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Locos por los estadios de fútbol

Koti, Gordo y Lucho son tres apasionados del fútbol que tienen casi 400 campos diferentes fotografiados alrededor del mundo. Desde León hasta Jaén, pasando por Japón, China, Australia o Marruecos.

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Koti, Gordo y Lucho han recorrido casi 400 estadios de diversas partes del mundo

madrid,

Moscú. Estadio Olímpico Luzhniki. 81.000 espectadores. Sede de la final del Mundial. Gordo, un madridista acérrimo, disfrutará del partido sabiendo que ya tiene ese estadio en su colección: lo demuestra una foto suya junto a la estatua de Lenin que vigila la fachada principal. Sus amigos Koti y Lucho, un madrileño colchonero y un argentino culé, lo tienen todavía pendiente. “Ahora me tocará ir, cuando Argentina gane allí con Messi”, dice esperanzado el azulgrana.

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Francisco Mateos, Javier Gordillo e Ignacio Gómez son Koti, Gordo y Lucho; tres apasionados futboleros que, para bien o para mal, se llevan como hermanos. Hermanos de diferentes hinchadas con una misma obsesión romántica: coleccionar estadios. Siempre que estos treintañeros llegan a una ciudad buscan su coliseo futbolístico, estudian cuál es la mejor panorámica, se colocan junto a la fachada, levantan los brazos y ‘clic’. Entre los tres tienen casi 400 campos diferentes fotografiados alrededor del mundo. Desde León hasta Jaén, pasando por Japón, China, Australia, Marruecos, casi toda Europa y gran parte de América Latina.

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En los estadios se viven momentos inolvidables. En ellos se llora, se grita, se abraza. Goles, títulos, ascensos y descensos. Hay minutos de éxtasis y de desesperación. Segundos en los que explotan las pasiones, instantes que nos hacen humanos. Un millón de sensaciones continuas.

Quedamos con ellos en el Wanda Metropolitano. Gordo y Lucho hoy lo tacharán de su lista. Koti, que ya lo tenía, recuerda los nervios que sintió cuando vino a conocer el nuevo estadio de su Atleti. Los gritos de todo el vagón tras escuchar por megafonía: “Próxima estación: Estadio Metropolitano. Final de trayecto”. “Fue en el primer partido. Venía con un amigo y cuando llegábamos le dije: ‘estamos a punto de ver por primera vez algo que va a ser una constante en nuestra vida’. Esto va a estar aquí siempre”. A Gordo nada más verlo le ha venido a la mente el concierto que dio La Polla Records en la antigua Peineta en el año 2000. “Aquí han estado Evaristo y Cristiano Ronaldo”, dice, mencionando a sus ídolos.

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“Lo mejor es cuando puedes entrar al campo, porque te quedas embobado viendo las gradas e imaginas escenas míticas"

“Los estadios imponen, son estructuras que impresionan. A mí me sale una sonrisita al estar delante de uno, te vuelves un niño”, afirma Lucho. “Lo mejor es cuando puedes entrar al campo, porque te quedas embobado viendo las gradas e imaginas escenas míticas, como el “Rafa, no me jodas” en La Romareda o las celebraciones de Fernando Vázquez”. Pisar el césped es entrar hasta la cocina, “hacer una kitchen”. No siempre se puede.

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Los tres “estadioinómanos”, como dicen ellos, crecieron con el fútbol de los 90. Con el Salamanca y el Albacete en Primera y el Eibar en Segunda. Los recuerdos de cada estadio son únicos para cada uno. Para Lucho, Saint-Denis es donde el Barça ganó su segunda Champions. Para Gordo, donde el Madrid conquistó su octava.

Gordillo Moscú (Luzhniki stadium)

Aunque visitaban estadios desde niños, la Stadium Collection (S.C.) empezó, sin pretenderlo, en 2009. “Evidentemente fue gracias a Ryanair, cuando todavía era barato y podías ir y volver en el día”, cuenta Lucho. “Fue un viaje de un euro a Santiago de Compostela; en el avión ya íbamos diciendo que teníamos que ir al estadio San Lázaro para ver dónde Ronaldo le metió un golazo al Compostela en el año 96. Al final fuimos andando una eternidad hasta el estadio y nos hicimos la foto”, añade Gordo. “Y dos semanas después repetimos en Mallorca, sobre todo pensando en el Lluís Sitjar, que lo iban a derribar”, prosigue el argentino. Koti se incorporó a la colección con su foto en el Artemio Franchi, fortín de la Fiorentina.

