El jefe de la diplomacia, Josep Borrell, concluyó el lunes su carrusel diplomático por Israel, Palestina, Bahréin, Catar y Jordania. Un tour donde transmitió dos mensajes principales: el horror no puede ser respondido con el horror y una nueva guerra solo podrá evitarse con una paz sostenible y duradera. En el hoy, la prioridad de los europeos es aliviar la asfixia de Gaza y la liberación de los rehenes. Mientras que, en el mañana, la maquinaria europea diplomática se centra en consolidar la solución de los dos Estados.
El Alto Representante convocó a los 27 ministros de Asuntos Exteriores a última hora de este lunes a una videoconferencia informal para pasar revista a la volátil situación que atraviesa el polvorín de Oriente Próximo. Los europeos están volcados en pasar el mensaje de que es imperativo aliviar la dramática crisis humanitaria en Gaza. La llamada a establecer pausas humanitarias que salió del último Consejo Europeo añade ya la palabra “inmediatas”, pero lo cierto es que la UE no tiene demasiado poder de influencia sobre los actores de la región.
Desde el 7 de octubre, día en el que Hamás comenzó su ataque sobre suelo hebreo, los europeos no han podido evitar sus fisuras en el asunto de política exterior que más les divide. Por ello, su apuesta de estos momentos se centra en hacer hincapié en preparar el terreno para el día de mañana. La postura de la UE lleva décadas sin cambiar: apoyo a la solución de los dos Estados, pero es un mantra que no se ha transformado en acciones concretas. El problema es que nadie está ahí todavía. Israel continúa siendo un país traumado con mucha sed de venganza. Por su parte, el liderazgo palestino está titiritando con una Autoridad Palestina muy debilitada. Mientras que los países árabes no quieren hablar de una cumbre internacional dentro de seis meses, una iniciativa impulsada por España, sino de lo que está ocurriendo hoy, donde el número de muertos supera los 16.000, según las autoridades gazatíes.
Durante la videoconferencia, Borrell ha transmitido a los ministros europeos que la otra urgencia inmediata es la liberación de los rehenes. Según recogen medios estadounidenses, el acuerdo está muy próximo. Mediante el mismo, Hamás liberaría a unas 50 personas a cambio de que Israel accediese a establecer alguna suerte de alto al fuego humanitario. En paralelo, mientras la guerra continúa, la tensión social en Israel es también máxima. Este lunes, algunos familiares de los cautivos han reprochado al Gobierno que lidera Benjamín Netanyahu que “pensase más en salvar a judíos que en matar a árabes”.
Gira por la región
Borrell caminaba en terreno espinoso. Y lo sabía. Desde Jerusalén hasta Ramallah, cada palabra que salía de su boca estaba medida. Al ministro de Asuntos Exteriores israelí, Eli Cohen, le transmitió la solidaridad europea a la vez que le recomendó “no dejarse llevar por la ira”. Los mensajes que salieron del viaje por la región también tenían guiños a los Estados vecinos. “Todas las vidas humanas tienen el mismo valor”, afirmó en rueda de prensa después de que muchos de sus aliados árabes le hayan reprochado que para los europeos la vida de un palestino vale menos que la de un israelí.
La semana pasada, el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas aprobó una resolución, a petición de Malta, apelando a establecer pausas humanitarias inmediatas. A su paso por Catar, Borrell hizo hincapié en que estas resoluciones “son vinculantes” y “deben implementarse”. Tel Aviv arrastra un largo historial de vulneraciones a estas llamadas de la ONU destacando la resolución 242, que tras la guerra de los Seis Días (1967) exige la retirada del Ejército israelí de los territorios ocupados.
La otra preocupación en Bruselas es que dado alto el nivel de destrucción, incluso si el paso de Rafah se abre, no existan medicinas o combustible suficiente para abastecer las necesidades básicas de una población que vive un auténtico desastre humanitario. A todo ello se une la dificultad de las organizaciones sobre el terreno para trabajar. La ONU detuvo hace unos días el envío de ayuda humanitaria debido a la falta de combustible y los cortes de telecomunicaciones.
Por su parte, durante este mes y medio, la UE ha cuadruplicado su ayuda humanitaria para Palestina pasando de 25 a 100 millones. El martes, la Comisión Europea revelará su primer informe sobre estos fondos, algo que han pedido de forma vehemente Hungría, Austria o Alemania, los más temerosos de que estas partidas acaben en manos de Hamás.
Tras pisar el terreno, Borrell ha transmitido a los diplomáticos europeos que existe un riesgo real de que la situación se deteriore en Cisjordania, donde han muerto este año más de 400 palestinos y donde los colonos están llevando a cabo una violencia extrema con los palestinos. La tensión puede escalar de tal forma que acabe desencadenando en una guerra regional con la participación directa de la milicia libanesa de Hizbulá o del gigante iraní.
El mensaje que sale de la capital comunitaria es que, a pesar de todos estos desafíos, la única alternativa posible es avanzar es la estabilización de Gaza y de un futuro Estado palestino. Los israelíes garantizaron a Borrell que sus intenciones no pasan por reocupar la Franja y permanecer allí, pero le trasladaron sus preocupaciones sobre las garantías de seguridad. Para la UE, el día en el que se bajen las armas no puede suponer un retorno de Hamás ni de Israel al enclave. Su único plan pasa por que el control lo asuma la Autoridad Palestina (AP), pero el liderazgo de Mahmoud Abbás y la falta de estructura, fondos o elecciones que rodean a la AP genera muchos reparos. Y tras el 7 de octubre, poco hace entrever que Tel Aviv esté dispuesto a soltar las riendas del control por tierra, mar y aire al que somete a Gaza desde 2007.
En este jeroglífico, Borrell, que acaba de realizar su primer viaje a Israel como Alto Representante, intentó persuadir a sus homólogos hebreos de que Israel solo podrá vivir con seguridad y tranquilidad en la región coexistiendo con un Estado palestino. Los acuerdos de Oslo fijaban ya los parámetros de una tierra para dos pueblos con las fronteras de 1967 y con Jerusalén como capital dividida de ambos. El asesinato de Isaac Rabin fue la primera cornada al plan de la comunidad internacional. Y con los años nunca ha llegado a ser un deseo de Tel Aviv, que ha permitido y alentado con sus políticas y discursos que los asentamientos ilegales en Cisjordania se tripliquen en las últimas tres décadas.
Por lo pronto, el ex ministro de Asuntos Exteriores de España ha presentado un boceto de ‘tres síes’ y ‘tres noes’ sobre el día después en el conflicto más enquistado del globo: no a la reocupación de Gaza, al regreso de Hamás ni a la expulsión forzada de los palestinos; y sí al regreso de una Autoridad Palestina, a un Estado palestino y un papel más activo de la UE y de los Estados de la región. El Servicio Europeo de Acción Exterior prepara ya una hoja de ruta, que será estudiada en el próximo Consejo de Exteriores de diciembre, para estabilizar Gaza y revitalizar la solución de los dos Estados.
Después de que el diplomático español tomase la temperatura sobre el terreno, será el turno de Pedro Sánchez. El presidente español viajará esta semana junto a Alexander de Croo, primer ministro belga, a Israel y Palestina para “contribuir a la desescalada” e impulsar el rol de la UE. Será el primer viaje internacional de Sánchez en la legislatura de esta legislatura.
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