Este artículo se publicó hace 9 años.
"Perú no es una marca, no está en venta"
Marco Arana, ex sacerdote y líder de la organización Tierra y Libertad, dentro del partido de izquierda peruana Frente Amplio, es ahora eventual candidato a la presidencia en las próximas elecciones del país suramericano.
LIMA. -Marco Arana Zegarra es el dirigente principal de Tierra y Libertad, una organización política peruana, ecologista y de izquierdas que forma parte del Frente Amplio. Tierra y Libertad brota de los movimientos sociales que se oponen al modelo neoliberal extractivista vigente desde hacen veinticinco años. Arana, un ex párroco de una comunidad rural que pasó a la política, es actualmente un eventual candidato a la presidencia en las próximas elecciones presidenciales.
Las luchas contra actividades mineras como la que se da ahora en Islay, Arequipa contra el proyecto Tía María de Southern – del Grupo México – han puesto en el centro del debate a su organización política, Tierra y Libertad.
En este momento podemos hablar en el Perú de un auténtico movimiento ciudadano ecologista. Las ciudades están solidarizándose con las luchas por la defensa de los bosques y de otras zonas rurales, pidiendo leyes de protección para la salvaguarda de especies animales, reclamando leyes de protección para que no haya violencia contra los animales domésticos, reclamando áreas verdes y la protección de las existentes, y hay preocupación por la contaminación en general. Y esas luchas urbanas no son muy distintas de las luchas rurales por que se respete la titulación de los pueblos indígenas, para conservar el bosque, para tener ríos limpios, ni de las luchas de las comunidades campesinas por defender su acceso colectivo a la tierra. Tierra y Libertad no se entendería sin esos procesos. Podría decirse, para entendernos, que salvando los matices, ese gran movimiento que crece disperso, pero ya en camino a hacer valer sus nexos, es nuestro particular y propio 15M.
A muchos empresarios les preocupan las inversiones mineras debido a la gran dependencia de Perú de la renta minera…
Lo que les preocupa no es necesariamente la inversión de los 1400 millones de dólares. Es que saben que lo que crece es una articulación de esos reclamos existentes en todos los lugares del país y que se está convirtiendo en una propuesta política. Por eso es que Tierra y Libertad se convierte para toda esa prensa y todos esos intereses económicos en el principal enemigo. Esto, además, se agudiza en un momento en que nos acercamos a un escenario electoral, en 2016.
También le preocupa comprobar que somos portadores de la realización de ese sueño, que es el de un país en el que su economía se ponga al servicio de la sociedad, de las personas; en el que la lucha por la justicia social, por la redistribución de la riqueza y el acceso a servicios, a la igualdad, no se desengancha del cuidado de la Tierra, no se desengancha de la sostenibilidad ecológica, de la justicia ecológica, de la justicia hídrica, del derecho a ser diverso y a ser consultado. Todo lo que define al Buen Vivir.
¿Y qué plantean?
Estamos planteando una visión de desarrollo de país que siente las bases para una economía y una sociedad postextractivista. Nadie está pensando tomar el gobierno para cortar de cuajo la actividad minera, pero sí haremos una evaluación de los impactos de las actividades no solo mineras, sino petroleras, agroindustriales, pesqueras, forestales. Y aquellas que pasen la aprobación de un adecuado manejo de la gestión del agua, de la tierra, del aire, y que están en disposición de pagar bien a sus trabajadores y con trato justo, de respetar estándares ambientales en buena convivencia con las comunidades de los entornos que hayan sido consultadas previamente, por supuesto que van a ser respetadas, promovidas y amparadas; apoyándolas, además, para que no pierdan rentabilidad.
¿Y cuál sería la alternativa?
Hablamos de diversificación productiva sobre la base de que somos un país megadiverso, lo que debe ser una ventaja y no una maldición; hablamos de inversiones en otros sectores con menos impacto ambiental, como el turismo, o la agroindustria pequeña y de mediana escala – descartando por supuesto el recurso a transgénicos –, la pesca para consumo humano, etc. Tomando en cuenta también, cosa que no se hace hoy, las modificaciones a futuro como consecuencia del cambio climático. Queremos un Estado eficaz y eficiente, pero donde la economía esté al servicio de la gente.
