Otras miradas

Del Ingreso Mínimo Vital a la Renta Básica Universal

Ramón Soriano

Catedrático emérito de Filosofía del Derecho y Política de la Universidad Pablo de Olavide de Sevilla.

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El 27 de diciembre de 2023 el Gobierno anunció el traspaso del Ingreso Mínimo Vital a las Comunidades Autónomas que lo solicitaran. El día siguiente, 28, tuvo lugar una concentración ante el Ministerio de Inclusión, Seguridad Social y Migraciones con protestas por la ineficacia y mala gestión de este ingreso concebido para las personas vulnerables en situación de precariedad. Arreciaron las críticas en numerosos medios. Y también, acompañando a las críticas, las voces de quienes promueven una renta básica universal como solución final de los problemas ocasionados por los subsidios sociales.

He defendido esta renta, a la que he dedicado larga atención culminada en mi libro Por una renta básica universal. Un mínimo para todos. Una renta básica universal no es cosa de visionarios. Se aplica en el Estado de Alaska. Fue legalizada por el Gobierno Lula en Brasil. Ha sido objeto de referéndum en Suiza. Tiene defensores en las corrientes políticas: liberal, socialista y republicana.  

La renta básica universal (RBU) es un ingreso mínimo sin condiciones. Es básica, es decir, un ingreso mínimo y modesto cuyo objetivo es la atención a las necesidades más elementales. Y es universal porque se aplica a todos los ciudadanos/as. Ésta sería la definición más simple: "un ingreso mínimo incondicionado concedido a los ciudadanos/as para atender a sus necesidades básicas". La RBU no es un subsidio social más, sino una alternativa a los mismos. No se identifica con los subsidios sociales vigentes, presentes en la legislación laboral, que se conceden a las personas que cumplen unos requisitos detallados y numerosos establecidos en la legislación.   

¿Es posible encontrar un argumento solvente favorable a la renta básica universal? 

Frente a la sorpresa inicial de quien oye hablar y defender por primera vez una RBU el mejor método es la explicación de los argumentos a favor y en contra de esta renta. Los argumentos clásicos más relevantes en favor de la RBU son la erradicación de la pobreza –al menos de la pobreza de solemnidad–, la evitación del estigma social del pobre, y el avance en la igualdad material -un paso en la conquista del Estado social de Derecho- pues es necesario un mínimo económico para acceder al disfrute de los derechos. 


 Además hay argumentos de épocas. Cito el argumento de los liberales del siglo XVIII: la compensación por el robo de la propiedad comunal de la tierra, que perpetraron las primeras generaciones y posteriormente los dueños de los medios de producción. Y refiero también el argumento más novedoso de nuestra época, época de la igualdad de género, consistente en la compensación a la mujer por su trabajo doméstico no retribuido, ya que la RBU tiene un destinatario individual, tanto el hombre como la mujer. 

En el otro lado, el de los críticos de la RBU, los argumentos clásicos más relevantes son la quiebra del principio de reciprocidad, ya que se recibe la renta sin una contraprestación a cambio, como es el trabajo, la inviabilidad económica de una renta de esta característica y el fomento de la vagancia. 

Los críticos de la RBU oponen el principio de reciprocidad, que es vulnerado con su aplicación. Este argumento no está bien planteado a mi juicio, porque hay que poner la reciprocidad en relación con las personas, y respecto a las personas todas reciben la misma renta, luego no falla la reciprocidad. Fallaría si el monto de la renta fuera distinto o si los que trabajan no la recibieran. Pero todos están en la misma situación. En este planteamiento se olvida que la RBU es gratuita para todos; todos la reciben, como reciben las libertades, sin que sea una contraprestación al trabajo. Luego el invocado principio de reciprocidad no posee la fortaleza que pretenden quienes lo esgrimen. 


Los otros dos argumentos, el de la inviabilidad y la vagancia, son argumentos contrafácticos, porque los hechos demuestran su falsedad. La inviabilidad de la RBU es un criterio político falso más que un argumento contrastado. La RBU es cara, pero viable. Y no es tan gravosa como pueda parecer a primera vista, porque su implantación comportaría por otro lado una importante reducción de gastos en dos grandes capítulos: a) el montante económico extraordinario de los actuales subsidios sociales –una sangría del Estado y de las Comunidades autónomas–, que en gran parte dejarían de existir con la vigencia de la RBU, y b) la alta cifra de los gastos por el mantenimiento de las administraciones y servicios dedicados a la concesión, funcionamiento y vigilancia de los subsidios sociales. 

