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Mahmud Abás aumenta la opresión sobre los palestinos mientras la comunidad internacional se lava las manos

La actitud del presidente Mahmud Abás está a la altura del de Israel, EEUU y Europa. Su reciente amenaza de revocar el reconocimiento del estado judío dentro de un año, que ha formulado ante las Naciones Unidas, ha sido acogida con escepticismo por la comunidad internacional.

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Mahmoud Abbas durante un discurso. — John Angelillo / POOL/ Getty Images/ AFP

segovia,

Las intervenciones del presidente palestino Mahmud Abás y del primer ministro israelí Naftalí Bennett ante la Asamblea General de la ONU durante los últimos días confirman la realidad de la cuestión palestina y de la creciente ocupación de Cisjordania, incluida Jerusalén, dos circunstancias que atestiguan que el antiguo contencioso nunca se resolverá de una manera justa y razonable.

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Mientras en su alocución Bennett ignoró deliberadamente a los palestinos, Abás lanzó un ultimátum de un año de duración para que Israel reconozca el estado palestino. En caso contrario, continuó el presidente, los palestinos revocarán el reconocimiento del estado de Israel.

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Por su parte, la comunidad internacional no se inmutó ni con el clamoroso silencio de Bennett ni con la patética amenaza de Abás, lo que da una idea clara de que éste ha terminado por resignarse a la victoria absoluta del estado judío y a la derrota no menos absoluta de los palestinos, un asunto que ya no interesa lo más mínimo a la comunidad internacional.

El ultimátum de Abás llega más de tres lustros después de que accediera a la presidencia, un prolongado periodo que se ha caracterizado por su estrecha colaboración con Israel, especialmente en materia de seguridad, sin que el presidente palestino haya realizado ni un asomo de acción defensiva. Al revés, en estos 15 años el presidente se ha sometido a cualquier antojo del estado judío.

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El 80% de los palestinos desean que Mahmud Abás dimita

Esta actitud ha tenido consecuencias dramáticas para el pueblo palestino, que ha estado viendo cómo Abás lo conducía al matadero. No es extraño que un sondeo publicado este mes revele que el 80% de los palestinos desea que Abás dimita. Los resultados del sondeo también explican por qué Abás ha querido una vez más lavar su imagen lanzando ese ultimátum hueco ante la 76 sesión de la Asamblea General de la ONU.

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Las redes sociales palestinas han abundado esta semana en chanzas contra Abás, a pesar de que quien las realiza se arriesga a ser señalado y acosado por las fuerzas de seguridad palestinas, cuya misión principal consiste precisamente en mantener Cisjordania como una balsa de aceite para que Israel prosiga su imparable expansión colonial.

Según el primer ministro palestino, Mohammad Shtayyeh, el presidente Abás "ha colocado a la comunidad internacional frente a sus responsabilidades para acabar con la ocupación israelí". Sin embargo, es notorio que personajes como Angela Merkel o Emmanuel Macron están satisfechos con la situación y jamás han movido un dedo para corregirla.

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La parálisis de la comunidad internacional impide cualquier evolución positiva del conflicto. Bennett, que lo sabe, no se refiere nunca a la ocupación porque considera que Cisjordania ya forma parte de Israel, lo que es verdad. Y a quien osa criticar la brutal ocupación, los israelíes y sus socios internacionales los califican de "antisemitas" lisa y llanamente, como ocurre a diario.

Y mientras sucede todo esto con la colaboración de Abás, los europeos discuten si los libros de texto palestinos son "antisemitas". La cuestión es abrir frentes por todas partes con el fin de que no se hable de la brutal ocupación, de los muertos palestinos constantes, de los abusos y opresión diarios, de los robos de tierra y agua, o del aislamiento a que está sometida la población palestina, es decir de todo lo que se hace a plena luz del día.

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La población palestina esta sometida a abusos, opresión, aislamiento y a robos de tierra y agua constantes 

Europa se ha convertido en una réplica de Estados Unidos en lo tocante a Israel, y ahora está preocupada por el supuesto "antisemitismo" de los libros de texto palestinos. Los europeos no han tenido tiempo para darse cuenta de que los libros de texto israelíes jamás describen el drama palestino ni dibujan las fronteras del estadojudío, y no es por casualidad sino porque no reconocen ninguna frontera a la espera de consolidar la ocupación. Los eurodiputados no lo ven ni lo consideran incitación.

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Los eurodiputados tampoco han visto que el ahora primer ministro Bennett, hace solo unos años, siendo ministro de Educación, sacó de los colegios una novela en la que una novelista israelí judía planteaba un conflicto que se resolvía mediante la coexistencia entre personajes israelíes y palestinos. Los mismos europeos que entonces no levantaron la voz ven ahora "antisemitismo" en los libros de texto palestinos.

A los eurodiputados tampoco se les escuchó un poco antes, cuando la fiscalía israelí decidió no imputar a los autores de Torat Hamelej, un libro religioso que justifica el asesinato de no judíos conforme a la ley religiosa judía y que sigue a la venta en las librerías israelíes.

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Se mantuvieron en silencio y no lo consideraron incitación. Su nueva indignación sorprende aún más si se tiene en cuenta lo que se enseña en muchas escuelas rabínicas de los territorios ocupados y del interior de Israel, enseñanzas solo comparables a lo que se enseña en las madrasas más radicales. Pero eso no les incumbe a los eurodiputados.

Tampoco les incumbe lo que sucede a diario en los territorios ocupados, donde los soldados y los colonos judíos matan a palestinos, roban tierras, arrancan sus árboles, encierran a la población en sus ciudades y pueblos, roban el agua o acusan de "terrorismo" a los palestinos con la misma facilidad que acusan de "antisemitas" a quienes critican la ocupación.

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La hipocresía y el cinismo de Europa, incluidos muchos de sus eurodiputados, es sencillamente proverbial. Una de sus primeras consecuencias es, justamente, que la población árabe y palestina lo ve sin ninguna dificultad, y sabe que los europeos son tan cínicos e hipócritas como los americanos, con Merkel y Macron a la cabeza.

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