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Los dos centenares de miembros del nuevo Comité Central del Partido Comunista Chino (PCCh) han reelegido a Xi Jinping como secretario general de esta formación, que acaba de celebrar su XX Congreso Nacional.
Este puesto lo habilitará también como jefe de Estado y lo pone al mando del Ejército Popular de Liberación, las mayores fuerzas armadas del planeta en número de efectivos. No hay grietas en el poder monolítico que tiene Xi. Su tercer mandato de cinco años lo convierte prácticamente en líder vitalicio de China, país para el que reclama un papel preeminente en el contexto mundial.
"El mundo necesita a China"
En su primera alocución a la prensa tras su designación este domingo como máximo líder del PCCh y presidente de la Comisión Militar Central, Xi ha subrayado la importancia de China en la esfera internacional. "China no puede desarrollarse sin el mundo y el mundo también necesita a China", ha señalado el mandatario, convertido por Estados Unidos en su némesis asiática.
La década de Xi en el poder se ha caracterizado por una mayor rivalidad con Washington en la región de Asia Pacífico y una imparable presencia económica china en el resto del mundo.
La China de Xi ha sido calificada por la Casa Blanca como un "desafío" inquietante para su política exterior y la disputa en torno a la isla de Taiwán, que Pekín reclama como parte indisociable de China, como el mayor riesgo potencial de un enfrentamiento armado entre las dos superpotencias.
Un Politburó sin críticos y sin mujeres
El Comité Central del Partido también ha designado al Comité Permanente de su Buró Político, el máximo órgano de poder en China, encabezado por Xi y formado por otros seis miembros, el Gobierno de facto del país: el líder del Partido Comunista en Shanghai, Li Qiang, los veteranos de este organismo Zhao Leji y Wang Huning, y tres nuevas caras, Cai Qi, Ding Xuexiang y Li Xi.
No hay ninguna mujer y ningún eventual rival de Xi en el Politburó. Todos son pretorianos de la línea más dura y leales al presidente chino, que se ha encargado en los últimos tiempos de ir apartando del poder a todos los políticos con un pensamiento más o menos independiente y reticentes a la supremacía incuestionable de Xi.
Sus diez años en el poder se han caracterizado por un control social exhaustivo, encarnado en la lucha contra la corrupción y la persecución de los disidentes y opositores al régimen.
Con la designación de Xi, China ha optado por el reforzamiento de la autocracia en torno a una sola figura: la del presidente de 69 años, que en 2018 abrió camino a su reelección indefinida con el cambio de la Constitución. Hasta entonces solo se permitían dos mandatos de cinco años al frente del país.
¿Purga en directo o indisposición del predecesor de Xi?
Xi Jinping accedió al poder en 2012 y desde entonces ha cimentado un autoritarismo que ha ido reemplazando a la política de pactos de sus antecesores. Un gesto simbólico del rechazo a la condescendencia con el adversario se ofreció el sábado, en el cierre del XX Congreso Nacional del PCCh.
El antecesor de Xi, el ex presidente Hu Jintao, ocupaba su sitio a la izquierda del actual líder chino en el gran Salón del Pueblo. Los 2.300 delegados del Partido Comunista reunidos en el cierre del Congreso Nacional vieron estupefactos cómo dos funcionarios "ayudaban" a Hu a levantarse con un aparente gesto de incomodidad por parte del ex dirigente, para después escoltarlo hacia la salida.
El incidente, televisado en directo, ha sido interpretado como un acto de humillación pública de Hu y una muestra de que cualquier cuestionamiento de Xi está fuera de lugar. Según la agencia oficial Xinhua, en realidad Hu, de 79 años, sufrió una indisposición debido a su frágil salud.
No es casualidad que uno de los miembros del renovado Politburó sea Zhao Leji. Este político, que repite en su puesto, estaba al frente de la CCID. Su ofensiva contra la corrupción económica y política se desvió hacia los seguidores más leales a Hu Jintao, purgados de los principales puestos de dirección política del país.
Xi, campeón en la lucha contra los corruptos y los disidentes
En los diez años de presidencia de Xi se ha investigado a 4,7 millones de funcionarios por corrupción. Ya desde sus primeros pasos en la política provincial en Fujian, este ingeniero químico devenido en político destacó por su lucha contra los empresarios corruptos y los funcionarios que se aprovechaban de sus puestos para lucrarse.
