Opinión
Invertir en defensa es invertir en seguridad humana

Por Susana Ros Martinez
Presidenta Comisión de Igualdad y Diputada PSOE por Castellón
“No vamos a recortar un céntimo de las políticas sociales”, Pedro Sánchez Pérez-Castejón. Presidente del Gobierno de España.
En el mundo actual, la seguridad nacional va mucho más allá del campo de batalla. Cuando pensamos en inversión en Defensa solemos imaginar tanques, armas y estrategias militares tradicionales. Pero en el siglo XXI, hablar del tema implica hacerlo de ciberseguridad, asistencia humanitaria, protección sanitaria y cooperación internacional. No se trata de una cuestión militar en exclusiva; supone una apuesta en estabilidad, prevención y bienestar humano.
Uno de los desafíos más urgentes al que nos enfrentamos es la ciberseguridad. En una era digital, donde las infraestructuras críticas dependen de redes interconectadas, los ciberataques pueden paralizar servicios tan esenciales como los de hospitales, transportes y sistemas financieros. Proteger a estos sectores no es algo opcional, sino una necesidad estratégica para garantizar la seguridad y la continuidad de nuestra sociedad. Invertir en Sanidad es hacerlo en Defensa. Si un centro hospitalario sufre un ciberataque, su servicio se paraliza. Así de claro. En una crisis así, nada asegura su funcionamiento, solo cabe la respuesta preventiva y defensiva.
Otro pilar fundamental de la inversión en Defensa lo constituye la cadena sanitaria y la respuesta ante emergencias. Las unidades militares especializadas han demostrado ser claves en su gestión, como comprobamos durante la pandemia del COVID-19. Su capacidad logística y operativa permite desplegar hospitales de campaña, distribuir suministros y garantizar una actuación rápida en situaciones críticas.
Tampoco podemos olvidar el papel esencial que desempeñan los Cascos Azules y las misiones humanitarias. Estas fuerzas de paz, respaldadas de nuevo por el presupuesto destinado a Defensa, han contribuido a la estabilidad de las zonas en conflicto, protegiendo a civiles y facilitando la reconstrucción de comunidades absolutamente devastadas. La presencia de unidades militares con este enfoque humanitario resulta crucial para dar seguridad a quienes lo requieren.
Además, merece reseña especial la Unidad Militar de Emergencias (UME), que ha demostrado su valor en la lucha contra incendios, inundaciones y desastres naturales. Su preparación y capacidad de reacción salva vidas y minimiza el impacto de catástrofes que, debido al cambio climático, son cada vez más frecuentes.
Por todo ello, es fundamental cambiar la narrativa sobre la inversión en Defensa. El mundo se transforma. Ni en nuestras peores pesadillas podíamos imaginar un acercamiento entre Rusia y Estados Unidos. No se trata solo de armas o vehículos blindados, no simplifiquemos, sino de salvaguardar infraestructuras críticas, garantizar la seguridad sanitaria, responder ante emergencias y contribuir a la estabilidad internacional. Insisto, invertir en Defensa es proteger a todos y todas.
Por cierto, el compromiso de destinar en 2029 el 2% del PIB a esta partida, ya lo adquirió el gobierno del PP en 2015 con la OTAN.
Negar estos recursos no solo debilita la necesaria respuesta ante amenazas reales, sino que también pone en riesgo la vida de millones de personas. La Defensa de un país va mucho más allá de los conflictos bélicos: es la capacidad de anticiparse, proteger y servir a la sociedad en todos los frentes. No se trata de llevar camisetas.
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