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"Teníamos que ir al estadio San Lázaro para ver dónde Ronaldo le metió un golazo al Compostela"

Con cada foto se acabó instaurando una tradición que se repite en cada viaje y que, dicen, requiere mucho esfuerzo. Largas distancias, madrugones, prisas, explicaciones, dilemas. En ocasiones van a estadios mientras sus compañeros de viaje visitan otros monumentos, duermen o luchan contra la resaca. O les lían para que toda la expedición camine hacia el campo de fútbol. En A Coruña, en Coímbra, en Sevilla o en Pekín.

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Cuando viajan solos tienen que afrontar el momento de explicarle todo esto a un transeúnte desconocido que se preste a hacerles la foto. “En Melbourne tuve que convencer a una chica para que se tumbara en el suelo porque en la foto no cabía el estadio. Para que viera que no pasaba nada me puse yo a hacer la croqueta”, cuenta Gordo. Koti ya viaja con su propio trípode para no depender de ajenos.

Según crecía la colección, se volvió indispensable establecer normas. Estadios válidos: campos de al menos dos gradas y 5.000 espectadores de equipos que hayan jugado en Primera División y, en el caso de España, también en Segunda, o campos en los que se hayan disputado Mundiales y Eurocopas. Hay excepciones, como el del F.C. United of Manchester, que no cumple casi ningún criterio. Fotos válidas: horizontales, frente a la fachada principal, con luz solar y con los brazos en alto. Todo quedó plasmado en el Tratado de Edimburgo, que sirve como guía y que, no obstante, no evita que se sigan produciendo discusiones sobre qué campos pueden entrar en la lista. ¿Vale el del Arenas de Getxo? ¿Pero cómo no va a entrar el del Braga? ¿Y lo que queda de Highbury? Las dudas se resuelven “siguiendo el sentido común” en un grupo de Whatsapp en el que está prohibido hablar de otro tema para que no salten las chispas. Que saltan.

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En todo este tiempo han visto desde preciosas catedrales futbolísticas hasta auténticas “camuñadas”, estadios descuidados sin prácticamente gradas o incluso sin nombre. Templos como la Bombonera de Boca, el bastión del San Lorenzo o Celtic Park, frente a campos desolados en Bolivia, Chile o Uruguay. Aplauden la adoración que reciben los estadios en Reino Unido y los murales pintados en las fachadas en Latinoamérica. “Buenos Aires es la Meca de los estadios”, apunta Gordo. En España, dicen, también hay mucho nivel.

“Buenos Aires es la Meca de los estadios”

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“Un estadio tiene que tener distintivos, su propia personalidad”, opina Lucho, al que le duele especialmente que su club no haya colocado un escudo gigante en el Camp Nou. “Que uno no tenga en la fachada el nombre del equipo o el escudo es de ser un hijo de puta. Alguien en el club debe estar pendiente de eso”, responde Koti. “Exacto, aunque sea para dar miedo al rival cuando llega en autobús. Es tener ilusión y quererte un poco como equipo, como han hecho en Mestalla o en el Sánchez Pizjuán”, sentencia Gordo, que valora mucho el barrio en el que un estadio está ubicado, el ambiente que se respira en los aledaños.

Koti,Gordo y Lucho en el estadio Hibernian de Edimburgo

Los tres sostienen que la S.C. es una colección “geográfico-futbolística” que les permite conocer lugares a los que seguramente no irían, al mismo tiempo que disfrutan de un lado muy romántico del fútbol. Tras la colección se esconde una competitividad cariñosa. Uno quiere llegar donde no ha llegado ningún otro antes, pero una vez allí se emociona al pensar que algún día sus dos amigos estarán en ese mismo sitio.

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De la colección, a la competición, y de la competición, a la obsesión. Koti cada vez que va de ruta a un país busca en Google ‘anexo estadios’ para ver qué se puede “peinar” por esa zona. En alguna ocasión, los viajeros cuentan con los ‘Informes Lucho’, documentos que el argentino elabora con la información de todos los estadios de un país, con su capacidad y sus coordenadas exactas.

“Cuando vivía en Escocia, en el trabajo siempre estaba buscando estadios, mapas, combinaciones de tren, ofertas. Si tenía un par de días libres aprovechaba para ir a otra ciudad”, recuerda Koti. Hasta el punto de alquilar un coche con un amigo con el que se recorrió desde Edimburgo a Bristol de estadio en estadio. “Sólo en un día peiné seis”. Con ese amigo común, Gordo acaba de dar un golpe sobre la mesa: un viaje de cinco días, siete países y 23 estadios por Europa del este. “Un auténtico mazazo”, dice.

