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Esta Semana Santa el turismo ha vuelto a ser el protagonista de los informativos y de las primeras planas de la prensa. Con un crecimiento del 10% en ocupación hotelera, desde el gobierno aseguran que España batirá un nuevo récord a final de año con 83 millones de turistas extranjeros. Favorecidos por las buenas temperaturas en la península, esta temporada de abril, que ha concluido con el puente de Primero de Mayo, ha sido especialmente prolija para el turismo de sol y playa, igualando al habitual turismo de interior de pasos y procesiones de Semana Santa.
La buena salud turística se ha convertido en la principal aliada del gobierno de Rajoy, que presume del crecimiento y de la creación de empleo en el sector servicios. El turismo ya representa el 11% del PIB y acaba de ser nombrado por segundo año consecutivo -por el Foro Económico Mundial de Davos- como el destino más competitivo del mundo. El profesor de la Universidad de Nebrija Manuel Figuerola pone matices a la euforia transmitida desde el Ejecutivo: “Los medios no han parado de reproducir que las cifras han estado en torno a un 90% de ocupación hotelera en Semana Santa. El dato real, a febrero de 2017, es que los residentes habían caído respecto al año pasado un 7’3%. Posiblemente en marzo y abril habremos recuperado ese porcentaje perdido, pero estamos cifras parecidas respecto año pasado”.
A pesar del optimismo de gobierno, los expertos subrayan que este crecimiento es debido principalmente a factores exógenos.
España se ha visto beneficiada por la inestabilidad y el terrorismo en países del Mediterráneo como Turquía, Egipto y Túnez para atraer a turistas de todo el mundo que buscan seguridad. Para los profesionales, el gran reto que tiene por delante nuestro país consiste en intentar fidelizar este turismo prestado por otros países del área mediterránea. “En los foros turísticos ya se está hablando de cómo se podría retener a esta demanda que nos elige por una coyuntura global. Una de las variables que más está incidiendo para que nos elijan como destino es la seguridad frente a otros países de nuestro entorno. El mantenimiento de esa seguridad es fundamental. Desde el punto de vista turístico, España hizo una apuesta muy fuerte desde el año 2000 en calidad turística con certificaciones que se han ido implementando en el sector; así como la hospitalidad de los españoles, nuestra climatología y las infraestructuras de transporte”, relata Alejandro Sepúlveda -consultor de turismo y dirección hotelera-.
El 2017 ha sido declarado por la Asamblea General de Naciones Unidas como el Año Internacional del Turismo Sostenible para el Desarrollo. Con esta mención, explica la portavoz de la OMT (Organización Mundial de Turismo) Sandra Carvao, el turismo entra de lleno por primera vez en la agenda y los objetivos de desarrollo sostenible: “Es un reconocimiento de cómo el turismo puede contribuir al cumplimiento de la Agenda 2030. Está mencionado específicamente en tres de los objetivos: el que tiene que ver con crecimiento económico y creación de empleo, los padrones de consumo y producción sostenible, y en lo referente a la conservación de los océanos y las zonas costeras”.
Estas alertas, subraya la portavoz de la OMT, suponen una ocasión fundamental para llamar la atención sobre un sector que está creciendo de forma exponencial y que ya representa uno de cada 11 empleos en el mundo. El 10% del PIB mundial.
Pese a estas advertencias, el Ejecutivo de Rajoy sigue prevaleciendo con sus políticas la afluencia masiva de turistas al litoral peninsular concentrados en los meses de verano. La marcada estacionalidad del modelo turístico español lleva aparejada cantidad, pero no calidad. En palabras de Manuel Figuerola -profesor de la Universidad de Nebrija- el turismo en España es muy eficaz, pero a la vez muy ineficiente: “Somos muy eficaces porque el turismo contribuye al 11’6% del PIB, pero no lo aprovechamos como factor de rendimiento económico. No es cuestión de buscar más turistas, con menos turismo podríamos obtener los mismos rendimientos”.
