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De meterse en jardines a la frustración en Gaza: Borrell dice adiós a la diplomacia europea

Su espontaneidad le ha generado tanto halagos como reproches. No ha tenido pelos en la lengua, aunque se la ha mordido más de una vez. Ha pisado jardines, tropezado en el Kremlin e irritado a Tel Aviv. Su paso por Bruselas no ha dejado indiferente a nadie.

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Imagen de archivo del alto representante de la UE para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad Josep Borrell, en una conferencia en Bruselas. — Olivier Hoslet / Europa Press

BRUSELAS,

Cuando Josep Borrell asumió en 2019 el sillón de jefe de la diplomacia europea fue descrito por muchos en los pasillos bruselenses como el diplomático más anti-diplomático que asumía dicho cargo. Sus respuestas desafortunadas ante preguntas críticas o sus juicios personales en temas de política nacional -como el procés independentista- hicieron zozobrar su arranque frente al Servicio Europeo de Acción Exterior. Cinco años después, cede el testigo a Kaja Kallas dejando en su legado un historial que destaca por defender de forma férrea Ucrania, sonrojar a los países europeos por su hipocresía en Gaza y resignarse a la realidad más patente de la UE como actor geopolítico: la desunión de la Unión debilita su poder y rol en el tablero de ajedrez internacional.

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"Es una opinión impopular, pero Josep Borrell ha sido un Alto Representante bastante bueno. Ha generado una voz más independiente para este cargo; ha contribuido a la resolución de la UE en Ucrania y ha puesto de relieve algunas de las hipocresías de la Unión sobre Gaza", analiza Jeremy Cliffe, director editorial del Consejo Europeo para las Relaciones Exteriores (ECFR, por sus siglas en inglés).

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Borrell es un orador y una mente brillante. Derrocha personalidad, lo que se ha convertido en no pocas ocasiones en una trampa. Su espontaneidad le ha generado tanto halagos como reproches. No ha tenido pelos en la lengua, aunque se la ha mordido más de una vez. Ha abroncado a eurodiputados, a ministros e incluso a su cuerpo diplomático distribuido por todo el planeta: "Me entero más de lo que pasa leyendo prensa que vuestros informes", les llegó a recriminar en la conferencia anual.

Ha dejado discursos en el Pleno de Estrasburgo cargados de reflexiones y referencias históricas que han sacudido conciencias. "Igual que podemos decir que es una tragedia abominable matar a jóvenes que celebraban la vida, ¿no podemos decirlo sobre la muerte de 800 niños en Gaza? ¿En qué lamentar una tragedia me quita fuerza moral para lamentar otra? Al contrario, me la da", afirmaba pocos días después de los ataques de Hamás en suelo israelí, que más de un año después han desatado una respuesta feroz del Ejército hebrero.

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Pero también se ha metido en no pocos jardines. Arrastra un largo historial de polémicas. Uno de sus momentos más recordados es el abandono de una entrevista con la televisión alemana Deutsche Welle al ser preguntado por la situación en Catalunya. También generaron polémica sus palabras sobre la masacre contra los indígenas en Estados Unidos: "Lo único que hicieron fue matar a cuatro indios", señaló. Uno de sus grandes derrapes se produjo cuando comparó a la UE con un jardín y al resto del mundo con la selva. Unas palabras que fueron muy criticadas por sus tintes racistas y colonialistas. "No entiendo que se haya interpretado como racista, colonialista o etnicista. Era un mensaje de solidaridad. De decirle a los jóvenes europeos que tienen la suerte de vivir en una zona de libertad, progreso económico y cohesión social", se justificó poco después.

Una de las páginas más grises de su mandato fue el viaje a Moscú en 2021, pocos meses antes del inicio de la guerra en Ucrania. El Kremlin lo arrinconó y Sergei Lavrov, el ministro de Asuntos Exteriores ruso y calificado como un bulldog, le mordió y humilló en una rueda de prensa en la que llegó a equiparar a los líderes independentistas del procés con el opositor Alexei Navalni. Este episodio no solo evidenció el momento tan bajo que atravesaban las relaciones bilaterales de Rusia y la Unión Europea, sino que dejó en un muy mal lugar a Borrell, acusado de torpe, de no anticipar el golpe y de dejarse avasallar. "Debemos afrontar los desafíos, incluido el de reunirnos con otros en su propio terreno de juego", defendió a su regreso entre fuertes críticas.

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La realidad es que el paso por Bruselas del histórico socialista no ha dejado indiferente a nadie. Conocida es la fría relación que ha mantenido con su jefa, Ursula von der Leyen, con la que ha coincido en su enfoque y cierre de filas absoluto con Ucrania pero con la que ha chocado por la gestión "hipócrita" en torno al genocidio en Gaza. Desde la Izquierda han acusado a Borrell de promover un discurso beligerante con sus llamadas continuas a enviar más y mejores armas a Kiev.

"Esta impotencia y pasividad [en Gaza], en contraste con nuestro compromiso en favor de Ucrania, se ha percibido a menudo fuera de la Unión como una señal de doble rasero: a los ojos de los europeos, la vida de un palestino no vale tanto como la de un ucraniano. La gran mayoría de los ciudadanos de la UE no comparte esto, pero es una idea ampliamente percibida por los países del llamado Sur Global", reconoce en la última publicación de su blog.

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En el Berlaymont se ha impuesto una línea que no admite críticas ni matices: el apoyo a Ucrania y el silencio con Israel. Pese a ello, Borrell ha sido una de las pocas voces europeas que ha hablado sin tapujos contra las violaciones de derechos humanos y del Derecho Internacional cometidas por las filas que dirige el ultra Benjamín Netanyahu. "Gaza era antes de la guerra la cárcel al aire libre más grande del mundo. Hoy es el mayor cementerio al aire libre del mundo", afirmó en una ocasión. "Todo el mundo va a Tel Aviv a suplicar que protejan a los civiles y que no maten a tantos. ¿Cuánto es tantos? Netanyahu no escucha a nadie. Pide evacuar a los gazatíes, ¿dónde, a la Luna?", esgrimió en otra.

Una de sus asignaturas pendientes -y quizá la más dolorosa para él- es la inacción europea ante la masacre israelí y el desmoronamiento de las reglas del orden global. El propio Borrell ha cargado contra el cinismo de actuar o no dependiendo si el que activa las bombas contra civiles indefensos se llama Vladimir o Benjamín. El diplomático español ha pedido sin éxito -debido a la resistencia de la mayoría de Estados miembros- el embargo de armas a Israel, las sanciones contra los ministros más extremistas que han incentivado el genocidio o congelar las relaciones con Tel Aviv.

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Muchas capitales están felices de quitárselo de en medio, consideran que se ha extralimitado en sus funciones. Los gobiernos quieren a alguien dócil, que no se entrometa demasiado, que se limite a ejecutar y difundir la línea común. El puesto de Alto Representante es un caramelo envenenado. Tiene mucho potencial, pero poco margen de maniobra, ya que la política exterior europea la marcan los 27 países por unanimidad. A pesar de ello, Borrell ha ejercido de verso suelto en muchas ocasiones, enfadando a no pocas capitales. Su antecesora, la italiana Federica Mogherini, fue mucho más comedida. Borrell ha sacudido la diplomacia europea ayudado por un contexto global volátil que le ha dado la oportunidad de estar en primera línea. Lo releva desde este domingo la estonia Kaja Kallas, quien ha dejado claro que su obsesión es defender el flanco oriental y plantar cara a Putin.

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