Somos, además, - y esto es importante-, un movimiento soberanista. Porque toda esa cesión de territorio para actividades extractivas descontroladas, configura – sumado eso a los tratados de libre comercio que son hechos en condiciones desfavorables para nosotros y nos someten a legislaciones extrañas – una pérdida de soberanía. El Perú es hoy tratado como una mercancía, han dividido el país en cuadrículas, han inventado la “Marca Perú” – literalmente, con logo y todo – y así lo venden. Pues no, el Perú no es una marca, es nuestra patria.
¿Qué diagnóstico hace de la izquierda en el Perú?
Bueno, no hay una sola izquierda en el Perú, sino varias. Desde aquellas más extremistas y fundamentalistas, que contribuyeron al desangramiento del país, como Sendero Luminoso; a izquierdas más reformistas como aquellos que consideraron que la revolución militar de los años 60 con la redistribución de la tierra era un avance suficiente para el país y allí se quedaron. Y hemos tenido otras izquierdas, vanguardistas, que han considerado que debía pasarse por procesos de acumulación política mayor, donde unos ponían el acento en el protagonismo obrero y otros en el protagonismo campesino. Pero en general, durante la década de la violencia en los años 80 y luego con la llegada brutal de las políticas neoliberales en los 90, las izquierdas quedaron descolocadas.
Los sindicatos fueron barridos, las comunidades campesinas fueron arrinconadas, los grandes gremios campesinos fueron quebrados, las importantes organizaciones barriales en las urbes fueron diezmadas por el terror y luego corrompidas por el asistencialismo y el clientelismo.
A raíz de esto, muchos componentes de la izquierda tradicional se burocratizaron, o consideraron que su campo de acción pasaba a ser la oficina, la ciudad, y que su participación fundamental debía ser el fortalecimiento de la sociedad civil o la participación electoral.
Y los nuevos protagonistas sociales generaron nuevas agendas…
Sí, eso es. Es el cuestionamiento a la imposición y homogenización de la economía como un patrón único en todos los rincones del planeta, y en todos los rincones del Perú, es decir, a la imposición de una racionalidad económica extraña, incluso a la fuerza.
Eso provocó que ante la política del “perro del hortelano”, que es como denominó el ex presidente Alan García a los pueblos indígenas amazónicos que defendían sus tierras de la invasión minera y petrolera, se dieran terribles enfrentamientos con muertes de ambos lados en 2009, tragedia que en el Perú se conoce como “el baguazo”, pues la localidad de Bagua fue su epicentro; eso generó la reacción campesina y popular en Cajamarca contra el proyecto minero Conga, las movilizaciones en Tambogrande contra el proyecto Río Tinto, así muchos otros, como el de estos días en la provincia de Islay contra el proyecto minero Tía María, del Grupo México.
El protagonismo de los pueblos indígenas amazónicos es algo novedoso
Lo que se están planteando son nuevas voces. Se daba por hecho que los pueblos indígenas amazónicos no tenían nada que decir y sin embargo su voz amplificada en los terribles sucesos de Bagua nos hizo recordar no solo que han estado siempre y que tienen derecho a su modo de vida, sino que ese modo de vida más amigable con la tierra, con los bosques, por el agua, no es parte de una agenda arcaica, sino que es parte de la agenda más importante que hay que tomar en cuenta, y que su búsqueda de cuidado y relación armónica en la naturaleza es todo lo contrario a lo arcaico, es futurista. Los pueblos indígenas no conocen la palabra ecología, pero conocen algo mucho más esencial: se saben hijos de la Tierra, saben que todo está conectado con todo. Esos son los pilares centrales que ha habido en toda cultura, en toda sabiduría y constituyen ahora parte de los ejes centrales de las disciplinas más modernas como la ecología y todas las formas de pensamiento complejo, holístico. Por eso, lo que hay que hacer es aprender.
Usted es precandidato presidencial del Frente Amplio, cuyo eje es Tierra y Libertad, pero hay otro frente con organizaciones de izquierdas, 'Únete por otra democracia', con el que no hay acercamiento. ¿Por qué?
