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El consumo se ha vuelto ermitaño. Así lo define un reciente análisis publicado en The Economist. Ahora, actúa a golpe de click para adquirir bienes duraderos, aparca la compra de productos de lujo y servicios, sobre cuyas decisiones se vuelven más exigentes —en el caso de los destinos turísticos, por ejemplo— y selectivos en función del precio. En especial, en viajes de aventura o reservas de hoteles y restaurante.
Además, el consumidor planifica gastos excepcionales, como de vivienda o de vehículos, con notables dosis de prudencia, para cuantificar los costes colaterales de unos tipos de interés desconocidos en décadas.
EEUU ilustra a la perfección este cambio de paradigma. La mayor economía del planeta creció al ritmo desbordante del 4,9% entre julio y septiembre, más propio de mercados emergentes, con un precio del dinero entre el 5,25% y el 5,5%, el más caro en dos decenios.
La economía estadounidense ha crecido a un ritmo del 4,9% en cuatro meses, impulsada por un enorme gasto del consumo
Esta se vio impulsada por un gasto del consumo que contribuye con más de dos terceras partes a su PIB y que repuntó un 2,4%, casi dos puntos más que el 0,5% del trimestre estival de 2022. Pese a que los analistas se inclinan a predecir una recesión en los próximos 12 meses.
La Bureau of Economic Analysis (BEA) deja otra doble y nítida lectura del comportamiento de la economía americana en clave laboral. El desempleo se mantiene bajo, en el 3,7% —por debajo del 4,4% de las previsiones del mercado—, en tasas de pleno empleo, lo que ha posibilitado "la expansión de los ingresos".
Y, muy en concreto, de los jóvenes, porque los índices de participación en el mercado de trabajo de quienes encuentran su primer empleo se sitúan en las cotas más altas en veinte años.
En consecuencia, la renta disponible de los hogares creció en verano otro 3,8%, por encima del pronóstico del 1,4%. En términos cuantitativos, en más de 11,6 billones de dólares respecto al verano de 2022, asegura la BEA, por la extensión de jornadas laborales, la subida de sus salarios y la compensación de horas extraordinarias.
En el mandato de Joe Biden, EEUU ha generado 14 millones de puestos de trabajo, lo que ha propiciado un clima propenso al gasto del consumo y de resistencia psicológica a posibles contracciones. Los nuevos hábitos consumistas, que también se extienden por otras potencias de rentas altas, reflejan el volantazo que ha protagonizado esta rúbrica esencial de la demanda interna.
La economista-jefe de The Conference Board, Dana Peterson, proclama su perplejidad ante "la resiliencia" de unos consumidores que "conservan una elevada propensión al gasto" sin que la Reserva Federal haya cantado victoria sobre la mayor espiral inflacionista en cuatro decenios.
En su opinión, resulta sorprendente que con un IPC que hace un año superaba el 8%, y que a duras penas ha bajado del 4% —en octubre, marcó un 3,7%— la confianza de los consumidores en la economía y en sus finanzas personales crezca, en medio de una atmósfera con altas presiones borrascosas.
"Los estadounidenses muestran optimismo sobre sus expectativas futuras a pesar de que piensan que la recesión está cerca"
"Por primera vez en un largo periodo de tiempo, los estadounidenses muestran optimismo sobre sus expectativas futuras y satisfacción por su capacidad de desembolso, a pesar de que piensan que la recesión está a la vuelta de la esquina", admite Peterson. En esencia, dan por descontada una inflación fuera de control, pero, al mismo tiempo, ven que sus remuneraciones aumentan y que sus empleos les ofrecen estabilidad.
Guía para entender el consumo ermitaño
El semanario británico hace hincapié en que los modus consumistas conducen inexorablemente a la era del ermitaño, que ha llegado para quedarse cierto tiempo. Pero ¿qué explicación justifica este afán consumista en la antesala de vacas flacas? Y, sobre todo, ¿se prolongarán sus gastos a corto y medio plazo? Estas cinco ideas ayudan a entender este viraje conceptual.
1. Más gastos en bienes que en servicios
Esta tesis incide en que los desembolsos en servicios siguen por debajo de los niveles pre-covid en 32 socios de la OCDE. Economías de rentas altas, que supusieron entre 2015 y 2020 —año del inicio de la pandemia, en el que los gastos en hoteles o peluquería quedaron colapsados, mientras se desbordaban los de bienes informáticos o bicicletas estáticas vía comercio online para hacer frente a los confinamientos— entre el 62% y el 64% de todo el consumo privado. Desde entonces, se mantiene en torno al 61%.
En dinero contante y sonante, los consumidores de las naciones industrializadas han dejado de gastar 600.000 millones de dólares en servicios. Una parte de ellos los han empleado en adquirir productos no perecederos, como neveras o mobiliario de hogar, en vez de artículos de lujo o de consumo efímero como vino o alimentos caros. La propensión al gasto se mantiene, pero resulta mucho más selectiva.
