Este artículo se publicó hace 5 años.
Violencia sexualCaddy Adzuba: “En el Congo, la estrategia de guerra es violar a las mujeres, como podría ser utilizar armas o bombas”
La periodista y jurista congoleña denuncia el papel de las multinacionales en el conflicto de su país, donde el cuerpo de las mujeres se ha convertido en campo de batalla.
Paula Peñacoba
De víctimas de violaciones y abusos a líderes y agentes de cambio. Esta es la historia de muchas mujeres en la República Democrática del Congo, país donde desde 1996 se libra una guerra económica con graves consecuencias sobre los cuerpos de las mujeres. “Hablamos de la violencia sexual como un arma de guerra, lo que quiere decir que la estrategia de guerra es violar a las mujeres, como podría ser utilizar armas químicas, armas de pequeño calibre o bombas”, explica a Público Caddy Adzuba, periodista y jurista congoleña que ha dedicado su vida a la lucha por los derechos de la mujer. La activista ha estado esta semana en Madrid para hablar en las jornadas “Transformar nuestro mundo” de la Casa Encendida.
Los datos hablan por sí solos. En 2017, según el Fondo de Población de las Naciones Unidas, hubo 5.783 casos de violencia sexual “perpetrada con extrema brutalidad” en las provincias congoleñas en conflicto. “Cuando me preguntan cómo puede un solo hombre violar a tantas mujeres”, cuenta Adzuba a Público: “No es una violación como está descrita en un diccionario, no es sólo introducir el sexo del hombre en el de la mujer a la fuerza, sin consentimiento. Utilizan sus Kalashnikov, que meten dentro de la vagina de la mujer, le introducen cuchillos, botellas quemadas, mutilan su sexo, lo cortan, meten granadas y las hacen explotar…”.
“La violencia sexual es una consecuencia de la guerra y la guerra en el Congo tiene su origen en la búsqueda de minerales”, denuncia Adzuba
La periodista, que fue galardonada en 2014 con el Premio Príncipe de Asturias por su labor en pro de los derechos humanos, asegura que estos crímenes no son casos aislados, sino que parten de una planificación premeditada. Afirma que los grupos armados “comprenden que, si violan a una mujer, terminan destruyendo toda la familia y, si destruyen a las familias, se destruye todo el pueblo y toda una comunidad”. Para ilustrarlo, cuenta cómo suelen entrar en las casas cuando las familias están reunidas. “Violan a la madre delante de sus hijos, matan al padre delante de los hijos y los hijos se quedan traumatizados”, relata, “los niños, entonces, se destinan a la lucha armada y las niñas son utilizadas como esclavas sexuales”. También, puede que acaben siendo explotados en las minas de donde se extraen los minerales que forman parte de nuestros teléfonos móviles, tablets y ordenadores.
“La violencia sexual es una consecuencia de la guerra y la guerra en el Congo tiene su origen en la búsqueda de minerales”, denuncia Adzuba a Público. Son las multinacionales quienes financian el conflicto al comerciar con los grupos armados, asevera. Confiesa que la transición del Gobierno del presidente Joseph Kabila (en el poder durante los últimos dieciocho años) al opositor Félix Tshisekedi tras las elecciones de enero de este año le da esperanzas de que las cosas empiecen a cambiar.
Mujeres capaces de exigir sus derechos, de contar su historia
Las mujeres del Congo no están esperando a que alguien las salve, no aceptan ese estatus de víctima: están en lucha constante contra él. Sí, han sufrido y continúan sufriendo, reconoce Adzuba, pero no van a dejar que eso las defina. “Mujeres que han estado completamente destruidas, completamente ninguneadas, son ahora mujeres capaces de levantarse, de exigir sus derechos, de contar su historia. Son mujeres que están ahí para cambiar las cosas”, dice la activista.
Esta fortaleza se refleja en la vida de la propia Adzuba y en la de la organización a la que pertenece, la Asociación de Mujeres de Medios de Comunicación del Este del Congo. Todo empezó en una reunión con otras mujeres periodistas radiofónicas del Congo en 2002. Se dieron cuenta de que todas estaban relegadas a las emisiones “para mujeres”, aquellas que trataban del cuidado de la casa, de los hijos o de cocina. Todas se veían obligadas a hacer las tareas domésticas de la redacción: preparar el café, lavar las tazas… Desde ese momento, ya no estaban solas.
“Ya no voy a hacer más café, no hasta que pueda participar en el telediario como todo el mundo”, cuenta Adzuba que anunció en la redacción poco después de esa reunión. Tras la suciedad y el desconcierto que trajo a la oficina esa “huelga de café”, le concedieron cuatro minutos en el diario. De nuevo tuvo que pelear, esta vez para poder emplear esos minutos en hablar de la violencia sexual contra las mujeres. “Cuando mostré el primer reportaje, fue como una bomba. ¡No puedes hablar de sexo en la radio!, me dijeron”, recuerda. Finalmente, amenazando con dimitir, convenció a sus compañeros. No fue la única, lo hizo acompañada de las luchas de muchas otras periodistas en sus propios medios. Así nació la Asociación de Mujeres de Medios de Comunicación del Este del Congo, que en la actualidad compra espacios de emisión en las radios locales para hablar de los problemas de las mujeres congoleñas.
Periodismo para cambiar vidas
Caddy Adzuba lleva diez años trabajando como locutora en Radio Okapi, la radio de las Naciones Unidas en la República Democrática del Congo. Para ella, los periodistas deben tomar el rol de artesanos de la paz. Es lo que se conoce como periodismo de paz, que define como “el periodismo que trabaja por mejorar las cosas, no se queda sólo en los datos. Busca las razones y las soluciones”.
Para la activista, los periodistas deben tomar el rol de artesanos de la paz y trabajar para mejorar las cosas
El periodismo de paz cambió el curso de la vida Maman Jeannette, una madre del este del Congo, víctima de violencia sexual, cuyos hijos habían sido secuestrados por un grupo armado. Tras conocerla, Caddy Adzuba preguntó a sus vecinos la identidad de los rebeldes y se acercó a las fuerzas armadas congoleñas, demandando que buscasen a los niños. Después de varios programas de radio dedicados a recordar el tema y muchas otras visitas a los agentes, el Ejército preparó una ofensiva contra el grupo y los niños fueron hallados. Ahora, Maman Jeannette se ha convertido en una activista por los derechos de las mujeres y acompaña a otras víctimas de violencia sexual en sus denuncias. Este tipo de historias son las que animan a la periodista a seguir trabajando, a pesar de las amenazas y ataques que ha sufrido por sus reportajes.
Adzuba critica la imagen que los medios occidentales ofrecen de África, de guerra, hambre y suciedad, en contraposición con la que se da de Europa, un paraíso donde todo el mundo tiene trabajo. “Si hablamos siempre de los males de África, los migrantes que lleguen de allí no serán aceptados. Se les verá como vagabundos, sucios…”, reflexiona. “Yo soy del Congo, vivo en el Congo y nunca he estudiado fuera de mi país. Vivo muy bien en mi país”, añade. “Como periodistas, no podéis venir a África sólo para hablar de violencia sexual. Hay que hablar de eso, pero también de otras mujeres que viven bien, que tienen una vida normal. Porque las hay”.
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