La alianza entre Trump y Putin libra a Moscú de la guerra arancelaria y refuerza a Rusia ante Europa
Trump apuesta sin titubeos por el deshielo con Rusia al excluir a Moscú de su guerra de los aranceles y refuerza así la estrategia del Kremlin ante Ucrania y Europa.

La cruzada arancelaria lanzada por el presidente estadounidense, Donald Trump, perdona a Rusia y convierte a este país en un eventual instrumento de Washington para doblegar más a Europa, debilitando la posición de Bruselas en la guerra de Ucrania y forjando una futura pinza económica y de seguridad estratégica con Moscú y contra la Unión Europea.
Esta posición favorece al Kremlin, que aplaude la incertidumbre generada por Trump en Europa, el mayor bastión de apoyo hacia Ucrania. Una incertidumbre que abre para los aliados europeos de Kiev un frente mucho más peligroso que el que le supone su alineación contra Moscú, como han puesto en evidencia las caídas masivas en las bolsas y mercados de todo el mundo.
El objetivo de Trump es desgastar a Europa y anular las renuencias de los antiguos aliados europeos al orden mundial proteccionista, pero liderado geopolíticamente por Washington, que está gestando el nuevo inquilino de la Casa Blanca.
Estos pasos refuerzan la posición militar de Rusia en Ucrania, que se ve abocada a aceptar lo que diga EEUU para iniciar unas negociaciones de paz, y sirve a Washington para presionar a sus "aliados" en la OTAN en la dirección del cambio de paradigma de la Alianza que promueve la Administración Trump, con mucho más gasto asumido por el resto de socios y una desviación de la política de disuasión del bloque militar hacia Oriente, y en concreto hacia China.
EEUU tiende la mano a Rusia en medio del caos
Con su decisión de no gravar más el comercio con Rusia, ya tocado por el castigo derivado de la guerra de Ucrania, EEUU tiende de esta forma la mano a una economía que en los últimos años se ha visto sometida al acoso de las sanciones occidentales, también las estadounidenses, pero que ha sobrevivido a esa presión diversificando los mercados de sus hidrocarburos hacia China, India y muchos países del llamado Sur Global, con fletes de crudo y gas mucho más baratos que aquellos con los que abastecía Europa.
Pero sobre todo, Rusia ha desarrollado una economía de guerra que tiene toda la admiración del Trump autocrático y que también despierta la avidez de su espíritu empresarial radical. La imaginación desbordada del mandatario estadounidense ya ve a EEUU de la mano de Rusia en la explotación de los inmensos recursos naturales del Ártico desde sus también imaginadas nuevas bases comerciales en Groenlandia, o accediendo a las tierras raras y reservas inmensas minerales rusas para así desafiar al poderío global chino.
En este sentido, Trump parece pasar por alto varias cuestiones. En primer lugar, Rusia y China mantienen una alianza estratégica que pese a sus altibajos y desconfianzas mutuas es mucho más fiable para el Kremlin que la que pueda mantener jamás con EEUU, cuya actitud hacia Moscú ha sido de presión y doble rasero desde que cayó la URSS en 1991.
Además de la desconfianza que es innata en la geopolítica rusa hacia Washington, fundamentada en todas las trampas que sobre la expansión de la OTAN tendió EEUU a Rusia en los años noventa y 2000, el Kremlin no olvida una realidad: ambos países son las dos superpotencias nucleares del planeta y, por tanto, adversarios reales y potenciales enemigos, suceda lo que suceda a corto plazo.
El desgaste de Europa, objetivo común de EEUU y Rusia
Sin embargo, en estos momentos, en ese corto plazo, el entusiasmo belicista comercial de Trump contra todo el mundo y especialmente contra los tradicionales aliados de Washington, desde Bruselas a Tokio, conviene y mucho a la estrategia de Moscú en Europa: ayuda a Rusia en su apuesta por debilitar a los grandes países de la UE y refuerza la posición rusa en la guerra de Ucrania.
Son demasiados frentes los abiertos para los países europeos, con su compromiso para disparar el gasto en defensa (que quedará finalmente muy lejos de los 800.000 millones de euros propuestos por la Comisión Europea), mantener la multimillonaria ayuda en armas a Ucrania (que Bruselas demandaba entre 20.000 y 40.000 millones de euros para este año) y subir, además, la contribución de cada país en un 5% del PIB para el presupuesto de la OTAN, al tiempo que se afronta el maremoto económico que supondrá esta guerra arancelaria.
Este desgaste se reflejará en breve en el propio apoyo europeo a Ucrania, donde la guerra, inclinada cada día más a favor de Rusia y sin posibilidad alguna de que Kiev recupere el territorio anexionado por Moscú, va a requerir un esfuerzo sin parangón. Un esfuerzo que se duplicará si, como se está viendo, Trump se acerca cada día más al presidente ruso, Vladímir Putin, mientras éste hace sus jugadas, de momento las más hábiles en esta partida geopolítica.
