BRUSELAS
Actualizado:Theo Francken (Lubbeek, 1978), pedagogo, es miembro de Nieuw-Vlaamse Alliantie (N-VA), partido nacionalista flamenco de derechas, que forma parte de la coalición que gobierna actualmente Bélgica. Francken, que construyó su carrera política en la oficina de Geert Bourgeoises, ministro presidente de Flandes, es el actual Secretario de Estado para el Asilo y la Migración de Bélgica y un dolor de cabeza constante para el Primer Ministro Charles Michel. Su última polémica, que podría quebrantar el frágil equilibrio gubernamental, ha sido dejar la puerta abierta a una posible solicitud de asilo del expresidente de la Generalitat, Carles Puigdemont.
El ofrecimiento a Puigdemont es el quebradero que Theo Francken ha dado al primer ministro jefe del ejecutivo, sí, pero no el primero. El currículum del Secretario de Estado es largo. En 2014, poco después de la formación del gobierno, la oposición pidió por primer vez su dimisión. Francken, junto con su colega de transportes Ben Weyts, asistió al cumpleaños de Bob Maes. Maes es una conocida figura de Vlaams Militanten Organisatie (VMO), una milicia de extrema derecha habitual de la acción violenta ya prohibida. El VMO es la organización heredera de los colaboracionistas nazis en Flandes. Ante los ataques de la oposición, Fracken se defendió insistiendo en que Maes, que es conocido por participar en movimientos neonazis, es un nacionalista de mérito, un gran idealista y un demócrata.
Aunque su relación con grupos de extrema derecha le sigue persiguiendo, Francken se ha labrado una reputación como uno de los políticos europeos más duros en materia de migración y asilo, política de la que es titular en el Gobierno. Su actitud altiva y sus salidas de tono en la prensa y las redes sociales han generado no poca polémica en el país y copado la actualidad belga.
En enero de 2016, en medio de uno de los picos de las llegadas de personas en busca de refugio a Europa a través del Mediterráneo, su homólogo griego lo acusó de haber dicho que frenaran como fuera a las personas en el mar, aunque se ahogaran. Él negó la mayor pero no hubo desmentido por parte de Grecia. Francken criticó también a las organizaciones que trabajan rescatando personas y pidió que Bélgica se retirara de la Operación Sophia de la Unión Europea. Aunque la misión se centra en la lucha contra las redes de tráfico, no en las misiones de rescate, el político flamenco argumentó que la presencia de navíos en la zona incrementaba el efecto llamada y pidió que las personas rescatadas fueran devueltas a Libia.
Y su política no es menos severa en casa. En el verano de 2015, la saturación del sistema de asilo belga, hizo que centenares de personas quedaran varadas en el Parque Maximilien, frente a la Oficina de Extranjería de Bruselas en pleno corazón financiero de la capital belga. Se constituyó, de forma espontánea y gracias a la solidaridad ciudadana, una suerte de campo en parque que daba cobijo a estas personas mientras conseguían registrar su demanda de asilo. Francken criticó entonces a las organizaciones que ofrecían ayuda en el campo y se negó durante meses a ofrecer alojamiento a esas personas. De hecho, un tribunal de Bruselas llegó a condenar a Bélgica por ello.
Tras la destrucción del campo de refugiados conocido como ‘La Jungla’, en Calais (Francia), cientos de sus habitantes se desplazaron a Bélgica para tratar alcanzar desde aquí Reino Unido. Muchos de ellos son sudaneses y malviven en el mismo parque Maximilien que acogió a centenares de personas hace unos meses. Tras un acuerdo entre el gobierno belga y el sudanés, la policía lanza redadas en el parque y los detenidos son posteriormente identificados por las autoridades de Sudán para ser expulsadas. Cabe recordar que el presidente del país, Omar Hasán Ahmad al-Bashir, tiene una orden detención de la Corte Penal Internacional por crímenes de guerra y contra la humanidad. Theo Francken celebró una de estas operaciones policiales en su perfil de Facebook utilizando el hashtag #limpiar, en referencia a la misma.
Y aún hay más. La oficina del Secretario de Estado para Asilo y Migración también se dedicó a enviar cartas a demandantes de asilo iraquíes en las que defendía que las condiciones de seguridad en Irak, un país destrozado por una guerra en la que la propia Bélgica ha tomado parte, habían mejorado. En ellas se insistía en que el proceso es largo, duro y sin garantías de conseguir la ansiada protección internacional y le instaba por tanto a renunciar a su petición de refugio y regresar a Irak.
Otro de los casos más conocidos es su condena por denegar un visado humanitario a una familia siria de Alepo. El Tribunal de Justicia de la UE determinó sobre un caso parecido que efectivamente, aunque los Estados miembros podía tramitar visados humanitarios, no estaban obligados a hacerlo. Un golpe a quienes defienden la promoción de las vías seguras de llegada a Europa para evitar más muertes en el camino y, por supuesto, a la familia que el político flamenco celebró en las redes sociales.
No parece por tanto que la oferta de Theo Francken de examinar una posible demanda de asilo de Carles Puigdemont responda a la preocupación del Secretario de Estado por la situación de los derechos humanos en España. Su posición tiene obedece por el contrario a su pertenencia a un partido nacionalista flamenco con aspiraciones independentistas. Francken aprovecha la visibilidad del procés para airear sus propias ideas pero la llegada de varios miembros del antiguo Govern y su expresidente enfrenta al político con sus promesas.
El Primer Ministro Charles Michel se ha pasado las últimas semanas haciendo malabares para evitar enfadar al gobierno español, aunque con dudoso resultado, mientras que mantenía al ala nacionalista de su ejecutivo calmada. Una petición de asilo del expresident pondría a Michel contra las cuerdas.
Cualquiera que conozca Bélgica sabrá que la política en este país hace equilibrio en una acusada división entre flamencos y valones, francófonos y neerlandófonos. Y el gobierno es un reflejo de esa fractura. De hecho, el país tiene el récord mundial al permanecer 541 sin gobierno. Aunque no parece muy probable que los belgas contemplaran el procés como un posible factor de fractura de su frágil armonía política y sin embargo, podría serlo.
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