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Bin Salman, el flamante príncipe de la Corona saudí, está revolucionando el país

Mohammed bin Salman se ha consolidado como hombre fuerte y heredero del trono en lo que en Teherán se ha calificado como “golpe palaciego”. Muchos creen que el hijo del rey Salman aportará sangre nueva a la monarquía pero otros recuerdan los conflictos que ha creado, o en los que ha profundizado, en los últimos dos años y medio y ven en él una amenaza para la estabilidad del país y la región

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El príncipe heredero saudí Mohammed bin Salman a su llegada al Palacio Elíseo en París REUTERS/Charles Platiau

JERUSALÉN, Actualizado:

La designación de Mohammed bin Salman como heredero al trono de Arabia Saudí no ha sorprendido a todos, aunque entraña una considerable dosis de temor ante la posibilidad de que el país se meta en más conflictos de los ya iniciados desde que el rey Salman accedió al trono a principios de 2015.

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La versión oficial señala que el hasta ahora príncipe de la Corona, Mohammed bin Nayef, ha pedido al monarca ser relevado de sus cargos “por motivos privados”. Sin embargo, en algunos medios cercanos a los entresijos saudíes se ha indicado que Bin Nayef no estaba nada satisfecho con la deriva política marcada por su primo Bin Salman.

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El descontento se había agravado en los últimos días, después de que Bin Salman decretara el boicot de Catar, una medida que ha suscitado malestar en ámbitos saudíes conservadores y que se ha adoptado por iniciativa exclusiva del flamante príncipe de la Corona.

El bloqueo de Catar es un pulso de gran calado que Bin Salman lanza contra Irán. Catar no es un estrecho aliado de Teherán pero sí que mantiene excelentes relaciones con la república islámica y con el conjunto del llamado islamismo político que los saudíes aborrecen cada vez con más ahínco, y temen que se convierta en una alternativa al wahabismo y a la casa de Saud.

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No obstante, se ha de notar que el hombre fuerte saudí mantiene una relación distante con el aparato religioso wahabí, que sigue atrayendo a los saudíes más veteranos aunque cuenta cada día con más críticos entre las nuevas generaciones. La cuestión religiosa ha sido central al estado desde su establecimiento y las veleidades de Bin Salman pueden ser problemáticas a medio y largo plazo.

Los principales aliados de Riad están más interesados en la venta masiva de armas que en otras cuestiones más apremiantes y peligrosas

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Su nombramiento se anunció poco después de la medianoche del martes al miércoles, de manera que la prensa saudí no pudo recogerlo y analizarlo en profundidad. Sin embargo, no se trata de una medida sorprendente puesto que lo ocurrido en los últimos años ya apuntaba en esa dirección.

El rey Salman cuenta con 81 años y su hijo y heredero tiene solo 31. Bin Salman ha demostrado una enorme capacidad para enfrentarse a los problemas que tiene el país de una manera belicosa. Lo ha hecho desde que su padre le confió las riendas del país y existe el temor que a partir de ahora sea todavía más belicoso.

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En realidad, el nombramiento debería hacer saltar las alarmas en Occidente, pero tanto Estados Unidos como el Reino Unido como Francia, los principales aliados de Riad, están más interesados en la venta masiva de armas que en otras cuestiones que pronto pueden ser más apremiantes y peligrosas.

Esos gigantescos contratos para la adquisición de armas se han visto como sobornos directos de la voluntad de Washington, Londres y París, y de hecho ha sido así. Los occidentales han limitado sus críticas a Arabia Saudí por la guerra de Yemen, a pesar de que ha habido millares de muertos civiles. El coste militar de esa guerra también es muy elevado pero proporciona a los occidentales una gran bolsa de petrodólares que siempre son bienvenidos.

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Bin Salman ha intensificado las relaciones con Israel y después del anuncio de Riad de la noche del martes se han multiplicado las especulaciones de que Arabia Saudí camina hacia una normalización rápida de sus relaciones con el estado judío, una medida que no satisfará de la misma manera a todos los saudíes ni a todos los árabes.

El recién designado príncipe de la Corona besa la mano al príncipe Mohammed bin Nayef en Meca REUTERS/Saudi Press

Bin Salman quiere profundizar en su proyecto y consolidarse como una potencia regional. Los últimos pasos que ha dado van en esa dirección y existen numerosos indicios de que quiere reforzar su voluntad con el beneplácito de Israel. Un eje entre estos dos países ya está funcionando no solo en el frente de Irán, sino en otros frentes como los de Yemen, Siria e incluso Egipto.

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La enemistad de Bin Salman con los iraníes llegó a su punto más elevado hace solo unas semanas, cuando el flamante príncipe de la Corona manifestó que el próximo conflicto con Irán se desarrollaría en territorio de Irán. A algunos analistas no les pasó desapercibido el doble atentado que se produjo solo unos días después en Teherán, en el parlamento y en el mausoleo de Jomeini, y que reivindicó el Estado Islámico.

El interrogante más urgente tiene que ver con la actitud de Donald Trump con respecto a Irán. El presidente americano ha lanzado amenazas más o menos abiertas y veladas contra Teherán desde antes de las elecciones de noviembre, pero esas amenazas no se han concretado por ahora, aunque todo podría cambiar si las presiones de Arabia Saudí e Israel se hacen más intensas.

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La agresividad de Bin Salman significa una política muy negativa para Oriente Próximo, y cuanto más poder tenga el hijo del rey Salmán, más posibilidades habrá de que se incremente el número de conflictos que tienen a la región en vilo.

No hay que olvidar que la agresividad militar de Bin Salman corre paralela a una agresividad económica dentro del estado saudí, con planes grandiosos, como la privatización de la compañía petrolera Aramco, o la proyectada retirada del estado de la intervención en la economía del país. Los críticos de Bin Salman señalan en este sentido que el príncipe de la Corona es un adepto del neoliberalismo económico y que eso entraña grandes riesgos.

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