María Jiménez ha muerto y cada vez nos quedamos más huérfanas quienes entendemos el folclore no solo como un estilo musical, sino como una forma de estar en el mundo, de vivir, de sentir e, incluso, de hacer política.
Sus familiares han dicho que ha muerto en Triana, su Triana. En el comunicado decían que se ha ido "un espíritu indomable, una personalidad arrolladora, una mujer fuerte y valiente que luchó contra todas las adversidades más allá de lo imaginable". No me atrevería a describirla de otra manera. Quienes seguimos con admiración y respeto su obra, sabemos que no hay una forma más acertada, que no hay palabras que expresen mejor la expresividad y explosividad en los escenarios, la revolución de su música y el compromiso firme por las causas que consideraba justas.
Si pensamos en el poderío, su imagen de fuerza en los escenarios se nos viene inevitablemente a la cabeza. Las folclóricas, las mujeres como Rocío, como Lola, Concha, Pepa, Juanita, Carmen y, evidentemente, como María, son el ejemplo de lo que es el empoderamiento cuando toda la corriente va en tu contra. Mujeres que hablaron claro, evitando cualquier tipo de tutela, y que revolucionaron el mundo de la música y del espectáculo.
María Jiménez, además, fue una superviviente de la violencia de género que dijo "Se acabó" cuando aún no se visibilizaba la realidad que ocurría en la oscuridad de muchas casas españolas. Cuando lo que pasaba en cada casa, se ahogaba entre las paredes. Mientras se escuchaba lo de "a mi mujer no le pego ni mucho ni poco, solo lo normal", la carismática artista no tuvo ningún reparo en cantar a la vida, a la superación de una relación de maltrato. Mientras "lo de toda la vida" era llorar en las cocinas en silencio y con vergüenza, ella rompió la opacidad del miedo y lo cantó en los escenarios.
Estas semanas hemos escuchado de nuevo el grito de "se acabó". Hoy volvemos a recordar que no es nuevo. Las mujeres llevamos diciéndolo, exigiéndolo, muchos años. María lo dijo en 1978 y, 45 años después, lo dice Jenni Hermoso tras sufrir un abuso sexual y de poder por parte de Rubiales; y lo decimos las miles de mujeres que estamos cansadas de callar por miedo, por modestia o por sentirnos culpables. Culpables de haber sufrido situaciones de acoso.
Pero, la culpa nunca es nuestra. No somos culpables por reírnos antes, durante o después. No somos culpables de rehacer nuestra vida, de bebérnosla a sorbos largos o cortos como si no hubiese un mañana y de exprimir los días, porque quizás sepamos que la vida nos va en ello. No somos culpables y ya lo dijo la artista que hoy lloramos, cantamos y recordamos, "se acabó, porque yo me lo propuse y sufrí como nadie había sufrido y mi piel se quedó vacía y sola, desahuciada en el olvido. Y después de luchar contra la muerte empecé a recuperarme un poco y olvidé todo lo que te quería, y ahora ya mi mundo es otro". Porque sí, tenemos el derecho como víctimas a superar, a olvidar, a contarlo o no, a llorar o a reír y, sobre todo, a crearnos otro mundo donde sentirnos más seguras.
La trayectoria de lucha de María Jiménez no se quedó únicamente en visibilizar la violencia de género y colocarse como referente de mujer empoderada; también fue la gran musa, la gran imagen, de la transición andaluza. Fue la Juana de Arco de la conquista de la Autonomía.
La gira histórica consistió en una serie de conciertos organizados para promocionar el sí en el referéndum de autonomía. Cansados de mítines largos y aburridos, de espacios donde se recordaba el sufrimiento y el dolor de los años pasados, la música andaluza era el oasis para sentir la libertad que estaba despegando poco a poco en nuestro país. La gira histórica es ese sueño imposible con el que seguimos fantaseando quienes no tuvimos el privilegio de vivirlo. Grandes estrellas eternas compartiendo cartel: Camarón, Silvio, Carlos Cano, Alameda, Pata Negra y, evidentemente, María Jiménez. La aún joven artista fue convencida con un "María, te tienes que venir. Tú eres lo único que no apesta a franquismo en España, que lo ha dicho Felipe González". Y así fue. María se subió a los escenarios y revolucionó la historia no solo de la música, también de Andalucía.
Hoy nos despedimos de su persona. Su último deseo era irse por todo lo alto. Despedirse de una forma tan singular que ni la mismísima reina de Inglaterra pudiese alcanzar, ni tan siquiera desear: que su féretro fuese paseado en coche de caballo por las calles de Triana. Se hará realidad. Lo que no sabremos es si la eterna artista se esperaría todo el amor, el recuerdo y el cariño que deja aquí. Lo que no sabremos es si soñaría que, muchos años más tardes, generaciones más nuevas, siguiesen cantando "Se Acabó" como el himno de liberación, autonomía e igualdad que ella creó.
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