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"Me saqué un billete a Sheffield, a 400 kilómetros, me hice tres estadios y volví"

Estos mazazos son duros para el resto del grupo. Koti cuenta que hace unos años le estallaron los nervios cuando Gordo empezó a compartir fotos de estadios míticos latinoamericanos. “Me puse a mirar como un loco billetes de tren en Reino Unido porque sentía que tenía que hacer algo para responder, así que me saqué un billete a Sheffield, a 400 kilómetros, me hice tres estadios y volví por la noche a Edimburgo”.

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Lo más difícil, dicen, es el momento en el que asumen que llegar a un estadio se vuelve imposible. Como le ocurrió a Koti en una escala en Dublín. Eran dos horas y pensó que sería tiempo suficiente para ir a ver el estadio del Bohemian, hasta que se vio atrapado en un atasco y abortó la misión. “Le dije al conductor del autobús que me abriese, volví andando al aeropuerto y me comí una hamburguesa hundido”.

Lucho, en apariencia más sosegado, comenta que él no viaja sólo para ver estadios. “Pero cuando viajo sí intento que la ciudad tenga ese aliciente. Cuando fui a Verona con Patri (su pareja) programé todo el viaje reservando el momento exacto en el que iríamos al Bentegodi, al final, para que no hubiera discusiones”. En otra ocasión aprovechó que iba de Fuengirola a Murcia para una boda para “peinar” estadios por la Costa del Sol.

Mapa de los lugares del mundo donde han viajado para fotografiarse frente a un estadio

Koti reconoce que ahora está más tranquilo, pero que llegó a un punto en el que no disfrutaba viajando. Si no había estadio, no se apuntaba al viaje. Lo que sigue intacto es su seguimiento extremo de las remodelaciones de los estadios. “Cuando reformaron el del Betis, me metía en foros de béticos para ver las fotos que iban subiendo; o la webcam en directo que pusieron durante las obras del nuevo Mestalla”. De repente la conversación se centra en comentar cómo ha mejorado el Villamarín, lo espectacular que ha quedado el Sánchez Pizjuán o la faena que le hicieron al West Ham, que al abandonar Upton Park perdió sus dos emblemáticas torres.

“Vivimos una época en la que nos están derribando muchos estadios míticos”

El fútbol está cambiando y sus terrenos de juego no se quedan atrás. “Vivimos una época en la que nos están derribando muchos estadios míticos”, afirma Lucho. Los tres lamentan con nostalgia que muchas veces cuando se remodelan los campos se pierde gran parte de la identidad que tenían. Por no hablar de los nombres patrocinados: el estadio del Besiktas, hoy conocido como Vodafone Park, o el del Manchester City, ahora Etihad Stadium.

“En España, excepto Vallecas, no hay clubes ligados al barrio. Hay ciudades, como Sevilla o Bilbao, que sí tienen ese puntillo, pero no son barrios. En Argentina o Reino Unido eso es bestial. En Buenos Aires hay trece equipos en Primera, pero tú eres del equipo de tu barrio y punto”, apunta Gordo, que teme el momento en el que muevan su Bernabéu.

Koti defiende el traslado del Vicente Calderón al Wanda porque entiende que no tiene la identidad de barrio que sí tienen Rayo, River Plate o Anderlecht. Aun así Gordo cree que el club rojiblanco debería conceder un homenaje al Calderón, como dejar un palo de la portería junto a una placa. “Igual que el córner que hay en el parque de Mesones de Santander en recuerdo del antiguo estadio del Racing”, añade Lucho. Koti responde con una curiosidad: “si tú vas donde estaba el antiguo estadio Metropolitano y lo ves desde el aire, la manzana de edificios tiene la forma del escudo del Atleti justo en ese lugar. Es un guiño”.

Los tres fanáticos han conseguido transmitir ese amor por los templos del fútbol a sus amigos y algunos se han unido a la colección con sus propias fotos. La familia de “estadioinómanos” crece. Ellos sólo están abriendo camino. Acaban de crear una web, coronada por su propio escudo, que pretende ser una base de datos global con todos los estadios posibles. La idea es que la S.C. siga sumando adeptos con gente de todo el mundo que comparta su pasión, porque creen que este deporte es una gran vía para estrechar lazos. Es sencillo: Estadio, brazos arriba y ‘clic’.

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