La Casa Blanca ha aprovechado la visita esta semana del número dos del Gobierno israelí y ministro de Defensa, Yoav Gallant, para intentar rebajar la escalada de tensión entre Israel y las milicias proiraníes de Hizbulá en el Líbano, y trazar un mapa de lo que será Oriente Medio tras la caída de Gaza y con los previsibles cambios que pueden traer las elecciones presidenciales iraníes del viernes.
La posibilidad de una nueva invasión israelí del sur del Líbano que termine implicando a Irán, el gran aliado de Hizbulá, preocupa mucho a Estados Unidos. Washington quiere evitar una confrontación regional como la que estuvo a punto de desatarse en abril pasado cuando Tel Aviv y Teherán intercambiaron sendos ataques contra sus respectivos territorios, sin que finalmente fuera a más la crisis.
Además, las elecciones presidenciales que celebra Irán este viernes podrían influir en la geopolítica de la zona. Aunque el apoyo a Hizbulá pueda permanecer inalterable, Estados Unidos, dependiendo de quién sea el nuevo presidente, podría intentar un acercamiento al margen de la línea dura del actual líder supremo iraní, el ayatolá Ali Jamenei, y así cortar de raíz el riesgo de un conflicto regional.
Por eso a la Casa Blanca le empiezan a cansar los juegos bélicos del primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, cuya apuesta por la destrucción de Gaza, con Hizbulá como su siguiente objetivo, parece más una huida hacia delante para no perder el poder que una estrategia geopolítica sensata.
Estas elecciones anticipadas en Irán tienen lugar tras la muerte el 19 de mayo en un accidente de helicóptero del presidente Ebrahim Raisí junto al ministro de Exteriores Hosein Amir Abdolahian y otros seis funcionarios. La desaparición del ultraconservador Raisí desplegó sobre el tablero de Oriente Medio muchas posibles jugadas a Estados Unidos, el gran rival de Irán en la región.
Solo un candidato con interés en la apertura de Irán
En unos comicios muy disputados, encabezan la intención de voto el actual presidente del Parlamento iraní, el conservador Mohamad Baqer Qalibaf, junto al candidato ultraconservador Saeed Jalili y el reformista Masud Pezeshkian. Además, hay otros tres postulantes con menos expectativas.
Los seis tienen las bendiciones del régimen teocrático iraní, pues sus candidaturas fueron aprobadas por el Consejo de los Guardianes, a guisa de comisión electoral que negó la participación a otros 74 candidatos.
Aunque el presidente de Irán no tiene tanta influencia en la política de seguridad como el gran líder Jamenei, el auténtico jefe de Estado, su manejo de la política nacional le pone en una posición privilegiada para presionar en una eventual crisis a gran escala, por ejemplo la que podría provocar Israel con una incursión masiva en el sur del Líbano contra los milicianos proiraníes de Hizbulá.
Estas elecciones están marcadas por un fuerte componente económico. Buena parte de la población iraní quiere recuperarse de las sanciones impuestas por Occidente y lograr mejoras que el enclaustramiento islamista no acaba de traer. De ahí la esperanza que los sectores más liberales han puesto en el candidato Pezeshkian, un cirujano de la minoría étnica azerí que es al mismo tiempo aperturista y muy religioso. Y también muy cercano a Jamenei.
Pezeshkian ya ha dejado caer que podría impulsar un acercamiento a Occidente para intentar aliviar las pesadas sanciones que asfixian a Irán o incluso retomar el pacto nuclear con EEUU, y algunos han recordado al reformista Mohammad Jatami (1997-2005), de uno de cuyos gabinetes de Gobierno fue ministro.
Pero los tiempos han cambiado y casi todo el mundo en Irán considera que se ha permitido la postulación de Pezeshkian como parte de un lavado de imagen del régimen islámico para evitar una desmesurada abstención.
Desde hace quince años, la cerrazón hacia el reformismo es casi total en el oficialismo iraní, pero la especial situación que vive Oriente Medio en estos momentos, tras el ataque israelí a Gaza y sus amenazas sobre Líbano y Siria, hace posible cualquier pronóstico. Sobre todo si favorece los intereses estadounidenses.
A EEUU no le interesa una guerra con Irán mientras siga la crisis ucraniana
A Washington no le vale en estos momentos una conflagración con Irán, como sí parece abogar su aliado Netanyahu, en la cuerda floja en su país y acusado internacionalmente de cometer genocidio y crímenes de guerra en Gaza, donde los muertos palestinos ya se acercan a los 38.000.
Es preciso arreglar de alguna forma, o al menos parchear, la guerra de Ucrania, donde la implacable maquinaria militar del Kremlin ha abortado los intentos estadounidenses de convertir a Kiev en un ariete occidental hacia Rusia. No sé sabe quién puede imponerse en esta guerra, pero no parece que vaya a ser Ucrania, al menos militarmente.
En julio se celebrará la cumbre de la OTAN en Washington para conmemorar el 75 aniversario de la fundación de la Alianza y la Casa Blanca quiere dar un espaldarazo a la nueva política de seguridad europea y en Asia Pacífico, con el sosiego de que no hay otra gran guerra, en Oriente Medio, en la que directa o indirectamente estén implicados los Estados Unidos.