Dificultades también para Rusia por la guerra arancelaria
Pese a todo, Rusia no tiene todas las de ganar con el sismo que ha provocado Trump y su subida generalizada de las tarifas arancelarias a casi todo el mundo
Es posible que Moscú pueda incrementar las ventas de gas natural licuado a China y otros países que recibían ese combustible de EEUU y que ahora se puede encarecer notablemente. En el caso de China, según la agencia Reuters, las importaciones de gas licuado de EEUU alcanzan los 6,5 millones de toneladas al mes, es decir, del 4% al 12% del total de importaciones chinas de ese combustible.
Pero el daño que estos aranceles estadounidenses pueden ocasionar a la economía global podría ser más oneroso, y no solo para las exportaciones de hidrocarburos, en caso de que el mundo se vea empujado a una recesión global.
Así lo señaló a la cadena alemana de noticias Deutsche Welle el economista ruso Dmitri Nekrasov: "Rusia también sufrirá mucho si se rompen las cadenas logísticas (en el comercio mundial). En primer lugar, el golpe se lo llevarán los países del este y sudeste asiático con desmesuradas exportaciones, como China y Vietnam. Pero después se verán afectados los países que exportan recursos a estos países", como es el caso de Rusia.
¿El fin de las sanciones a Rusia?
Puede ocurrir, no obstante, que algunos países se sientan tentados a saltarse las sanciones que impuso a Rusia el anterior presidente estadounidense, Joe Biden, y empezar a comerciar con Moscú por productos y combustible mucho más baratos. Esas sanciones no estaban dirigidas tanto contra el Kremlin, como contra los países que comerciaban con empresas rusas.
En este sentido, puede suceder que "el día de la victoria" proclamado por Trump con su subida masiva de aranceles lleve a una reconsideración de la efectividad o incluso la perdurabilidad de las sanciones occidentales impuestas a Moscú, especialmente las estadounidenses. Nada más inaugurar su mandato el pasado 20 de enero, el propio Trump ya se planteó la posibilidad de retirar esas sanciones y ahora podría haber llegado el momento.
¿Y la guerra de Ucrania?
"Si el mundo entero queda involucrado en una guerra comercial, ciertamente a nadie le importará lo que pase con Rusia y Ucrania", explicó Nekrásov.
Tal fue también la preocupación evidenciada este viernes por el secretario general de la OTAN, Mark Rutte, quien insistió una y otra vez a los 32 socios de la Alianza reunidos en Bruselas en que "Rusia sigue siendo la mayor amenaza para la OTAN", y no los aranceles. Rutte reiteró a los ministros de Exteriores de los países aliados que no debían dejarse confundir por la ofensiva lanzada por Trump con sus medidas tarifarias.
Así, Rutte instó a los miembros de la Alianza a "separar" ambos asuntos y a no permitir que la estrategia de Trump interfiera en el objetivo de la defensa común y su reflejo en la guerra de Ucrania.
Sin embargo, tal es, precisamente, la oportunidad que esperaba Putin para resolver a su favor el conflicto de Ucrania y reforzar sus incipientes lazos con Trump. Mientras todo el planeta estaba pendiente de la guerra arancelaria, Putin daba un paso certero y despachaba el miércoles a Washington a Kirill Dmitriev, su representante para inversiones y cooperación económica.
Este viaje ha sido de la mayor importancia porque es el primero que ha realizado a Washington un alto cargo ruso desde el comienzo de la guerra el 24 de febrero de 2022. Y los resultados, según el propio Dmitriev, han sido muy positivos, con "pasos adelante en un gran número de temas".
Por ejemplo, Dmitriev se reunió con el enviado estadounidense para Oriente Próximo y Rusia, Steve Witkoff, de ahí que la guerra de Ucrania ocupara buena parte de las conversaciones. El presidente estadounidense quiere ya una salida del conflicto, pero la situación es más que complicada.
En el campo de batalla, Rusia lleva todas las de ganar y por tanto no le corre prisa alcanzar un alto el fuego definitivo. Ucrania, por su parte, podría perder hasta una quinta parte de su territorio, algo difícil de perdonar por los propios ucranianos en unas elecciones que se celebrarían tras el armisticio. Y el presidente ucraniano, Volodímir Zelenski, tiene pocas ganas de dejar el poder ahora, cuando su país, incluso aunque perdiera la guerra, va a tener mucho que decir en la seguridad de Europa en los próximos años.
Los países europeos, los únicos aliados fiables que le quedan a Ucrania tras el viraje de EEUU hacia Rusia, también apuestan por aguantar la guerra hasta que, con una multimillonaria ayuda en armas, el ejército de Kiev quizá pueda equilibrar las cosas. La cuestión está en que esas armas lleguen a tiempo, algo que con la debacle provocada por Trump no está garantizado.
Una guerra ya inasumible
Trump sabe que ahora puede presionar a Europa con su ofensiva arancelaria, también en lo que se refiere a la resolución del conflicto ucraniano, al convertir esta guerra en una carga inasumible para los europeos.
Y no solo. Rusia y EEUU tienen las manos libres para forjar una entente de seguridad y economía a nivel mundial. Dmitriev lo dijo a la CNN: "En estos momentos no pedimos un alivio de las sanciones. Simplemente estamos valorando que, si EEUU quiere tener más negocios con Rusia, entonces pueden hacerlo".
Parece claro que la guerra comercial global de Trump no tiene ninguna intención de ahondar las diferencias con Rusia, más bien todo lo contrario.
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