Que las mujeres sostenemos la vida y movemos el mundo, es un hecho. Las feministas llevamos poniendo sobre la mesa durante mucho tiempo lo que supone vivir en una sociedad en tensión continua entre el individualismo y el cuidado colectivo, entre el mercado y los servicios públicos, entre el capitalismo o la vida.
El trabajo de cuidados no es algo pasivo, aislado y parcelado que sólo hacemos en el ámbito privado o en determinadas circunstancias, casi siempre invisibles. También ponemos en el centro la vida cuando somos quienes damos el primer paso para organizar a nuestro entorno, y organizarlo de una manera diferente.
Es cuando ocurren crisis como la DANA en Valencia, cuando desde nuestro análisis feminista, nos toca ponernos en la piel de la cantidad de mujeres que, de manera anónima, invisible y poco valorada han sostenido y sostienen las tareas de cuidados que van más allá del fango o del barro que lo envuelve todo.
Mujeres encargadas de tareas que resuelven la vida diaria como dónde dormir, qué comer o dónde lavar las ropas. Completamente sobrecargadas de cuidados debido a la suspensión de las actividades lectivas, las dificultades para reabrir los centros de salud, centros de día, las ludotecas o servicios sociales.
Mujeres que se encargan de todo el sostenimiento emocional, de los apoyos necesarios en el afecto, del acompañamiento en los vínculos, en la desesperación o en las pérdidas.
Mujeres que, sin nombrarlo, se dejan la vida y los cuerpos en los cuidados de las familias, los barrios o la comunidad.
Cuidados que el sistema capitalista y patriarcal, nos ha hecho asumir con toda normalidad que han de resolverlos cada cual en su casa. En soledad, sin contar con los servicios públicos o con la comunidad.
Cuidados que pasan a un segundo plano en los momentos de crisis, donde socialmente asumimos como prioridad rehabilitar los espacios para la producción (carreteras, polígonos, tiendas, centros comerciales...) mientras no se da el mismo protagonismo a la reactivación de los espacios estatales para los servicios públicos y los cuidados colectivos, dejando otra vez a las mujeres en el sostenimiento de las viviendas y los espacios privados.
No son pocos los estudios que señalan que en momentos de crisis sociales o catástrofes se intensifica la violencia en los hogares. Ante la desesperación y el caos, el orden patriarcal relega a las mujeres a una situación mucho más vulnerable. Estamos mucho más expuestas a las violencias estructurales...
Las mujeres siempre hemos puesto el cuerpo en momentos de crisis, seguramente porque sabemos que seremos las primeras en sufrir la violencia. Desde el "Motín del Hambre" de 1652 hasta la férrea defensa indígena del Amazonas las mujeres hemos liderado revueltas populares que ponen en el centro la vida.
Tenemos claro que estamos más preparadas para responder a las crisis porque vivimos constantemente en una. Con el devenir del tiempo y los análisis feministas, hemos aprendido que lo que nos salva no es la ley del más fuerte sino el socializar nuestras preocupaciones y problemas para poder acuerparnos las unas a las otras.
Somos las mujeres las que nos encargamos de crear y organizar esas redes de solidaridad y cuidados que permiten sostener la vida. Además, estas redes se vuelven todavía más prioritarias en los momentos de crisis.
Articular todo el trabajo invisible de cuidados, propio de los momentos de crisis, suele ser tarea de las mujeres. Lo hemos visto en otros momentos de crisis con la presencia mayoritariamente de mujeres en espacios como la PAH o las despensas solidarias durante el COVID.
Es por ello que reivindicamos, por un lado, el papel prioritario de sostenimiento de la vida que cumplen estas redes invisibles que creamos las mujeres y por otro, la importancia de lo público, lo común, los servicios estatales que nos ayudan en esta tarea de cuidados ingentes y poco visibilizados que caen sobre nosotras.
Si esta visión feminista fuese la norma no se esperaría a que nos arrasasen las crisis, sino que planificaríamos una respuesta colectiva para que los cuidados fuesen la prioritarios.
Necesitamos cuidados para sobrevivir, para poder ser, para salir de las crisis. No queremos que los cuidados sean una cuestión privada. Queremos vivir en red, sostenernos unas a otras, acompañarnos y unirnos. Queremos poder sobrevivir en situaciones de crisis y, de paso, seguir avanzando hacia una sociedad más justa y mucho más feminista.
*Elena Pérez, Cristina Hernández, Aroha Nicolás, Afrodita Ruiz son militantes del Partido Comunista de Madrid, Canarias, Región de Murcia y País Valençià, respectivamente.
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