Este artículo se publicó hace 8 años.
Europa asume que su defensa colectiva les saldrá más cara
Las cancillerías europeas se afanan por intentar descifrar todos los mensajes de Donald Trump. Aún sin conocer todos los códigos de la nueva Administración norteamericana, Europa ya sabe que su estatus en la OTAN le obligará a crear una auténtica política de Defensa propia y a pagar un mayor cheque por su seguridad.

Madrid--Actualizado a
No resulta tarea fácil. Al fin y al cabo, junto al nuevo inquilino de la Casa Blanca han surgido, en paralelo, dos variantes más que notables en el juego geoestratégico militar. Por un lado, el Brexit, que ha alejado de los centros de decisión de la UE al aliado británico, el defensor de las tesis partidarias de elevar el actual techo de gasto militar, en plena retórica estratégica sobre redefinición de las fronteras exteriores, los recursos presupuestarios o el replanteamiento operativo de la OTAN.
Y, en segundo término, por la imprevisibilidad del giro diplomático que Washington va a otorgar a riesgos geoestratégicos como el terrorismo islamista o las relaciones bilaterales con las dos potencias nucleares e históricos rivales de EEUU en el tablero mundial: China, hacia la que la Casa Blanca ya ha elevado su grado de hostilidad, y Rusia, con la que parece querer reeditar una Guerra Fría, pero con diálogo permanente entre la Casa Blanca y el Kremlin, y de incalculables consecuencias para los socios de la UE y, en general, el conjunto del Viejo Continente.
En sus diagnósticos, las cúpulas militares, los altos diplomáticos y los políticos europeos que estas semanas han escudriñado al máximo las palabras de Trump siguen sin tener una idea nítida de si los objetivos del nuevo dirigente americano son conciliadores.
O, por el contrario, pretenden trasladar los muros migratorios y las barreras arancelarias al ámbito de la seguridad y, o bien crear fronteras militares o tan sólo concretar líneas rojas -por razones presupuestarias, pero también por tradicionales choques conceptuales sobre los objetivos de la OTAN- con sus históricos socios europeos en materia de Seguridad. Los mismos aliados con los que EEUU tiene comprometido, desde el propio nacimiento de la OTAN, el uso del Artículo 5 de sus estatutos fundacionales, de defensa conjunta en caso de ataque a alguno de sus Estados miembros.
Pero a los que el sucesor de Barack Obama ya les ha trasladado una advertencia nada velada. La respuesta militar conjunta sólo se activará hacia aliados que “paguen sus recibos”; es decir, a los que contribuyen con, al menos, el 2% de sus respectivos PIB a financiar la Alianza Atlántica.
Obama ya trasladó a Europa la advertencia de que la respuesta militar conjunta le exigiría pagar sus recibos y elevar sus aportaciones individuales
Sin embargo, las dudas persisten. Porque Europa sigue sin tener la absoluta seguridad de que el estado “obsoleto” de la OTAN del que habla Trump sea exclusivamente por la escasa aportación de los socios de la Unión a las arcas de la Alianza.
Entre otras percepciones, porque entre las intenciones desveladas recientemente desde la ya denominada Pax Trumpiana, parece estar el levantamiento de las sanciones económicas y comerciales contra Rusia por la invasión de la Península de Crimea y una entente cordiale junto a Vladimir Putin para combatir el Estado Islámico (IS).
Una cota de incertidumbre palpable y bien fundamentado, dado que Rusia ha sido el gran reto de la diplomacia europea del último decenio y Ucrania, el último intento de adhesión al club comunitario. Por visiones como ésta, se puede aventurar que Trump se ha desmarcado, en tan sólo varias semanas, de la doctrina Obama.
La denominada Pax Trumpiana tiene dos objetivos estratégicos esenciales: una entente cordiale con Putin para combatir al Estado Islámico
El último estadista de la Pax Americana o política de seguridad estadounidense desde el final de la Segunda Guerra Mundial, basado en un sistema de alianzas, que ha estado vigente en los últimos 70 años y ha convencido a no pocos países de todas las latitudes del planeta; en términos de seguridad fronteriza y de prosperidad económica asociada a la teoría de Truman de disuasión y distensión militar.
El líder demócrata también reseteó en 2008 la táctica bilateral de la Casa Blanca con el Kremlin tras la incursión militar de Moscú en la ex república soviética de Georgia. Sólo que, en aquella ocasión, EEUU se puso indefectiblemente del lado europeo, a cuyo club, el comunitario, Putin también hostigaba abriendo y cerrando el grifo del gas y el petróleo rusos en los duros meses del invierno centro-europeo. Igual que a Ucrania.
El compromiso de pago europeo no sólo responde a la austeridad post-crisis, ya que Alemania, apenas contribuye con un 1,2% a las arcas de la OTAN
Aun así, ni siquiera entonces Obama logró que los socios de la UE estuvieran al corriente de pago con la OTAN. Una negativa que ha sido una constante desde la época de Jimmy Carter, el primer dirigente americano que criticó abiertamente la nula predisposición de Europa a sufragar los gastos aliados.