Hay numerosos proyectos de simulación de la RBU realizados por economistas de prestigio utilizando diversos criterios de financiación –impuestos a las altas fortunas, a las transacciones bancarias, a las empresas contaminantes, a las transmisiones patrimoniales, etc.– Uno de los primeros proyectos, el de Thomas Paine, a finales del siglo XVIII, empleaba como fuente de financiación un porcentaje de las transmisiones hereditarias, que iban a un fondo de "renta del suelo" (nombre que él daba a esta renta). Actualmente los economistas en torno a la Red de la Renta Básica han realizado simulaciones con diversos criterios de una RBU para nuestro país. Creo que la mejor forma de financiación de la RBU no es escoger y aplicar un único criterio, sino la combinación de varios. 

Tampoco está empíricamente contrastado que la RBU sea una fuente de vagancia y ociosidad. Los proyectos llevados a cabo demuestran lo contrario. El reciente desarrollado en Finlandia aporta como resultado que la mayoría de los beneficiarios de una renta básica no se contentan con ella y buscan un trabajo complementario. Mejorar su situación económica y social es una aspiración natural de las personas, que no van a limitarse al simple ingreso de la RBU.  


 ¿La renta básica universal, última conquista en la cadena histórica de los derechos? 

La RBU se sitúa en la cadena de la conquista de los derechos de vanguardia de las épocas históricas: el derecho a una ley y jurisdicción universales, el sufragio masculino, el sufragio femenino, la participación en la administración de justicia mediante el jurado. Contra el reconocimiento de estos derechos de vanguardia, de frontera en su época, se han esgrimido toda suerte de argumentos que hoy son insostenibles: el argumento del rango social contra la ley y jurisdicción universales cuando se consideraba que la división de la sociedad en estamentos y jurisdicciones correspondía al derecho natural; el argumento de la instrucción contra la extensión del sufragio masculino, cuando se esgrimía que la política era cuestión de ciencia y no de interés; el argumento de las capacidades contra el sufragio femenino, cuando se entendía que la mujer no era apta para el voto, porque éste exigía la capacidad del sentido común y la mujer era muy emocional y el argumento de la profesionalidad contra la figura del jurado, cuando se pensaba que únicamente los jueces de carrera estaban capacitados para emitir en el juicio oral el veredicto de si el inculpado era inocente o culpable. 

En este proceso de conquista de derechos vanguardistas incluso las mentes progresistas de la época se ponían del lado del rechazo al nuevo derecho, como he tenido la ocasión de comprobar examinando textos y debates parlamentarios. Pues bien, hoy, ahora, tenemos un nuevo argumento para rechazar la conquista de un derecho vanguardista: el argumento del trabajo, que como los anteriormente citados se opone al reconocimiento de una RBU. ¿Cómo van a recibir un estipendio del Estado quienes no trabajan? Antes hemos presenciado los argumentos del rango, el conocimiento, las capacidades mentales, la profesionalidad y ahora el trabajo. El trabajo pasa a la lista de los argumentos excluyentes.  

Sin embargo, la RBU no se opone al trabajo. RBU y trabajo juegan en distintas ligas. La RBU se fundamenta en la persona, en su dignidad, como las libertades. Así como nacemos con una serie de libertades, igualmente deberíamos nacer con un mínimo vital para nuestras necesidades básicas, porque sin ello no podríamos subsistir ni disfrutar de las libertades. Y cada cual es muy libre de trabajar donde quiera o donde pueda. Tengo para mí que el futuro considerará al criterio excluyente del trabajo de la misma manera que ahora percibimos, mirando hacia a atrás, a los otros criterios históricos excluyentes que antes he referido. 

Jacques Monod, el azar, la necesidad y la renta básica universal 

Jacques Monod, Premio Nobel de Medicina, publicó el libro El azar y la necesidad. Un libro de culto, muy leído o, al menos, citado en mi época de estudiante, que hablaba de la confluencia del azar y la necesidad en el avance del conocimiento científico. Después me he dado cuenta de lo importante que es la suerte en la historia de los acontecimientos políticos de la mano del maestro Maquiavelo: la lucha de la virtud contra la fortuna.  

La RBU entra en el juego del azar y la necesidad. Las ideas nuevas necesitan del momento oportuno para consolidarse; no valen por sí mismas; exigen el caldo de cultivo de una sociedad que sepa recibirla. En ocasiones asoman nuevas y buenas ideas en un momento de la historia, pero desaparecen porque la sociedad no está preparada; tienen que dormir en el sueño de la historia hasta emerger en el momento oportuno.

La RBU es una de esas nuevas ideas que aparecen y desaparecen, porque no encuentra a la sociedad que pueda recogerla. Hace acto de presencia con las crisis económicas y sanitarias, pero pasada la crisis la dejan de lado y abandonan. El azar, la crisis inesperada, sacan a flote a la RBU, pero la sociedad poco después se olvida de su necesidad. ¿Llegará un tiempo en que una sociedad la considere necesaria y la reconozca?

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