Quién es Daniel Noboa y por qué ha ganado las elecciones en Ecuador
Hijo del hombre más rico de Ecuador y ligado a la corriente contraria a Rafael Correa, Noboa ha prometido fuertes reformas con un discurso centrado en la seguridad.

Álvaro Noboa, el hombre más rico de Ecuador, se postuló cinco veces a la presidencia de Ecuador. Y cinco veces perdió; las tres últimas frente a su "bestia negra", el expresidente progresista Rafael Correa (2007-2017). Pero el rey del banano (sus empresas controlan la producción de uno de los principales productos de exportación ecuatorianos) no se desanimó por ello. Y don Álvaro pensó entonces en uno de sus hijos, Daniel, para concretar el sueño familiar de instalarse en el Palacio de Carondelet de Quito, sede la presidencia.
Daniel Noboa Azín (Miami, 30 de noviembre de 1987) era, hasta hace dos años, casi un desconocido en el mundo político ecuatoriano. Había logrado en 2021 un acta de diputado en la Asamblea Nacional por el Movimiento Ecuatoriano Unido. Previamente a su inmersión en política, había cursado estudios de dirección de empresas y comunicación en prestigiosas universidades estadounidenses, como la Stern School of Business de Nueva York, la George Washington y la Harvard Kennedy School. Su madre, Annabella Azín, médico de profesión, se presentó a las elecciones legislativas en febrero y logró ser la candidata a diputada más votada. Entre madre e hijo tendrán ahora en su mano el poder ejecutivo y una gran influencia en el legislativo. Todo queda en familia.
La crisis institucional que vivió Ecuador durante el mandato de Guillermo Lasso (2021-2023) acabaría catapultando de manera azarosa la carrera política de Daniel Noboa. Las denuncias de corrupción acorralaron a Lasso, un banquero devenido a político, y antes de que la Asamblea Nacional lo destituyera, decretó la denominada "muerte cruzada", con la que disolvía el Congreso y convocaba a nuevas elecciones.
Noboa, que llegó a ser socio político de Lasso, se presentó a los comicios de agosto de 2023 sin muchas expectativas de pasar a una hipotética segunda vuelta y bajo el paraguas de la Acción Democrática Nacional (ADN), una coalición conformada por partidos conservadores. Andaba perdido en las encuestas hasta que se perpetró el asesinato de Fernando Villavicencio, un candidato presidencial muy popular que se había hecho célebre por sus denuncias de corrupción durante los gobiernos de Rafael Correa. La campaña dio un vuelco entonces. La viuda de Villavicencio acusó al correísmo de estar detrás del atentado. Y Noboa, inesperadamente, fue el segundo candidato más votado tras Luisa González, la dirigente de la Revolución Ciudadana de Correa. Para la segunda vuelta, los medios de comunicación más poderosos estigmatizaron a González y Noboa, que fue presentado por esos mismos medios como un líder moderado, se hizo con la presidencia.
Nunca se podrá saber qué habría pasado si Villavicencio no hubiera sido asesinado. O si su viuda, Verónica Sarauz, no se hubiera visto influenciada por la fiscal general del Estado, Diana Salazar, quien le aseguró entonces que tenía pruebas contundentes de la responsabilidad del correísmo en la muerte de su esposo. Hace unos días, Sarauz denunció públicamente haber sido víctima de un gran engaño por parte de Salazar y de estamentos políticos y policiales del país. Pero su rectificación parece haber llegado demasiado tarde y no ha evitado que Noboa haya revalidado su triunfo electoral.
La holgada victoria de Noboa en las elecciones del domingo no ha sido reconocida por la oposición. Luisa González, la candidata del correísmo que ya perdió en 2023, ha vuelto a experimentar una dolorosa derrota cuando las encuestas vaticinaban un empate técnico, es decir, un resultado mucho más ajustado que esos doce puntos porcentuales de diferencia con los que le ha batido Noboa (56% frente al 44%). González y Correa han denunciado fraude y han exigido un recuento de los votos. Pero más allá de las dudas que genera esa amplia brecha de votos, habría qué preguntarse por qué a Noboa le respaldó ya un 44% de los electores en la primera vuelta, celebrada hace dos meses, el mismo porcentaje que logró captar González.
Inseguridad y el fantasma de Venezuela
El aval de una mayoría (o, al menos, de la mitad del electorado) a un presidente como Noboa sólo se entiende por el miedo que ha sabido infundir el mandatario en la sociedad ecuatoriana. Miedo a la violencia del narcotráfico y las pandillas y miedo ante la espuria comparación que ha hecho el oficialismo entre la Revolución Ciudadana y el Gobierno de Nicolás Maduro. A Venezuela recurren siempre los populismos de derechas latinoamericanos y las grandes corporaciones de comunicación para tratar de deslegitimar a los candidatos progresistas. La trayectoria de Ecuador en tiempos de Correa fue muy distinta a la de la Venezuela de Chávez y Maduro, pero el Gobierno de Noboa y sus medios de comunicación afines no han dejado de martillear a la opinión pública con esa asociación.
La espiral de violencia que sufre el país desde hace varios años ha llevado a muchos electores, como ocurriera en El Salvador, a dar por buena la estrategia de mano dura que Noboa, como Nayib Bukele en el país centroamericano, ha planteado como única solución para combatir al crimen organizado. El Plan Fénix con el que militarizó el país recibió un respaldo popular hace un año en el referéndum que promovió cambios constitucionales para que el Ejército realizara tareas de apoyo a la Policía. Pese a toda esa parafernalia institucional, el narcotráfico no ha hecho más que avanzar en el país, infiltrándose, como ya lo hiciera en México y Colombia, en todos los resortes del poder. Con su reelección, Noboa le ha pedido más tiempo a los ecuatorianos para que su plan revierta los altísimos índices de homicidios que registra el país más violento de América Latina. El presidente se mira en el espejo salvadoreño. Su cercanía con Donald Trump le dan alas para ahondar en esa política de seguridad sin derechos. La contratación de los mercenarios de Blackwater es el último ejemplo de esa idea autoritaria de enfocar un problema social, económico y político con una aproximación exclusivamente militarista y policial.
Si las denuncias de fraude no prosperan, Noboa se sentirá tan amo del país como lo es Bukele en El Salvador, donde domina los tres poderes del Estado y ha censurado a la prensa crítica. Ecuador atraviesa también una grave crisis económica, con aumento del desempleo y una escasez energética que ha provocado apagones de doce horas diarias. Todo ese cúmulo de mal gobierno hacía presagiar una derrota electoral del heredero del clan de los Noboa que no ha sucedido. El correísmo y el movimiento indígena, enfrentados en el pasado y hoy asociados con una mayoría en el Congreso, tienen ahora el reto de impedir la "bukelización" del país.
Comentarios de nuestros suscriptores/as
¿Quieres comentar?Para ver los comentarios de nuestros suscriptores y suscriptoras, primero tienes que iniciar sesión o registrarte.