Únicamente cuatro socios europeos (Reino Unido, Estonia, Francia y Grecia) han cumplido algún año con el objetivo alcanzado en 2006 de aportar al menos del 2% del PIB. Y cinco, el otro gran acuerdo en este terreno, el de destinar el 20% de cada presupuesto a modernizar los Ejércitos nacionales.
Una reticencia que no obedece exclusivamente a la austeridad post-crisis. Alemania, el país con más margen de maniobra para desembolsar este compromiso, apenas alcanza el 1,2% de su PIB; al igual que Italia, mientras Francia redujo su aportación al 1,8% por los ajustes y España, la cuarta mayor economía del euro, cierra el furgón de cola de contribuyentes netos junto a Bélgica y Luxemburgo.
Pese a ello, y tras casi quince años de intervenciones militares en Afganistán, donde la Alianza mantiene asistencia técnica y asesoramiento militar al Gobierno de Kabul en su lucha contra la insurgencia talibán, la estrategia de Obama parecía haber encendido la conciencia europea en favor de una política de seguridad común.
En torno a la OTAN. Pero bajo jurisdicción y bandera de la UE. Las campañas bélicas en las primaveras árabes, especialmente en Libia, permitió que el propio Obama dijera, en 2012, que los europeos “habían pasado a ser, por fin, productores de seguridad, en vez de consumidores”, y que este viraje colaboracionista, permitiría a EEUU “dirigir sus estrategias” defensivas hacia Asia, a donde empezó a destinar “inversiones militares” destinadas durante las décadas precedentes a Europa.
Sólo así, y con el paulatino incremento de partidas militares de varios socios europeos -Polonia, Letonia o Lituania-, que han acercado sus cheques anuales a cifras equivalentes al 2% de sus PIB, y que han dejado también facturas por la compra de tanques, aviones y otros vehículos armados a EEUU, Canadá o Reino Unido, principalmente, la OTAN se decidió a realizar unas maniobras históricas, con fuego real, en los territorios bálticos.
La Steadfast Jazz 2013 fue la primera respuesta de la Alianza a las reiteradas operaciones de intimidación deliberadas del Ejército de Rusia desde 2009 hacia sus tres antiguos territorios bálticos y ahora socios de la Unión. En represalia por sus peticiones expresas de protección del escudo antimisiles norteamericano que, bajo el auspicio de la OTAN, Washington prometió desplegar sobre Estonia, Lituania y Letonia.
Además de otros aliados como Polonia. Fueron sólo cinco días de operaciones. Pero también fue la mayor exhibición militar aliada y la demostración más evidente de simulacro de defensa colectiva en los 65 años de historia aliada. Apenas unos meses antes de que el G-7 impusiera las sanciones comerciales al Kremlin por su actitud pro-belicista en Ucrania.
El secretario general de la OTAN, el antiguo primer ministro noruego, Jens Stoltenberg, ha sido otra de las voces que ha tratado de aportar calma en medio de los primeros mensajes de distanciamiento abierto entre los aliados. Algo sin precedentes.
A su juicio, la América de Trump no deja de ser un super-poder que necesita de aliados para ejercer su hegemonía y tratar de controlar las amenazas globales. De ahí que el eslogan del presidente estadounidense de “Primero América, no signifique América sola” -explica Stoltenberg- sino que, por contra, implica un reforzamiento de los lazos con China y Rusia. Además de con Europa.
El máximo dirigente de la OTAN sintetiza en dos las prioridades de Seguridad Nacional de Trump. Por un lado, más gasto militar y, por otro, lucha contra el terrorismo. Argumentos que le han llevado a enfatizar que las políticas de contención de desembolsos en materia militar ya han pasado a la historia.
Para, entre otras metas, atender misiones contra-terroristas en Afganistán y en los países del Cuerno de África, incursiones aéreas sobre Irak y Siria para combatir al IS o el entrenamiento militar a Ejércitos de varias naciones árabes.
En Europa hay cierto convencimiento en que Washington va a tejer una nueva red de alianzas en la que la agresión rusa sobre Ucrania ya no debe ser juzgada como una amenaza
Además de poner en marcha divisiones de inteligencia o acciones específicas como el uso de drones, que se han desarrollado en los acuartelamientos de la OTAN en Sicilia. No obstante, en los cuarteles generales aliados existe cierto convencimiento en que se está tejiendo una nueva red de alianzas. Dentro y fuera del club defensivo del Hemisferio Norte Occidental. A instancias de Washington.
Y por designio del nuevo orden global en el que, por ejemplo, la agresión rusa sobre Ucrania y la ocupación de parte de su territorio ya no debe ser juzgada como una amenaza, como hasta ahora, contra el espíritu europeo.
