Mucho se ha hablado de la operación ultrasecreta que pudo haber trazado Putin con el fin de poner al frente de la Casa Blanca a un botarate como Donald Trump, una movida geoestratégica que supuestamente implicaría chantajes de alto nivel, videos comprometedores y chicas ligeras de ropa. Sin embargo, apenas se ha mencionado la posibilidad de que el hechicero del Kremlin lograra colocar a otro títere ruso en Downing Street por el procedimiento expeditivo del cambiazo, algo que se veía venir tras el sorpresivo fichaje de Daniel Craig para encarnar a James Bond, es decir, el arquetipo mismo de lo británico interpretado por un actor que no sólo parece ruso sino que se parece a Putin cuando conducía un taxi.
Los rusos y los británicos llevan en danza mucho antes de la Guerra Fría, desde los tiempos decimonónicos en que jugaban al ajedrez entre el Hindú Kush, Mongolia, la India y el Himalaya. La gente ya echa de menos el James Bond de Craig, pero cuando el tío firmó el contrato para protagonizar la franquicia lo cierto es que los fans no querían verlo ni en pintura. De Putin pueden decirse muchas cosas -casi ninguna buena- pero hay que reconocerle una malicia oriental y un sentido del humor que sólo puede denominarse eslavo. Llega a enterarse Churchill de que un día iba a sucederle en el cargo un tipo llamado Boris y se come el habano recién encendido. Y si llega a conocer a su sucesor, Boris Johnson, se come también la caja, el humidor y medio estanco.
Aparte del físico y del nombre, el bueno de Boris siempre ha tenido un aire de cosaco empapado de vodka, de bailar la polka con los tirantes desatados y la camisa por fuera. A Boris le van las fiestas por todo lo alto y no le importó que el país entero estuviera paralizado en mitad de una cuarentena por sorpresa para montar una rave en Downing Street a la que su secretario personal, Martin Reynolds, invitó a más de cien personas. La fiesta tuvo lugar el 20 de mayo de 2020, un poco después de la fecha en que Boris salía de la unidad de cuidados intensivos del hospital Saint Thomas tras su juerga particular con el coronavirus. No se sabía a cuantas personas podía haber infectado después de abrazar a un montón de dignatarios y de acudir a una audiencia con la reina, pero es evidente que había que celebrarlo.
No es casualidad que la filtración de esta noticia haya salido en el blog de Dominic Cummings, cerebro del brexit y antiguo asesor de Boris, con quien rompió peras en noviembre de 2020 y que se la tiene jurada desde entonces. Pródigo en bufonadas, Boris ya había protagonizado otro escándalo sucedido cinco días antes, el 15 de mayo, cuando celebró una fiesta a base de vino y pizza con buena parte de su gabinete en la que se fotografiaron sin mascarilla y bebiendo hasta las tantas. Los laboristas andan pidiendo su dimisión a voces y los conservadores están hasta las narices. De momento, Boris asegura que él no acudió a la fiesta del día 20 y dice que está esperando el informe oficial de la investigación para aclarar si estaba o no estaba. Lo mismo hay que llamar a James Bond para averiguarlo.
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