Hay varias diferencias, de principios y programáticos. Existe un sector de las izquierdas anclado en una visión de la sociedad y de la economía que considera que el cuidado de la naturaleza y los derechos ambientales son un lujo de países ricos, y por tanto desconocen en principio los reclamos de los pueblos que están en lucha por salvaguardar su territorio y garantizar el acceso a un ambiente sano, limpio y el acceso a la propiedad colectiva de la tierra.
Nosotros provenimos de un movimiento amplio que reivindica lo ecológico popular, lo ecológico político como un eje articulador de una nueva visión de país y tenemos discrepancias con aquellos que vienen de una visión desarrollista tan solo redistributiva de la riqueza y en la que el ambiente es solo un factor más. Son puntos importantes.
Pero hay otras diferencias también de orden político, de orden práctico. Nosotros plantemos un proceso político no burocratizado, nos afirmamos en la construcción de un aparato político que le dé poder a la gente, a los ciudadanos, y que coloque ese aparato al servicio de esas luchas y de esa participación social, ecológica, política, amplia.
El tema de los principios o el pragmatismo ha estado en el debate…
Lo que guía nuestras decisiones políticas no es el pragmatismo electoral ni el miedo, y allí hay otra diferencia sustantiva con las izquierdas tradicionales, pues algunos piensan que con tal de llegar a tener un cargo o una representación política – aunque sea minúscula – se puede transar con quien sea y cuando sea y al precio que sea, y que los principios son intercambiables o pueden colocarse debajo del colchón. Nosotros estamos convencidos de que no, y más bien pensamos que los principios, que no se negocian, tienen que traducirse en acciones concretas, en políticas públicas viables, en mecanismos de participación, porque no se trata simplemente de soñar sino de realizar esos sueños.
¿Cómo ve el panorama político del Perú en general con esta derecha hegemónica que hay en la actualidad?
Con cuatro presidentes que han mentido sucesivamente al postular a las elecciones, ofreciendo los cambios que reclaman las mayorías y gobernando luego para el proyecto neoliberal, con cuatro presidentes mentirosos sucesivos, se ha agudizado al extremo el descrédito de las instituciones políticas. La pérdida de credibilidad de la institución presidencial en un país presidencialista, donde el presidente de la República tiene amplios poderes, es un asunto grave. Pero no es solo eso, se ha perdido la credibilidad en todo. El Congreso de la República no tiene credibilidad alguna, tampoco el Poder Judicial, e incluso los órganos de control interno, los de orden ciudadano, como son las fuerzas policiales, y también las fuerzas armadas, carecen de la confianza de la población. Sumemos a eso la corrupción generalizada, el narcotráfico que ya se mete en el Estado. Todo esto es muy preocupante, y creemos que la manera de presionar que han usado para imponer, para intensificar, el modelo extractivista, el acaparamiento de tierras para la gran agroindustria de exportación dejando de lado a la mayoritaria pequeña agricultura – que es otro gran tema –, la tala ilegal de bosques y en general la depredación de la Amazonía, la gran laxitud que existe hacia la minería informal, etc., en todo el país, todo ese descontrol que nos pone en manos de ávidos “emprendedores” rapaces, a lo que está llevando es a tensar una polarización en la que grandes fuerzas sociales puedan ser empujadas a una especie de caos y de anomia.
¿Cómo es el paso del sacerdocio a la militancia política?
Es un paso difícil, requiere discernimiento, requiere pasar de esta opción más universal por todos los feligreses – como se dice en el ámbito sacerdotal – a una comunidad política que es más acotada. Sin embargo hay un elemento que puedo considerar un continuo, que es el paso a una actividad política de servicio, de cuidado de la naturaleza – lo que teológicamente llamamos de cuidado de la creación –, y por otro lado es el paso a una opción política por justicia social, por justicia para los más pobres.
América Latina sorprende, porque así como aparecieron militares de izquierda, hay también una tradición de religiosos que se han involucrado en las luchas sociales.
Sí, la historia es larga y comienza con Bartolomé de las Casas y su lucha contra la esclavización de los indígenas y la negación de que tuvieran alma, que fueran seres humanos. Durante la rebelión de Túpac Amaru había religiosos en el bando virreinal y también en filas tupacamaristas. Más recientemente en las luchas contra las dictaduras en Sudamérica y en Centroamérica donde monseñor Romero es la figura más visible. No olvidar que es en América Latina donde surge la Teología de la Liberación.
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