Vadym Boichenko, alcalde de Mariúpol: "Que nadie lo dude, vamos a volver a casa"
El regidor de la ciudad ucraniana que se convirtió en emblema de la resistencia al inicio de la invasión rusa explica los planes para reconstruir la vida de sus habitantes
A Coruña--Actualizado a
Al inicio de la guerra de Ucrania, en el invierno de 2022, Mariúpol se convirtió en el símbolo de la resistencia a la invasión rusa. Conocida como la ciudad del hierro del país, fue sitiada por las tropas de Putin durante tres meses. Un par de centenares de soldados se atrincheraron en la fábrica de acero más emblemática de la localidad casi sin agua, alimentos ni munición, frenando el paseo militar que Moscú había planeado hasta Kiev. En esa acería empezó a trabajar de adolescente Vadym Boichenko, quien con el tiempo llegaría a directivo de la compañía tras titularse en Administración de Empresas, y quien fue elegido alcalde de la localidad en 2015 y en 2020.
Boichenko, regidor en el exilio, dirige el departamento para el desarrollo de municipios desocupados u ocupados temporalmente, que prepara la reconstrucción de las cerca de 400 ciudades y pueblos de Ucrania arrasadas por Rusia, muchas de las cuales, como Mariúpol, siguen en manos del invasor. Visita A Coruña para presentar esos planes en colaboración con el Centro de Estudios Superiores Universitarios de Galicia (CESUGA) y el Consejo Noruego para los Refugiados, y sentado bajo un cuadro de la batalla de Elviña en uno de los salones nobles del Ayuntamiento, afirma que planificar la recuperación no es una tarea ilusoria, sino ilusionante. Que los 200.000 habitantes de Mariúpol que han tenido que huir recuperarán sus hogares, como los otros 4,5 millones de desplazados internos, que podrán algún día volver a sus casas. Están preparados para reconstruir sus ciudades y sus vidas.
Resulta esperanzador hablar de justicia, de reparación, de compensaciones, en plena guerra y desde el exilio.
En las entrevistas siempre me preguntan: "¿Por qué, para qué lo hacéis?". "¿Realmente creéis que vais a volver a Mariúpol?". Sí. Es mi casa. Es el hogar de toda esa gente que ha tenido que irse. ¿Que si queremos volver a nuestra casa? Obviamente, sí. ¿Que si quiero ir al cementerio a visitar la tumba de padre? Por supuesto. ¿Quieren volver a sus casas los ciudadanos de Mariúpol? Sí. Tienen ustedes que entenderlo. Soy el alcalde y detrás de mí hay más de 200.000 personas desplazadas, es mi responsabilidad conformar esa visión futura de Mariúpol, es la demanda de la comunidad que represento. Y en segundo término, también es una respuesta a la propaganda rusa. Vamos a volver, y tenemos un plan para hacerlo. Es una postura que apoyan los países y las ciudades europeas: nadie va a aceptar que Mariúpol quede fuera de Ucrania. Si todos la defendemos y la expresamos con claridad, quizá no pase mañana, pero sí en cinco, en diez años. Va a pasar. Vamos a volver a casa, que nadie lo dude. Cuando surja la pregunta de si estamos preparados para ello, ya tendremos la respuesta.
¿Qué necesidades tienen los refugiados internos de su país?
En primer lugar, quieren justicia. Y eso significa dos cosas: el reconocimiento de la tragedia que han vivido, y reparación por ella. Tenemos que saber qué necesidades tienen, en qué piensan, qué quieren. La primera parte de nuestro trabajo se refiere al cuidado de esa comunidad de desplazados, a su integración en esa nueva realidad. En tres aspectos: primero, su inserción laboral. En el caso de Mariúpol, hemos conseguido trabajo para 5.000 personas. En segundo lugar, proporcionarles un servicio médico de alta calidad. Y de nuevo siguiendo el caso de Mariúpol, hemos logrado reubicar dos hospitales de la ciudad, uno en Kiev y otro en Dnipró. En tercer término, facilitarles vivienda. Por eso estamos en España y en A Coruña, para estudiar sus experiencias en vivienda social y la posibilidad de llevarlas a cabo en Ucrania.
"Mariúpol es mi casa. Es el hogar de toda esa gente que han tenido que irse. ¿Que si queremos volver a nuestra casa? Obviamente, sí"
¿Cómo se puede planear la reconstrucción de una ciudad invadida?
Lo que hemos traído hoy a CESUGA es nuestra experiencia con el programa Mariúpol Renace, y los de otras ciudades, que hemos elaborado en colaboración con nuestros socios: el Bando Mundial, el Banco Europeo de Inversiones y PricewaterhouseCoopers, que nos dieron el know how y la financiación que necesitábamos. Tenemos dos proyectos. Uno, para la reconstrucción rápida: ¿qué va a ser Mariúpol en tres meses, o en dos años? Necesitamos 13.700 profesionales, 650 unidades de maquinaria pesada, dos años de plazo y 750 millones de euros. Con eso podemos estabilizar la situación para que los ciudadanos puedan empezar a regresar a Mariúpol. Después está el desarrollo a largo plazo, con la meta de devolver a la ciudad a 250.000 personas en cinco años. Eso costaría sobre 5.000 millones de euros. Si hablamos de la reconstrucción global de la ciudad para conseguir el número de habitantes que tenía antes de la invasión rusa, es decir entre 500.000 y 600.000, serían 14.500 millones de euros a 20 años y muchísimas soluciones de arquitectura que tendríamos que desarrollar e implementar. Es otra de las razones por las que estamos aquí, para colaborar con CESUGA [el centro imparte un grado en Arquitectura].
