Madrid
Actualizado:Rusia ha devuelto el golpe y ha puesto de manifiesto que aún tiene medios para hacer mucho daño, material y psicológico. El ataque con misiles contra infraestructuras y objetivos civiles en Kiev y otras ciudades ucranianas demuestra de nuevo, y para quien no quiera verlo, que en Ucrania hay una guerra total y no solo un choque de ejércitos en un frente definido, como se piensa con ligereza en Occidente. No es tampoco una limitada operación especial, como el Kremlin quiere vender el conflicto a la población rusa. Se trata de una guerra sin cuartel y con objetivos más allá de la zona ocupada por Rusia. Una guerra que se avecina muy larga y que podría extenderse fácilmente a países vecinos como Bielorrusia.
Los bombardeos de este lunes también evidencian que, de momento, las fuerzas armadas de Vladímir Putin no precisan de sus bombas nucleares tácticas para mantener sus posiciones y al tiempo causar el mayor terror posible. El mensaje es evidente: Rusia no está vencida y puede aún causar mucho daño en Ucrania al tiempo que se agrava, en su beneficio, la difícil situación internacional por los efectos de la guerra.
Un nuevo señor de la guerra ruso
Durante un encuentro con el Consejo de Seguridad, el presidente ruso definió el alcance de los bombardeos: "Esta mañana, tras la recomendación del Ministerio de Defensa y de acuerdo con un plan del Estado Mayor, se ha llevado un ataque masivo con armas de largo alcance y gran precisión contra instalaciones de energía, mando militar y comunicaciones en Ucrania".
Este nuevo plan del Estado Mayor coincide con el nombramiento del general Serguéi Surovikin como nuevo jefe de las Fuerzas Armadas rusas en Ucrania. Surovikin es un militar implacable que dirigió en 2017 las operaciones rusas en Siria. Por orden de Surovikin se bombardeó indiscriminadamente poblaciones civiles para derrotar la insurgencia contra el régimen de Damasco.
Un miembro del Comité de Defensa de la Duma [cámara baja del Parlamento ruso], también fue claro al respecto: "Ahora es necesario, en primer lugar, atacar las comunicaciones y los puentes ferroviarios en el oeste de Ucrania para excluir incluso la más mínima posibilidad de que las armas de la OTAN lleguen a la línea del frente".
En su discurso, Putin acusó a Ucrania no solo de la voladura parcial del puente sobre el estrecho de Kerch. También la responsabilizó, en connivencia con la OTAN, de los daños intencionados sufridos recientemente por los gasoductos Nord Stream 1 y 2 que enlazan Rusia y Alemania en el mar Báltico, de otro supuesto ataque contra una planta nuclear en territorio ruso y de un atentado terrorista contra un gasoducto del sistema Turk Stream.
Según un comunicado del Ministerio de Defensa ruso, todos los objetivos prefijados en este bombardeo masivo fueron alcanzados. Las autoridades ucranianas indicaron que habían derribado 43 de los 75 misiles rusos disparados, aunque reconocieron la amplitud y los daños causados por el bombardeo.
Ucrania admite la gravedad de los bombardeos rusos
"Ucrania está bajo el ataque de misiles. Hay información sobre bombardeos en muchas ciudades de nuestro país", informaba a primera hora de la mañana del lunes Kyrylo Tymoshenko, jefe adjunto de la Oficina de la Presidencia ucraniana. Aunque ya se habían producido durante el fin de semana algunos ataques en ciudades como Zaporiyia, en los márgenes de una de las regiones anexionadas oficialmente por Moscú la semana pasada, los ataques de las últimas horas y las palabras de Putin apuntan a una nueva escalada bélica y a la entrada en esa nueva fase de la guerra.
Poco después el propio presidente ucraniano, Volodímir Zelenski, reconocía, en un mensaje de vídeo en Telegram, que los ataques habían tenido como objetivo diversas infraestructuras críticas, puestos de mando militar y centros de comunicaciones de diversas ciudades ucranianas. Zelenski afirmó que los misiles fueron disparados por drones, como los suministrados por Irán a Rusia, y que entre los objetivos había instalaciones eléctricas de todo el país.
Zelenski enumeró ataques en la capital y en otros puntos de la región de Kiev, en las grandes ciudades de Lvov y Járkov, y en lugares como Khmelnitsky, Dnipro, Vinnits, la zona de Ivano-Frankivsk, la ciudad de Zaporiyia y en Sumy,, Zhytomyr y Kirovohrad.