Como muestra de ello, a pesar de que el número de visitantes crecerá en la media anual en torno al 6%, la estancia media ha experimentado una caída del 3’2% respecto al ejercicio anterior. Hay más turistas, pero están menos tiempo.Para el consultor Alejandro Sepúlveda, España resulta un destino muy barato para los extranjeros que buscan turismo de sol y playa: “Los expertos consideran que para que un destino sea competitivo tiene que superar los 100 euros de gasto medio diario y las 11 pernoctaciones. Aunque en los destinos urbanos como Madrid y Barcelona si llegamos a esa cifra, los destinos de sol y playa están por debajo”. “España es el único país en el que por 70 euros al día, que es la media de una estancia de un turista internacional, damos cinco comidas y alojamiento. No quiero decir que llegáramos a 100 euros, pero aumentando 10 o 15 euros no supondría una pérdida en cuanto al rendimiento. Tenemos el doble de turistas que Francia y ellos obtienen los mismos ingresos”, añade Figuerola.
El importante crecimiento y competitividad mundial del sector turístico patrio no se ha visto reflejado en una mejora del empleo estable y de las condiciones laborales. Uno de los grandes problemas es la productividad, defiende el profesor Figuerola: “La productividad del empleo del turismo respecto al resto del sector servicios es muy baja. Damos un servicio muy barato que se traduce en una menor formación y especialización del empleado que solo lo quieren para unos meses determinados”.
Las cifras de creación de empleo en 2016 reflejan que el 95% de este era temporal. En el global del sector, según datos de la EPA, el 60% de los trabajadores gozan de contrato indefinido y el 40% trabajan de manera temporal. Así, mientras el número de visitantes y pernoctaciones se ha incrementado en los últimos ocho años entre un 20% y un 23%, el del empleo ha crecido un mero 0,63%. “Esto demuestra a las claras que el crecimiento y la rentabilidad de la planta hotelera española descansa sobre la plantilla y precariedad que padecen los trabajadores y trabajadores de este sector primordial en la economía española”, denuncian desde CCOO.
Ernest Cañada, autor del libro 'Las que limpian los hoteles', considera que el importante avance del turismo tras la crisis ha dotado de mayor poder a los empresarios hoteleros para imponer condiciones laborales abusivas: “La reforma laboral ha provocado que en el sector se sientan más fuertes que nunca, aunque hay empresarios como Antonio Catalán de AC Hoteles que critican la reforma abiertamente.
Los empresarios no pueden estar apostando a la degradación de las condiciones laborales del sector. Es imposible que las trabajadoras puedan dar un buen servicio trabajando a golpe de ibuprofeno y de ansiolítico. Cuando los países competidores en el turismo puedan recuperarse, esta pérdida de calidad se verá traducida en una desprofesionalización del sector”.
La turistificación, principal amenaza para el sector turístico
El atractivo de nuestro territorio como destino barato ha insertado a España bajo la amenaza de la turistificación. Hace apenas un año la gentrificación -y su derivada en el turismo- pasaban desapercibidos para la sociedad y los medios. Hoy en día, el eco de las protestas de los vecinos de Barcelona ha desencadenado un fuerte rechazo hacia el turismo y plataformas de economía sumergida como Airbnb.
El sociólogo Daniel Sorando y el urbanista Álvaro Ardura publicaban el pasado año el libro 'First We Take Manhattan', que instala el foco sobre el negocio inmobiliario que está empezando a cambiar los centros urbanos de nuestro país. “Hay una trama clara de negocio en torno a los centros urbanos. La turistificación es aún más problemática que la gentrificación, pese a que el resultado sea de ambas sea la expulsión de las capas humildes, en la primera las viviendas son adquiridas por gente extranjera que no tiene ningún lazo con los vecinos”, detalla Daniel Sorando.
En España, relata el autor, el fenómeno más vigente es el de la turistificación debido a la pérdida de poder adquisitivo de las clases medias: “Para que se produzca la gentrificación tiene que haber unas clases profesionales con un poder adquisitivo para adquirir estas propiedades. En España esa clase media ha decaído y los profesionales extranjeros sí se pueden permitir pagar precios muy altos, ya que el centro urbano de Madrid y Barcelona es mucho más barato que el centro de París, Londres o Nueva York”.