Porque, según Trump, el reforzamiento del arsenal ruso en sus fronteras bálticas con misiles anti-aéreos y otras armas balísticas es tan sólo un intento de Putin de “no perder poder” en su esfera de influencia. Sin tener muy en cuenta que, durante la prolongada Guerra Fría, EEUU nunca reconoció la adhesión soviética de Estonia, Letonia y Lituania.
Sino, más bien, incidiendo en su propio ideario de que algunos aliados han sacado provecho durante décadas de EEUU con acuerdos comerciales y de seguridad que le han ocasionado billones de dólares a las arcas del Tesoro sufragados por los contribuyentes americanos. Los expertos también constatan esta confusión y resaltan que su origen es la inexcusable verborrea de Trump en asuntos internacionales durante su campaña electoral.
Eso, y la difícil convivencia de la Pax Americana con miembros de su gabinete como el general retirado Mike Flynn, su asesor de Seguridad Nacional, instigador de teorías conspiratorias contra Obama y declarado islamófobo.
O del propio secretario de Estado, Rex Tillerson, ex consejero delegado de ExxonMobil con una larga relación empresarial con la petrolera rusa Rosneft, estatal y bajo el dictado de Putin.
Estos dos nombramientos dejan bien a las claras que la prioridad exterior de Trump es el entendimiento con Rusia para afrontar el desafío del terrorismo islámico. Pero, al mismo tiempo, genera el gran interrogante, explicado desde el CSIS (Center for Strategic and International Studies) de China, ejemplo de que Trump no aprecia con claridad la relación entre geopolítica, entendida en este caso como posible aliado en materia de seguridad en Asia, por su deseo de castigar económica y comercialmente al gigante asiático por su gestión artificial del tipo de cambio de su divisa.
Un cóctel de estrategias sin hilvanar con el que las autoridades de la UE tendrán que lidiar, en un año convulso, con elecciones bajo amenaza de victoria en varios países, de la extrema derecha. Sophia Besch, del Center for European Reform (CER) cree, sin embargo, que el momento es el adecuado.
A pesar de que “la salida británica del club pudiera parecer que dejaría en el congelador aspectos como la estrategia operativa militar de Europa”, la Unión está en situación de avanzar hacia una política de seguridad común, con incrementos conjuntos de presupuesto dirigido a la I+D+i militar. Incluso pese a la oposición de los bálticos y Polonia a “duplicar las capacidades y fuerzas” de la OTAN a escala europea.
Para Besch, el mensaje de Trump de que la UE costee su propia seguridad, redundará en esa línea. Sobre todo si, como es de esperar –dice- mantiene acuerdos con Gran Bretaña en este apartado para abordar contratos de armamento en el futuro. Justine Feliu, del Instituto Bruegel, da por supuesto que, “al menos 17 de los 27 socios de la Unión, ya descontando a Londres, han elevado sus aportaciones a la Alianza en 2016 y que gran parte ellos, rebasaron el 2% de su PIB”, lo que corregirá considerablemente “los 96.000 millones anuales que deben sufragar” los aliados europeos, respecto a su cheque actual común, para “satisfacer las demandas iniciales de Washington”.
Sobre todo, porque, según asegura Jeremy Saphiro, del Consejo Europeo de Relaciones Internacionales (ECFR), la mayoría de socios de la Unión “han elevado su nivel de temor ante las inestabilidades políticas procedentes del sur y del este de las fronteras europeas”. Sin tener una noción nítida de si “podrán contar o no con EEUU”.
Al menos, tal y como se ha entendido hasta la fecha. Daniel Fiott, analista de Defensa en el Instituto de la Unión Europea para los Estudios de Seguridad (EUISS), recuerda el mandato del Consejo Europeo de diciembre pasado en el que se encomienda la puesta en marcha de un Plan Específico de Seguridad y Defensa (SDIP), entre cuyas medidas se incluyen revisiones voluntarias y anuales sobre los avances en coordinación, que serán el germen de la Agencia Europea de Defensa.
Los expertos aseguran que la UE está en situación de avanzar, para configurar en 2018 un auténtico Fondo Europeo de Defensa
“A lo largo de 2018”, una vez se superen las citas electorales y se concrete la salida de Reino Unido y su vínculo en materia de seguridad con Europa, “se podrán apreciar las primeras señales” de un Fondo Europeo de Defensa (EDF).
Sobre todo si -apunta- la Comisión Europea activa el Plan de Acción de Defensa Europeo (EDAP), el memorándum de entendimiento con la OTAN, que establece 40 puntos de actuación -entre otros, ciberseguridad, industria militar, I+D+i o capacidades defensivas- tal y como pretende la Alta Representante de Política Exterior y Seguridad, Federica Mogherini para asumir el mandato de los jefes de Estado y de Gobierno de “mejorar la protección de Europa” y articular un fondo de financiación en materia de Defensa.
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