En Járkov, de cuyas inmediaciones el ejército ruso se retiró en septiembre, tras la exitosa ofensiva ucraniana que llevó a sus tropas hasta los límites del Donbás ocupado por Rusia, los ataques afectaron a la red eléctrica, las comunicaciones y el suministro de agua, como reconoció el alcalde de la ciudad, Igor Terekhov, también por Telegram.
El alcalde de Kiev, Vitali Klitschko, también habló en las redes sociales: "La capital está bajo el ataque terrorista ruso". Este mismo argumento, pero a la inversa, lo utilizó el vicepresidente del Consejo de Seguridad ruso, Dmitri Medvedev, en referencia a la voladura el sábado del puente de Crimea en el estrecho de Kerch, que calificó de acto terrorista llevado a cabo por el "régimen criminal de Kiev". El que fuera presidente de la Federación Rusa afirmó que "la única respuesta a este crimen puede ser la eliminación de los terroristas" y así, añadió, "lo están esperando los ciudadanos rusos".
Los ataques con drones y misiles de este lunes apuntan precisamente en ese sentido. El Kremlin necesita apuntarse un tanto bélico ante los ciudadanos rusos tras el descontento causado por la leva masiva de reclutas lanzada en septiembre y las malas noticias que llegan del frente ucraniano sobre la actuación de las tropas rusas. Si los soldados rusos no pueden ganar la guerra, quizá lo hagan los misiles, ese es el mensaje.
La capital de ucrania, objetivo estratégico
Kiev no solo es el principal núcleo urbano de Ucrania y donde el ataque a zonas civiles tiene un mayor impacto. También es su centro neurálgico, militar y político, y por tanto un objetivo estratégico, el más importante. Su bombardeo es una advertencia de que Moscú está dispuesto a todas las opciones. Y que hay líneas rojas para el ejército ucraniano asesorado y armado por Estados Unidos y la OTAN: mientras que Rusia considera el Donbás y las otras zonas ocupadas como parte del frente bélico, no ocurre así con Crimea. Anexionada tras un dudoso referéndum en 2014, esa península ucraniana es para la estrategia del Kremlin parte innegociable de Rusia y cualquier daño contra ella es interpretado como un golpe directo contra el corazón de ese país.
Lo dijo de nuevo Putin, con ocasión de la destrucción de parte del puente de Crimea y tras la respuesta militar rusa: "En caso de que continúen los ataques sobre territorio ruso, nuestra respuesta será dura y proporcional".
Desde el 26 de junio pasado la capital ucraniana había sido respetada por las bombas rusas. En esa fecha las fuerzas rusas lanzaron 14 misiles sobre la ciudad.
La retirada rusa en varias zonas limítrofes del Donbás o de Jersón no significa que el ejército invasor esté fuera de combate. La respuesta asimétrica siempre ha sido la especialidad del Kremlin: el golpe súbito también allí donde ya no se esperaba. Los daños en las infraestructuras eléctricas llevan la guerra a todo el país, incluso a la lejana ciudad de Lvov, cerca de la frontera con Polonia, que hasta ahora apenas había recibido ataques rusos.
El presidente bielorruso amenaza con entrar en la guerra
El ataque ruso se produce, además, después de que el presidente de Bielorrusia, Alexander Lukashenko, afirmara que Ucrania pretendía atacar ese país, aliado de Moscú en esta crisis internacional, y que tal ofensiva era "inminente". Lukashenko reunió a su estado mayor de la defensa y después amenazó con una respuesta contundente contra Ucrania. "Díganle al presidente de Ucrania y a otros locos que el puente de Crimea les parecerá una nimiedad si tocan un solo metro de nuestro territorio", afirmó Lukashenko en el canal Pul Piérvovo de Telegram.
El presidente bielorruso anunció también que las fuerzas ucranianas ya estaban siendo desplegadas en cooperación con unidades rusas "debido a una escalada en las fronteras occidentales del Estado de la Unión".
Una entrada de Bielorrusia en la guerra abriría nuevos frentes con soldados de refresco y serviría para amenazar la llegada de armamento occidental a Ucrania. Con obstáculos en la recepción de esta ayuda y teniendo que dividirla para afrontar una ofensiva desde Bielorrusia, sería muy complicado para el ejército ucraniano consolidar sus avances.
No obstante, a pesar de sus palabras, Lukashenko sabe que esa participación en la guerra dispararía la oposición popular dentro de su país, muy sometida a la férrea mano de la dictadura de facto que es el régimen bielorruso, pero mucho más activa y susceptible de ser apoyada por Occidente que los opositores rusos.
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