Opinión
La búsqueda de la Defensa europea y la paradoja liberal


Profesora de Ciencia Política y Estudios Europeos en la UCM.
-Actualizado a
Desde hace unas semanas no se escuchan más que toda suerte de soluciones innovadoras para cada uno de los problemas, siempre acuciantes, que tiene la Unión Europea. Casi todo el debate, sin embargo, se ha centrado estos días en cómo resolver el reto de la construcción de una política de seguridad y defensa europea. Todavía no sabemos si se refiere a una política de la UE o a una coalición de Estados que conformen una arquitectura de seguridad no necesariamente en el marco comunitario ¿Cómo sino se explican las reuniones ad hoc que están teniendo lugar en París y Londres junto con países que no pertenecen a la UE, tales como el Reino Unido, Noruega o Canadá?
Convendría que alguien procediera a aclarar este punto antes de dar más pasos en la dirección marcada por Von der Leyen cuando dice aquello de “el tiempo de las ilusiones ha terminado. Ahora Europa está llamada a hacerse cargo de su propia defensa, no en un futuro lejano, si no hoy”. “Necesitamos un aumento en la defensa europea y lo necesitamos ya mismo”, continuó. El marco del debate se sitúa en el equivalente del “drill, baby, drill” de Trump pero en relación con el gasto en Defensa. El Rearm EU es un ambicioso plan que quiere movilizar en los Estados miembros 800.000 millones de euros en cuatro años.
Pero ¿por qué 800.000 M€ y no otra cantidad? No queda claro el cuánto, tampoco el qué se quiere financiar, ni el cómo se pretende alcanzar ese objetivo, ni quiénes formaran parte. Se lanzan mensajes vagos sobre autonomía estratégica, pero si ese fuera el objetivo no sólo se hablaría de política de defensa y tampoco en ese debate intervendrían Estados ajenos al marco de la UE. Así parece deducirse que básicamente lo que se persigue es alcanzar un nivel de disuasión en materia de defensa que permita tener medios propios para evitar un ataque ruso en suelo europeo.
Al principio no estaba tampoco claro si esto se haría dentro del marco OTAN o no, ahora ya sí que parece que la cuestión será reforzar la pata europea de la organización transatlántica. Las prisas de última hora se deben, claro, a la posibilidad de que el EEUU de Trump decida no activar el famoso artículo 5 de defensa colectiva y también a que la Casa Blanca ha dicho que no ofrecería garantías de seguridad a Ucrania una vez firmado un alto el fuego que Trump da por descontado. Y, por último, porque Francia y el Reino Unido quieren demostrar su poderío en el continente al ser los únicos que cuentan con el instrumento realmente disuasorio: la bomba nuclear. Sin embargo, ambos no son del todo creíbles por el resto de sus socios donde su historia reciente, especialmente la francesa, no puede avalar con hechos su solidaridad con el resto de vecinos europeos. Recuerden como fueron los americanos quienes tuvieron que venir al rescate de los Balcanes y sus pueblos ante la inacción tanto de los europeos, pero especialmente de aquellos dos más poderosos.
Y mientras un montón de especialistas en materia de seguridad y defensa se reúnen por doquier para convencer al mundo de las virtudes que traerá el gasto en defensa que incluyen la creación de puestos de trabajo, modernización industrial, innovación tecnológica. Pocos revisan las teorías clásicas como las de George Kennan, que apuntaba sobre los peligros de considerar equivalentes las políticas de contención y disuasión y la carrera de armamentos. Unas prácticas que eran, más bien, una combinación de medidas políticas, económicas y militares que permitieran frenar al enemigo, que a estas horas permanece inalterable: Moscú.
La revisión academicista de la historia de manera artificiosa no sirve para buscar salidas pragmáticas que pongan en el centro las vidas que a estas horas se continúan perdiendo en Ucrania, también en Gaza. La concatenación de elementos del derecho internacional o de acuerdos verbales no cumplidos lo único que permite es terminar en un relato retórico de un mundo que no existe, pero ¿es eso suficiente excusa como para no reivindicar los valores que, en apariencia, marcaron el hecho diferencial europeo?
Si no es desde Europa, ¿desde dónde se podrían reivindicar cuestiones como el multilateralismo, el respeto al Estado de derecho y a los Derechos Humanos? La posición actual europea está entrando de lleno en la paradoja liberal y es la que va a poner a prueba hasta donde están dispuestas las sociedades a vulnerar y quebrar su propios principios con el fin último de precisamente proteger aquello que estás destruyendo por dentro. Y de esto vamos a comenzar a ver cada vez más ejemplos, el más reciente, la salida de algunos estados europeos de la Convención sobre la protección de minas antipersonas, que ya ha anunciado Polonia, y que parece apuntar en la misma dirección Finlandia.
Es cierto que Trump, al igual que Putin hace tres años, está haciendo despertar a los países europeos, pero aún estamos muy lejos de propuestas sólidas que avancen en una verdadera autonomía estratégica netamente europea con capacidad disuasoria. Y el problema no es solo ese: el principal problema es que esta deriva ahondará en esa paradoja liberal y cuando nos queramos dar cuenta quizás, solo quizás, ya no tengamos demasiado que defender de nuestros enemigos porque nos habremos mimetizado con ellos.
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