Este fenómeno se está viendo agravado por los intereses del sector inmobiliario que han visto en los centros urbanos un nuevo nicho de negocio, denuncia Sorando: “Los fondos de inversión, inmobiliarias y constructoras se han olvidado de construir viviendas en la periferia. Les resulta mucho más barato la rehabilitación de viviendas en el centro porque la demanda de turistas es creciente”.
Con este panorama, las últimas encuestas reflejan que ya son mayoría los barceloneses que abogan por limitar el turismo. En opinión de los profesionales del sector, esta situación supone un grave peligro y pone en evidencia la necesidad de contar con el beneplácito de la población local para el desarrollo turístico. “Si tenemos a la población local en contra, no existe el turismo sostenible. A partir de experiencias de gobierno directo y de democracia participativa se puede avanzar para tener consenso. Hay que incorporar a la población local como parte fundamental del modelo turístico porque si se pierde la autenticidad de las ciudades se convertirán en parques temáticos”, asevera Alejandro Sepúlveda.
Para el autor de 'First We Take Manhattan', las ciudades españolas corren el riesgo de seguir el mismo camino que el corazón de Nueva York: “Necesitamos recuperar el control de las ciudades y eso solo se puede hacer reservando suelo público para viviendas de alquiler social. París ha determinado que el Ayuntamiento tiene derecho preferente, en caso de venta del propietario, para adquirir y convertir los edificios en vivienda social.
En Berlín, los nuevos contratos de alquiler o las renovaciones no podrán superar un porcentaje del valor del anterior contrato para limitar la subida del precio que lleva aparejada la gentrificación”. El turismo de interior, el gran olvidado para combatir la estacionalidad.
El turismo de interior, el gran olvidado para combatir la estacionalidad
Uno de los grandes perjudicados por el predominio del turismo de sol y playa es el de interior. La profunda estacionalidad es una clara asignatura pendiente del turismo español, cuyos viajeros rurales únicamente representan el 2’8% del total y el 1’8% de las pernoctaciones globales –según datos del INE-.
Esta realidad es una reivindicación recurrente en las ferias internacionales de turismo de interior, más conocidas como Intur, donde las asociaciones y federaciones empresariales expresan su malestar ante el olvido de las administraciones. “Hay una serie de planes de desarrollo y de subvenciones siempre enfocadas al turismo de masas de costa. En Europa, países de interior como Austria, tienen planes de desarrollo de hotelería en zonas rurales. En la zona del Tirol encuentras multitud de pequeños alojamientos hoteleros donde se potencia el modo de vida de esas poblaciones y que puedan tener unos ingresos derivados del turismo de naturaleza”, relata Ángel Luis Sanz –gerente de una de las empresas pertenecientes a FETAVE (Federación Empresarial de Asociaciones Territoriales de Agencias de Viajes Españolas).
A pesar de que España cuenta con la mayor superficie de espacios protegidos de Europa -137.000 km2 seguida de lejos por Francia con 68.000 km2-, estamos a la cola de lugares visitables. “Solo tenemos unos 42.000 km2 habilitados para poder visitar, con una superficie protegida que dobla a países como Francia y Alemania. Alemania tiene 200.000 km de caminos y países más pequeños como Bulgaria superan a España”, subraya Ángel Luis.
Los caminos naturales se encuentran con las reticencias de las agencias medioambientales y de las comunidades autónomas, que no ven con buenos ojos la alteración de los parques nacionales y naturales. Esta situación supone una incongruencia, añade el gerente de Arawak Viajes: “De esta manera estamos potenciando que la gente se acerque en coche a los alrededores de los espacios naturales y se masifiquen, como en el caso del Teide, dónde podrían existir 5.000 kilómetros de caminos por todo su entorno para ser recorridos de manera natural”.
Aunque no le gusta el término masificación, el catedrático Manuel Figuerola reconoce que el turismo de sol y playa está muy densificado y urge una redistribución de los flujos turísticos: “España es un país prácticamente virgen en todo el interior peninsular. Tenemos lugares donde se ven obligados a emigrar por falta de trabajo y se nos olvida que el turismo es uno de los sectores que mayor empleo puede crear”.
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