Este artículo se publicó hace 7 años.
Al Jazeera, el periodismo en libertad bajo amenaza
El canal de televisión árabe más popular en Oriente Próximo está amenazado. La libertad con que está cubriendo los distintos conflictos de la región se ha vuelto contra Al-Jazeera. Arabia Saudí, Egipto y sus aliados exigen a la familia real catarí el cierre inmediato de las emisiones por considerar que están muy cerca del llamado “islam político” de los Hermanos Musulmanes y que defiende los intereses de Irán.
Eugenio García Gascón
Jerusalén-
Los periodistas de Al-Jazeera han denunciado hoy “la intimidación y las amenazas” que pesan sobre ellos, recordando tangencialmente que el canal que emite en árabe y en inglés desde Doha, la capital de Catar, un pequeño país de la península arábiga excepcionalmente rico en carburantes, tiene una audiencia superior a la combinación de todos los canales que le hacen la competencia y que también son sus rivales políticos.
Fundada en 1996 por la familia real de Catar, la casa Al Thani, la televisión Al-Jazeera sorprendió pronto a una audiencia adormilada que se limitaba a ver con desgana canales oficialistas basados en las políticas parroquiales de cada país. El aire fresco y panárabe de las emisiones de Al-Jazeera equivalían a una revolución en la información desconocida hasta ese momento en el mundo árabe tanto por su calidad como por su independencia, y por recoger los temas políticos y sociales que realmente preocupaban a las audiencias.
Se debe recalcar que Al-Jazeera surgió gracias a un error de Arabia Saudí, que hoy es su principal enemigo y que exige el cierre inmediato de sus emisiones. Por esas fechas Riad ordenó a uno de sus satélites que cortara las emisiones para Oriente Próximo de la BBC en árabe, y esto forzó su cierre, de manera que toda la plana mayor del servicio árabe de la BBC se pasó en bloque al nuevo canal catarí.
El punto de inflexión más radical ocurrió con las llamadas primaveras árabes de 2011. La revolución egipcia fue televisada en directo por Al-Jazeera y la audiencia de su web creció exponencialmente en un 2.500 por ciento en muy pocas fechas. En las multitudinarias manifestaciones de El Cairo, los jóvenes revolucionarios vitoreaban a los equipos de Al-Jazeera y coreaban consignas a favor del canal junto a las consignas contra el presidente Hosni Mubarak.
La posterior victoria de los Hermanos Musulmanes en las elecciones egipcias alarmó a los líderes saudíes y a los dirigentes de otros países de la región. El ulterior cambio de rumbo del mariscal Abdel Fattah al Sisi fue cubierto por Al-Jazeera como “golpe de estado”, lo que todavía enfureció más a los detractores de Al-Jazeera.
Pero el canal no se detuvo en esa línea roja. Más recientemente ha cubierto con imparcialidad la guerra de Yemen, donde las tropas saudíes se están empleando a fondo. Al-Jazeera, por ejemplo, no llama “mártires” a los soldados saudíes que mueren en ese conflicto, y esto es algo que aún enfurece a Riad.
No debe extrañar que el cierre de Al-Jazeera sea la primera en la lista de trece demandas que cuatro países de la región han puesto a Catar para normalizar las relaciones y poner fin al boicot decretado a principios de junio. Además de Arabia Saudí, esos países son Egipto, Bahrein y los Emiratos Árabes Unidos, que acusan a Al-Jazeera de difundir la agenda política de la familia Al Thani reinante de Catar. Otros países más moderados, como Omán o Kuwait, no se han sumado a las exigencias saudíes.
En otros tiempos se reprochó a Al-Jazeera que transmitiera los comunicados de Osama bin Laden, y más recientemente se le está reprochando que se haya convertido en una plataforma de propaganda del llamado “islam político”, es decir el islamismo de los Hermanos Musulmanes, tan distinto del “islamismo apolítico” de la mayoría de los salafistas que constituye el islam aceptado por los saudíes y sus aliados.
Esta semana se ha sabido que hace algún tiempo el príncipe de la Corona (el heredero) de los Emiratos Árabes Unidos pidió a Washington que bombardeara una de las sedes de Al-Jazeera, lo que da una idea del rencor que suscita el canal catarí. En su momento Egipto cerró las oficinas de Al-Jazeera en El Cairo y otros países árabes han seguido sus pasos.
La cobertura de Al-Jazeera pone de los nervios a los saudíes debido particularmente a que da una información neutral sobre Irán. Es cierto que se ha acusado al canal catarí de ser prosunní, pero Al-Jazeera se defiende de estas acusaciones respondiendo que su cobertura es imparcial y da voz incluso a sus rivales, como pueden ser Irán o Israel.
En el Estado judío hace muy pocas fechas se ha hablado de cerrar la delegación de Al-Jazeera. Hay numerosas voces que se manifiestan en esa dirección, aunque las autoridades aún no han intervenido en el conflicto entre Catar y los dos principales aliados de Israel en la región, Egipto y Arabia Saudí. De hecho, los israelíes hasta ahora han utilizado Al-Jazeera para difundir sus ideas por la región.
Al-Jazeera da la voz a grupos disidentes e incluso a posiciones controvertidas en Oriente Próximo, donde abundan los países ultraconservadores en el sentido político y en el sentido social. Catar mismo defiende ideas sociales anticuadas a los ojos de muchos árabes de la región, pero en el campo político va mucho más allá de los saudíes.
Las Naciones Unidas han calificado de inaceptable las demandas de Riad y sus aliados en lo tocante a Al-Jazeera, pero habrá que esperar a que se resuelva la crisis para ver si el canal catarí paga los platos rotos por otros países.
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