponer o vender. Pintar y disfrutar independientemente de las consecuencias. Llegar a eso cambió todo. Pinto porque quiero y para mí, no para nadie, porque solo quiero que me guste a mí. Si algo no me gusta, ni lo presento. La educación emocional me llevó a plasmar lo que tengo en cada momento, sin necesidad de buscar una meta a esa obra. Y si mi mensaje lo comparte la gente, ya todo es perfecto. La pintura me ha enseñado a ver la vida de otra manera, a disfrutar, y para mí es casi como respirar.

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