BOGOTÁ.- “No tengo mensajes especiales para la guerrilla. Lo único que puedo decirles es eso: que eviten derramar más sangre y busquen una paz negociada”. Con estas palabras, Fidel Castro respondió a los periodistas que le esperaban en el embarcadero del Club de Pesca de Cartagena de Indias en 1993, durante la última visita registrada del mandatario cubano a Colombia.
La paz en Colombia se haría esperar 23 años, hasta que este jueves el líder de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia y el presidente Juan Manuel Santos firmaron el segundo y definitivo acuerdo de paz entre Gobierno y guerrilla. Un día después, Castro moría en La Habana.
“No tengo mensajes especiales para la guerrilla. Lo único que puedo decirles es eso: que eviten derramar más sangre y busquen una paz negociada”
Cuba ha sido un actor fundamental en el proceso de paz colombiano. 19 años después de la visita de Castro a Cartagena, delegados del Gobierno colombiano y las FARC, daban inicio de forma oficial a las negociaciones en La Habana. El Gobierno de la isla facilitó unas instalaciones para que se realizaran las reuniones negociadoras y acogió durante todo el proceso a los delegados de las FARC. En la isla, y con el hermano de Fidel Castro, Raúl, como maestro de ceremonias, el líder de la guerrilla, Timoleón Jiménez, y el presidente Juan Manuel Santos, se estrecharon las manos por primera vez. Allí también, delegados del Gobierno y la guerrilla han remendado a marchas forzadas en las últimas semanas el acuerdo que fue rechazado en el plebiscito del 2 de octubre.
Las reacciones a la muerte del dirigente cubano han sido numerosas en Colombia y han ido desde los “honores a Fidel, profeta de la aurora” que le dedicó el secretariado de las FARC, hasta el reconocimiento de Santos a la contribución de Castro a la paz en Colombia. “Fidel Castro reconoció al final de sus días que la lucha armada no era el camino. Contribuyó así a poner fin al conflicto colombiano”, escribió el presidente colombiano en su cuenta de Twitter el sábado por la mañana. El ex presidente Álvaro Uribe, que ha abanderado el rechazo a los acuerdos de paz con las FARC, no ha hecho pública ninguna reacción hasta el momento.
Unas relaciones tormentosas
La relación entre el Gobierno de Castro y Colombia no fueron siempre tan cordiales. Bajo acusaciones de promover los grupos guerrilleros y acoger combatientes exiliados en la isla, sucesivos gobiernos colombianos rompieron relaciones con Cuba. Desde 1961 hasta 1975, las relaciones diplomáticas entre ambos países fueron inexistentes, en un periodo caracterizado por el surgimiento de los grupos guerrilleros en el país sudamericano.
En 1973, Fabio Vásquez, líder del Ejército de Liberación Nacional, la segunda guerrilla de Colombia, viajó a la isla buscando refugio frente al acorralamiento de las fuerzas estatales. En 1981, las relaciones entre ambos países volvieron a romperse bajo pretexto de que Cuba estaba entrenando a guerrilleros del M19, otro de los grupos armados activos entonces en el país.
Fidel Castro se mostró también crítico con la estrategia de Manuel Marulanda, el líder histórico de las FARC, fallecido en 2007, al que reconocía sin embargo su “disposición a luchar hasta la última gota de sangre”. En su libro La paz en Colombia, Castro escribió: “Mi desacuerdo con la concepción de Marulanda se fundamenta en la experiencia vivida, no como teórico sino como político que enfrentó y debió resolver problemas muy parecidos como ciudadano y como guerrillero, solo que los suyos fueron más complejos y difíciles”.
Las críticas del mandatario cubano a la guerrilla se centraron en su estrategia de secuestro de civiles. “Tampoco estaba de acuerdo con la captura y retención de civiles ajenos a la guerra. Debo añadir que los prisioneros y rehenes les restan capacidad de maniobra a los combatientes”, explicaba Castro en la obra publicada en 2008.
Pero más allá de los desencuentros sobre algunos puntos de la estrategia, Castro siempre fue el gran referente para las FARC y el resto de guerrillas colombianas. Con la muerte del mandatario y el fin de la guerrilla más longeva del continente, se pone punto y final a un capítulo de la historia de Latinoamérica que se ha extendido por más de cinco décadas. Uno de los últimos legados del revolucionario cubano fue facilitar el proceso de paz que abrirá el camino a una nueva era para Colombia.
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