Parece optimista que se planteen ustedes qué va a ser Mariúpol en tres meses o en dos años, cuando estamos en plena guerra y no hay indicios de que pueda terminar.
Somos optimistas y también realistas. Va a ser un camino que puede tardar tres, cinco años... Pero tenemos que prepararnos para la reconstrucción. Los plazos de los que hablo son a partir de la reconquista de la ciudad, a partir de que Mariúpol vuelva a ser parte de Ucrania. La experiencia de nuestro trabajo allí ya está siendo trasladada a otras ciudades y pueblos que han sufrido la agresión rusa, y están compartiéndolas para que otras comunidades puedan desarrollar sus planes de reconstrucción. Todos estos planes se van a implementar a partir de la fecha en que las recuperemos. Y es muy importante que esos planes sean comunicados a la ciudadanía. Los dos documentos de los que les he hablado han sido consultados y debatidos con los ciudadanos de 21 localidades.
Es una democracia de guerra.
Sí, pero era absolutamente necesario. Hay que escuchar a la gente y entender qué quieren y qué necesitan. Si no, con el tiempo nos preguntarán qué hacíamos durante la guerra, por qué no nos preparamos para la reconstrucción.
La justicia que reclaman los desplazados, ¿pasa por juzgar a los responsables de la invasión por crímenes de guerra?
Lo primero es reconocer lo que ha pasado, y después será más fácil tomar decisiones. Estamos en el Ayuntamiento de A Coruña, un edificio precioso, su concello. Imagínese que alguien lo ocupa y empieza a matar a todos los que trabajan aquí. Uno a uno. A todos. Incluidos los que estamos en esta sala
¿Eso sucedió en su Ayuntamiento?
Eso es lo que pasó en Mariúpol. Los soldados rusos cercaron la ciudad, donde había 400.000 personas, y plantearon demandas como si fueran un grupo terrorista. Después empezaron a matar y a bombardear. Ustedes han podido ver en la televisión cómo destruían el hospital materno-infantil, el Teatro Dramático Regional del Donetsk... En ese momento pedimos que abrieran la ciudad para que la gente pudiera escapar, pero se negaron, porque querían tenerla allí para matarla. Según los cálculos mínimos más meticulosos, en ese ataque perdieron la vida más de 20.000 personas. ¿Qué fue eso? Fue un Estado terrorista que rodeó la ciudad y mató a su gente, en una agresión ordenada por los responsables políticos militares y políticos de Rusia. El jefe del Estado, Putin, que dio esa orden, es el mayor terrorista. Tenemos que definir qué fue eso, y entonces será más fácil tomar el resto de decisiones. Para mí, fue un acto terrorista.
¿Es Rusia la que debería pagar esos 14.500 millones de euros que costará la reconstrucción de su ciudad?
La UE mantiene bloqueadas cuentas corrientes de Rusia por valor de más de 350.000 millones de euros. Ese dinero tiene que destinarse a la compensación y a la reconstrucción de Ucrania. Nos dicen que es complicado, de ahí la importancia de reconocer y definir lo que ha pasado.
"Imagínese que alguien el Ayuntamiento de A Coruña y empieza a matar a todos los que trabajan aquí. Uno a uno. A todos. Incluidos los que estamos en esta sala".
A lo largo de la historial ha habido muchas ciudades que han sido devastadas por la guerra y que, pese a la herida emocional por cómo fueron arrasadas, consiguieron salir adelante: Gernika, Dresde, Volvogrado, que en su día fue Stalingrado... ¿Mariúpol también tiene que ser una enseña de esa capacidad de recuperación?
Si hablamos de la herida emocional, le diré que sólo dos años después de aquella tragedia hemos podido empezar a hablar de ella con los habitantes de mi ciudad. Estaban horriblemente traumatizados y ni siquiera eran capaces de hablar. Hemos estudiado las experiencias de otras ciudades arrasadas, como Varsovia, Rotterdam, Coventry, Dresde... También para no caer en los errores en los que cayeron en sus procesos de reconstrucción.
Usted empezó su carrera política y profesional en la acería de Azovstal. ¿Alguna vez pensó que ese lugar acabaría siendo ese espacio épico en el que acabó convertido al comienzo de la guerra?
Azov quiere decir "hierro", y es la palabra que daba nombre a la unidad del Ejército que defendió la ciudad. Nadie en Ucrania podíamos creer la manera en la que resistieron contra una fuerza mucho más numerosa, sin agua, sin comida, sin refuerzos... Sobre todo, le dieron tiempo al país, que en esos tres meses pudo preparar la defensa de los habitantes de otras ciudades más alejadas de la frontera.
Para mí tienen un significado enorme, y también para mi familia. Mi bisabuelo participó en la construcción de la fábrica, mis abuelos y mis padres trabajaron allí. Yo no fui la excepción.
No quiero pecar de ñoño, pero ¿se puede decir que ustedes, los de Mariúpol, también son de hierro?
Somos gente muy fuerte. Mariúpol va a ser en el futuro la ciudad de la fuerza, y estoy seguro de que con el tiempo nos visitarán para sentirla. Ustedes tienen muy cerca de aquí otra ciudad, Santiago, a donde la gente peregrina para experimentar un sentimiento especial. En Mariúpol también va a suceder eso.
Dígales a sus conciudadanos cómo va a ser Mariúpol en 20, 50, 100 años...
Hemos acordado con ellos definirlo en una frase: una ciudad moderna, marítima y con un océano de posibilidades.
Como A Coruña.
Exacto.
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