2. El hogar como centro de los desembolsos
El factor ermitaño del que habla The Economist responde a una patología psicológica que asume estancias en el hogar más prolongadas que en 2019. Bien como una rémora de la pandemia o por la asunción del trabajo en remoto, al menos durante uno o varios días a la semana.
El factor ermitaño responde a una patología psicológica que asume estancias en el hogar más prolongadas
Este fenómeno ha llevado a los servicios de países como Chequia a un retroceso de tres puntos desde el ejercicio que antecedió a la crisis sanitaria, una brecha similar a la que refleja en el PIB de EEUU. O a un descenso del 50% de las reservas en restaurantes y espacios de ocio y entretenimiento en Japón, o a la paralización del número de hoteles en Reino Unido.
3. El comercio online frente a negocios de movilidad
Goldman Sachs resalta que los márgenes de ingresos y beneficios de las empresas con negocios proclives al consumo desde la esfera residencial, como las del comercio online, sobrepasan a los de las firmas que necesitan de la movilidad, como las líneas aéreas.
A pesar de que en este último tramo de 2023 la economía americana y global "empezará a decaer", los desembolsos en ropa o en cuidados personales ya registran caídas del 20%, y los de cosméticos o perfumes se han recortado en una tercera parte. En un contexto en el que los ahorros de los estímulos fiscales en EEUU se han evaporado, alerta Peterson.
De hecho, el director ejecutivo de JP Morgan Chase, Jamie Dimon, viene advirtiendo de que este ejercicio será el último en el que se apreciará algún remanente de los 1,5 billones de dólares con los que aún contaban las familias estadounidenses en enero, procedentes de los distintos estímulos fiscales liberados por la Casa Blanca para combatir la covid, y que se "esfumarán si aparece la recesión".
4. Tendencia al endeudamiento personal
Desde Visa no atisban aún temor a una recesión que mengüe el fervor consumista de sus clientes ni signos de que vayan a ralentizar, por prudencia, sus pagos con tarjetas. Ryan McInerney, su director ejecutivo, habla de "resiliencia a un cambio de actitud" y de "ausencia de aversión a los gastos a crédito".
Todo esto aunque JP Morgan haya elevado la deuda bancaria de los estadounidenses desde los 2,9 a los 17,1 billones de dólares a lo largo del actual ciclo de negocios post-covid y pese a que, según Peterson, más de 40 millones de americanos siguen pagando un promedio de 350 dólares al mes de la losa de 1,8 billones de deuda estudiantil que la Administración Biden se ha comprometido a condonar.
Economist Intelligence Unit (EIU) traslada estos hábitos a algunas latitudes emergentes. Su informe anual estipula que los gastos en hoteles y restaurantes se han incrementado en 2023 a su mayor ritmo desde la crisis sanitaria. Aunque todavía lejos de superar la cota de 2019 como, en cambio, han logrado las compras de muebles o combustibles para viviendas, bienes de mayor necesidad.
Como tampoco lo ha conseguido el tráfico aéreo, dice la Asociación Internacional del Transporte Aéreo, que se queda al 88% de los tránsitos de marzo de 2019, pese a que el turismo admite mayores desembolsos en los viajes y servicios de recreo vacacional. Dos gastos con vitola de exclusivos y selectivos, porque han adecuado sus ofertas con rapidez al encarecimiento de la energía y de los alimentos a una demanda que se ha beneficiado de los incrementos salariales.
5. Vienen etapas de incertidumbre
Según un amplio sondeo de Accenture entre más de 10.000 consumidores de 16 países, el 85% admite estar en un periodo de ambigüedad e incertidumbre, como si vivieran en una especie de "refugio o búnker" del que pueden salir a "volar hacia algún destino" o "gastar en un producto al por menor" concreto en un momento determinado, pero dentro de ciertos límites.
Los autores del estudio califican este comportamiento como "propio de la era de volatilidad y de resiliencia del consumo" que vive la economía global. Motivo por el que más de la mitad —el 56%— espera que el próximo sea un año "de mayores dificultades", y dos terceras partes afirman que "tomarán más precauciones" a la hora de decidir sus gastos.
La consultora Nielsen observa un efecto catalizador de estas alteraciones en los costes de vida que genera la cambiante coyuntura global, y, en especial, los altos tipos de interés y las presiones inflacionistas a largo plazo en las decisiones inminentes de gasto de los consumidores, de forma que les generan sentimientos contradictorios. Por ejemplo, predominan en ellos las expectativas de precios que presagian una etapa temprana de control de los IPC, a pesar de que el BCE retrasa hasta 2025 este escenario.
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