Siguió esa cruzada anticorrupción en Zhejiang y Shanghái, antes de pasar a Pekín, donde en 2007 fue nombrado miembro del Comité Permanente del Buró Político del Comité Central del Partido Comunista de China.
Su carrera después fue imparable, siempre con ese aura de firmeza. En marzo de 2008 fue designado vicepresidente de la República Popular China, con Hu Jintao reelegido como presidente. En octubre de 2010 accedió a la Vicepresidencia de la Comisión Militar Central, un paso que lo acercó a la cúpula del Ejército chino.
El 15 de noviembre de 2012, Xi Jinping fue nombrado secretario general del Comité Central del Partido Comunista de China y, pocos meses después, el 14 de marzo de 2013, fue confirmado por la Asamblea Nacional Popular de China como presidente del país.
Muy pronto, la cruzada contra los corruptos se difuminó con la persecución de toda voz que pudiera desentonar con el régimen. En 2018 se creó la llamada Comisión Nacional de Supervisión, bajo la dirección de la todopoderosa Comisión Central de Inspección Disciplinaria (CCID), que ha puesto bajo la lupa a empresarios y funcionarios, pero también a todo sospechoso de cuestionar la nueva China de Xi.
Violaciones de los derechos humanos
Organizaciones internacionales como Human Rights Watch o Amnistía Internacional (AI) han denunciado reiteradamente que la persecución de la disidencia se ha disparado desde que Xi está en el poder. Detenciones arbitrarias, ataques a la libertad de expresión, censura generalizada y la represión en Hong Kong destacan entre estas infracciones, según AI.
Las violaciones de derechos humanos en la región de Xinjiang han acaparado también la atención de los activistas internacionales, que han denunciado la existencia de campos de trabajos forzados donde estarían internados miles de miembros de la etnia uigur habitante de esa región del noroeste de China.
¿El responsable de los confinamientos, primer ministro?
Li Qiang, uno de los recién incorporados a la cúpula del poder, podría ser el sucesor del actual primer ministro chino, Li Keqiang, quien debe dejar su cargo en 2023. Li Qiang, juramentado de Xi Jinping, fue uno de los principales responsables a la hora de aplicar la política de covid cero en China, con sus confinamientos de millones de personas en todo el país.
Los daños producidos a la economía, el empleo y la estabilidad social por la política de confinamientos ante la pandemia encabezan los desafíos que afronta Xi en su nuevo mandato. El comercio exterior ha quedado también resentido, el paro juvenil se ha disparado, la crisis inmobiliaria ha levantado oleadas de indignación en todo el país y la sequía ha puesto en un brete el abastecimiento interno de alimentos.
En sus palabras a la prensa, tras su confirmación en su puesto este domingo, Xi llamó a la esperanza y subrayó la elevada "resiliencia" de la economía china, apostó por una mayor apertura e insistió en la idea de que el desarrollo de China es "inseparable" del desarrollo mundial.
Los problemas exteriores de China: EEUU y Rusia
China ha mantenido una actitud ambivalente sobre la guerra de Ucrania. Aunque se ha abstenido de condenar la invasión rusa y ha mostrado su desacuerdo con las sanciones impuestas a Moscú, ha trascendido el malestar de Pekín ante una contienda que le está causando muchos perjuicios.
Fue precisamente Vladímir Putin uno de los primeros mandatarios en felicitar a Xi Jinping por su designación. "Sería un placer para mí, continuar con nuestro diálogo constructivo y con nuestro trabajo conjunto cercano para desarrollar las relaciones de asociación integral y alianza estratégica entre nuestros dos Estados", afirmó el presidente ruso, según el comunicado del Kremlin.
Rusia es un socio muy importante de China, en materia de seguridad y económica, y su creciente desgaste por la guerra no favorece a Pekín. Tampoco su identificación como el paria de la sociedad internacional. En la última cumbre de la OTAN, Estados Unidos y sus aliados consideraron a Rusia como un enemigo declarado y manifestaron su desconfianza hacia China.
Xi ha contrapuesto en numerosas ocasiones su visión de un mundo globalizado a la que él llama la estrategia unipolar de Occidente. El reforzado presidente chino tiene ante sí la ímproba tarea de atraer hacia esa visión a más Estados, sin que la guerra hunda esta apuesta. Ni la guerra ni el autoritarismo dentro de la propia China.
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