barcelona
Actualizado:"Hace muchos años también vinieron unos españoles que hacían fotos y filmaban". O algo similar le dijeron. A principios de los años noventa, unos ancianos de Guinea Ecuatorial encendieron la curiosidad del viajero Pere Ortín. ¿Le tomaban el pelo? De vuelta a Madrid, el periodista valenciano certificó en la Filmoteca Nacional el hecho indiscutible del que parte el cómic Diez mil elefantes (Reservoir Books), que acaba de publicar junto al dibujante guineano Nzé Esono Ebalé. Y es que entre 1944 y 1946 los jóvenes miembros de una pequeña productora llamada Hermic Flims fueron enviados a Guinea por el jefe de la Dirección General de Marruecos y Colonias, José Díaz De Villegas, para documentar con afán propagandístico el universo colonial español del África Negra. Tal y como habían hecho británicos, alemanes o franceses.
De esa expedición, saldada con una treintena de filmes y 5.500 negativos que pronto cayeron en el olvido, Ortín conseguiría contactar con el cineasta madrileño que la encabezó. Retirado con 94 años a un pueblo almeriense, Manuel Hernández-Sanjuán correspondería a la fraternal relación profesional que establecieron ambos con una vieja maleta de madera repleta de los negativos de aquella aventura: "Sin aquella maleta, no existiría este cómic", dice Ortín.
¿Ficción o realidad?
El cómic es una historia sobre el empeño, las sombras del deseo y los límites de la obsesión
¿Qué más hay de cierto en Diez mil elefantes? El relato lo teje Ngono Mbá, portador de esa expedición a través del cual conocemos el mundo espiritual local, la imposición de la cruz y el abuso, el ansia infinita de los colonos. Y la búsqueda imposible de una manada de 10.000 elefantes en un paraje remoto. El cómic es también una historia sobre el empeño, las sombras del deseo y los límites de la obsesión. Pero sobre todo es una reflexión sobre la fragilidad de las verdades. Sobre las verdaderas mentiras y el poder de la imaginación. "Nuestra vida es como una inmensa tela de araña en la que cada hilo está conectado con todos los demás, hasta el infinito", dice Mbá. Memoria, hechos, impresiones, creencias, cultura, creación.
En Diez mil elefantes, el iceberg da la vuelta: los hechos indiscutibles flotan en la superficie, descompuestos y a la deriva. Debajo queda lo que Pere Ortín llama una "memoria no memorizada", una telaraña donde todo se confunde: "No creo que sea posible acceder a lo que sucedió, lo único que nos toca desde el presente a la hora de abordar el tema complejo de la memoria es analizarlo de forma sensible. Si lo pensamos de forma crítica nos puede servir para, en vez de hablar todo el rato de la memoria como una prisión conceptual, ideológica y mental, hablar de cómo inventamos a partir de ella otros futuros posibles. El gran reto era abordar el debate de forma sólida, con honestidad y rigor, pero también jugando con las apariencias de la realidad, buscando la belleza. Los hechos fácticos son totalmente insuficientes para explicar la realidad compleja, paradójica y contradictoria de los seres humanos".
Las páginas del libro alternan la interpretación gráfica de aquella expedición de Manuel Hernández-Sanjuán con un conjunto de cartas (¿reales? ¿ficcionadas? ¿ni una cosa ni la otra?), collage, fotos y mapas que conforman una capa de lectura añadida que nos invita a preguntarnos por los ángulos muertos de toda historia. A adentrarnos en este terreno pantanoso contribuye el hermanamiento de la voz profunda de Mbá con el dibujo poético y la profusión de azules, verdes y fucsias que utiliza Esono Ebalé. Todo ello genera una sensación de extrañamiento y distanciamiento que, al mismo tiempo, permite al lector acercarse a la historia desde otro sitio: se abre una puerta franca para las preguntas.
Esono interpreta el guión con bolígrafos BIC, los mismos con los que dibujaba cuando era pequeño
Esono interpreta el guión con bolígrafos BIC, los mismos con los que dibujaba cuando era pequeño y los únicos que, a escondidas, pudo entrar en la temida prisión guineana de Black Beach cuando en septiembre de 2017 estuvo encarcelado después de publicar La pesadilla de Obi. Un cómic donde el sempiterno dictador Teodoro Obiang despertaba transformado en un ciudadano común que sufría las desigualdades cotidianas que él mismo había generado.
"Quería dibujar con bolígrafos, como un niño, para homenajear a mis abuelos, que podrían haber vivido la historia de Hermic Films, y también para recordar a todos los dibujantes que me ayudaron a salir de la cárcel. Los BIC y los jóvenes que conocí me dieron tal fuerza que cuando salí me dije: Pase lo que pase, haré una locura". Tras relatar su paso por Black Beach en Viajes dibujados (Altaïr Magazine), también con Pere Ortín, la locura empezó a tomar forma en el 2018.
Rostros sin ojos, futuro compartido
En Diez mil elefantes hay claras resonancias de El corazón de las tinieblas de Conrad, y críticas frontales a una mirada colonial que, según Ortín, todavía está presente en las aproximaciones al continente africano. "Para mí era muy importante entender, no tanto ponerme delante de Hernández-Sanjuán y decirle usted era un racista, cosa que era evidente. La experiencia transformó la visión de la expedición sobre lo que era África, lo que no quita que fueran racistas y supremacistas. Lo que me sorprende es que hoy una parte importante del reporterismo, la academia y el cine que se acerca al continente siga haciendo lo mismo que hace setenta u ochenta años".
Esono no dibuja a los guineanos con un rostro definido
Esono no dibuja a los guineanos con un rostro definido. Por momentos, parecen hologramas sin ojos o reversos de negativos extraviados. "Es muy fácil dibujar el colono con su salacot, sólo Hernández-Sanjuán debía ser reconocible. Pero el resto podía ser de cualquier sitio, yo quería representar un cúmulo de personas que podrían ser nuestros tíos y abuelos, no quería dar protagonismo a nadie más, porque es una historia de todo el mundo. Ambos países se explican mejor sin tener que buscar un héroe o un antihéroe, el dibujo ayudará a que todo el mundo pueda identificarse". Según Esono, que actualmente vive en El Salvador, el cómic también ayudará a que muchos guineanos conozcan su pasado colonial y que los dibujantes de su país tengan una referencia para el futuro. "La Guinea que conocemos hoy se acabará cuando muera Obiang, los jóvenes se levantarán y ojalá esta novela gráfica ayude a conectar el nuevo país con España desde una perspectiva cultural".
Diez mil elefantes no esconde esa misma voluntad. "Las bases epistemológicas sobre lo que entendemos por África están viciadas desde la raíz y no queremos reconocerlo", dice Ortín. "El árbol está podrido y hay que plantar una nueva semilla si queremos construir una relación sana de igual a igual con nuestros hermanos africanos. Hay que encontrar trazas de lo distante en lo próximo y plantear una renovada visión de la realidad".
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