Por ello, en el marco de la visita de Gallant a Washington esta semana, EEUU le lanzó un mensaje claro a Netanyahu: es necesario evitar una guerra en el Líbano, que tendría consecuencias impredecibles y catastróficas, y podría extenderse incluso a Siria.
"Estamos buscando urgentemente un acuerdo diplomático que restablezca una calma duradera en la frontera norte de Israel y permita a los civiles regresar con seguridad a sus hogares en ambos lados de la frontera entre Israel y el Líbano", le indicó a Gallant el secretario de Defensa estadounidense, Lloyd Austin, con quien se reunió el martes en Washington.
Según Austin, una guerra regional tendría "terribles consecuencias para Oriente Medio, así que la diplomacia es de lejos la mejor manera de prevenir una mayor escalada".
Un riesgo "potencialmente apocalíptico"
Con mayor pesimismo se mostró este miércoles el saliente jefe humanitario de la ONU, Martin Griffiths, quien advirtió que la guerra de Gaza "podría ser sólo el principio de algo más" terrible. "Gaza nos ha enseñado un nuevo nivel de tragedia y crueldad", y ahora existe el riesgo "potencialmente apocalíptico" de que la guerra se extienda a los vecinos Líbano y Siria, aseveró.
Los duros combates en la frontera entre el Líbano e Israel, entre milicianos de Hizbulá y tropas israelíes, la evacuación de al menos 60.000 civiles israelíes de la zona y la presencia de un fuerte contingente del ejército hebreo en la zona parecen apuntar a una inminente invasión, como las ocurridas en 1982 y 2006, para combatir a las milicias proiraníes.
Para añadir tensión a la situación, Netanyahu y el presidente israelí, Isaac Herzog, visitaron este miércoles ciudades y unidades militares cercanas a la frontera con el Líbano. "La comunidad internacional no puede sorprenderse si la situación en esta zona escala", advirtió Herzog.
Netanyahu subrayó por su parte que los soldados israelíes están ya desplegados en las inmediaciones del Líbano "para lograr una victoria aquí también".
Precisamente, una de las razones del viaje del pretoriano de Netanyahu a Washington es el interés de la Administración del presidente Joe Biden por conocer sin sombras los planes bélicos israelíes.
EEUU se ha comprometido a defender a Israel de amenazas como Irán, pero en Washington preocupa la estrategia de Netanyahu en Gaza. La venganza por los atentados de Hamás del 7 de octubre en territorio israelí ha devenido en el genocidio de la población palestina.
"Las reuniones que estamos celebrando son extremadamente importantes y tendrán un impacto en el futuro de la guerra en Gaza y en nuestra capacidad para lograr los objetivos de la guerra, así como en los acontecimientos en la frontera norte y en otras áreas", dijo Gallant en esta segunda visita a Washington desde que empezó la guerra de Gaza.
Sin concretar el futuro de Gaza
Una de las explicaciones que ha demandado EEUU tiene que ver con el futuro de Gaza, más aún cuando Netanyahu ha indicado que las operaciones militares israelíes están a punto de entrar en la última fase de la guerra.
Según el portavoz del Departamento de Estado, Matthew Miller, Israel todavía no ha trazado ningún plan coherente para la posguerra en Gaza, a pesar de que la ofensiva está a punto de concluir en Rafah, la ciudad del sur de la Franja convertida supuestamente en el último reducto de las milicias de Hamás.
"Para que haya una derrota duradera de Hamas, es necesario que exista un plan para reemplazarlos (en el control de Gaza). Deberían ser reemplazados por un gobierno liderado por los palestinos, sobre planes de seguridad realistas", explicó Miller.
La "nueva realidad de seguridad" israelí
En una aparente respuesta desde Tel Aviv a los requerimientos estadounidenses, el asesor de Seguridad Nacional de Israel, Tzachi Hanegbi, señaló que el plan de posguerra para Gaza se empezará a aplicar "pronto" en el norte de la Franja.
Se trata de la "nueva realidad de seguridad" que se impondrá en el enclave palestino, agregó, y que no esperará a la aniquilación total de Hamás, "porque es un proceso largo", explicó Hanegbi, sin revelar detalle alguno sobre ese plan de posguerra que podría no limitarse a Gaza.
En este sentido, queda ver cómo podrán afectar los cambios en la cúpula de poder iraní a la situación en Oriente Medio, Israel, Líbano y Gaza incluidos. EEUU rechaza una guerra contra Irán en estos momentos, pero su cierre de filas con Israel es total, de ahí el temor en Washington a verse a su vez arrastrados por el belicismo de Netanyahu.
En este sentido, resultaron inquietantes las palabras de Gallant cuando afirmó en Washington que, pase lo que pase, Israel y EEUU se están preparando "para todos los escenarios posibles". Éstos podrían incluir la imposición por la fuerza de esa "nueva realidad de seguridad" israelí en todo Oriente Medio.
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