Opinión
Rearme de la humanidad para la paz

Vivimos en una paz sin paz. Asistimos permanentemente a crímenes contra la paz en múltiples zonas del globo. Se han venido provocando guerras absurdas e innumerables crímenes contra la humanidad, a lo largo de toda la historia humana. No hace falta que enumeremos las actuales. La OTAN se comporta de manera formalmente legal, pero en realidad anárquica, ilegal e inhumana.
La petición de rearme de la Comisión Europea, acredita su falta de capacidades diplomáticas y esfuerzos por la paz, más allá de la retórica hueca a la que nos tienen acostumbradas. La carrera de armamentos a beneficio de una industria de guerra que acumula ganancias a costa de depauperar el “Estado del bienestar” es rechazable. Creo que somos muchas que la rechazamos con contundencia y denunciamos la falta de voluntad real de poner esfuerzo en construir una paz necesaria y duradera para evitar los peores escenarios de la crisis ecológica y climática. Es intensa la degradación de los territorios que generan tanto la producción de armamento como su uso.
La pretensión de aumentar el gasto en armamento refleja el deterioro de la seguridad global y muestra que los países están priorizando la fuerza militar como forma de disuasión en lugar de optar por el diálogo o aumentar la transparencia y la construcción de confianza.
Que haya políticos, científicos, estrategas y técnicos militares que proyecten, construyan o favorezcan sistemas de armamento y técnicas aplicables para el exterminio en masa y el genocidio es indefendible. Sin embargo, ya hay grupos de investigación en universidades analizando el filón que puede suponer conseguir financiación en programas de investigación militar.
La investigación con finalidades militares es la cara oculta de la investigación científica pese a recibir, a nivel mundial, ingentes cantidades de los recursos destinados a investigación y desarrollo (I+D+i). Su objetivo es crear armas más eficaces para matar. Reciben cuantiosos recursos, muy superiores a los que se dedican a cualquier área de investigación civil. Mucho más dinero que el destinado a investigación sanitaria o el dedicado a investigación agrícola. Son recursos que salen mayoritariamente de los Estados, es decir, de los impuestos recaudados de los ciudadanos y ciudadanas que van a parar principalmente a empresas privadas.
Que pretendan desde los Gobiernos convencernos, como ha hecho Pedro Sánchez en sus últimas intervenciones en el Congreso, que aumentar el gasto en armas no va a ser a costa de las inversiones en capítulos sociales, sin además ningún argumento que lo explique, es asumir que la ciudadanía es necia e ingenua. Más gasto militar significa menos inversión social. Que nos expliquen los Gobiernos por qué no había recursos contra la desigualdad social, -se ha producido un deterioro progresivo en Sanidad, Educación, servicios a la dependencia y a otros derechos básicos- y ahora sí los va a haber para gasto militar.
Nos esperan tiempos muy difíciles, tiempos oscuros si seguimos esta senda belicista. Necesitamos políticas de paz activa, y prestar amparo y protección a la población, lo que implica velar por la vida y la integridad física de la ciudadanía. Con políticas de rearme no es posible hacerlo. Menos aún con el último chiste con que nos ha regalado la comisión europea: que cada ciudadano y ciudadana preparemos un kit de lo más variado porque prevén la posibilidad de riesgos inminentes, entre ellos especialmente los bélicos. Pero los riesgos que nos amenazan con más intensidad son ambientales y climáticos. Para ellos, lo más útil seguramente sea reforzar la comunidad y proteger el entorno para ser resilientes.
No admitamos que las armas de exterminio sustituyan a la política. En los centros de poder vemos a veces cómo predomina un comportamiento infantil en los abusos que se cometen y mucha, mucha prisa. Tenemos el ejemplo más claro estos días, en el presidente Trump. Es un hecho que el poder de la clase dirigente amenaza la paz mundial y se sustrae a las objeciones de la opinión pública y al control de los Parlamentos.
Es un error hablar de la diplomacia de la disuasión militar como un factor estabilizador para la paz. En el mundo hoy, ningún bando puede ganar una guerra. La amenaza del empleo de armas de exterminio masivo se nos quiere presentar como la mejor estrategia en las relaciones internacionales que, cada vez más, se basan en la disputa por recursos menguantes, cada vez más escasos. Esta “política de seguridad” que nos venden solo trae inseguridad.
El rearme que nos están vendiendo e imponiendo, no es frente a la amenaza rusa. Se prepara para un escenario de "todos contra todos", en el que se competirá ferozmente por cualquier recurso para mantener, de forma parcial y durante poco tiempo más, esta sociedad y modo de vida opulento. Es una propuesta inmoral la que hacen. No debemos aceptarla por imperativo ético y también por lógica. Además, que la manera de funcionar de Europa garantiza la ineficacia absoluta de este esfuerzo bélico.
Europa está envejecida y sin recursos, su juventud, desencantada y enfadada porque se les está robando el futuro. ¿Qué alternativas de vida se les está ofreciendo?
Decía Petra K. Kelly en los años 80 del siglo pasado: "Nos parece necesario desarrollar una alternativa que prescinda de la disuasión(…) una Europa 'no militar'(…), una Europa que lleve a cabo la reconversión de la industria armamentística, que sea, por fin, capaz de crear una agencia europea de desarme dotada de competencias (…) y de dar un rostro humano, con iniciativas sociales y ecológicas conjuntas a la Europa de los parados, de los pobres y de los grupos marginados”.
Lo inteligente para nuestras sociedades es ir hacia una reducción drástica de los presupuestos de armamento, reconversión de la industria armamentística para la producción de bienes civiles y útiles, y una agencia europea de desarme. La geoestrategia mundial se está reconfigurando. Un ordenamiento pacífico europeo desmilitarizado y descentralizado es en lo que deberíamos estar trabajando.
Otro referente del pacifismo, Gandhi, decía que: “Solo la no violencia puede salvar la democracia, porque esta, mientras esté fundamentada en la violencia, no puede amparar ni proteger a los débiles. Mi concepto de la democracia implica que, en su seno, los más débiles tengan las mismas oportunidades que los más fuertes. Lo único que puede garantizar eso es la no violencia”.
Comentarios de nuestros suscriptores/as
¿Quieres comentar?Para ver los comentarios de nuestros suscriptores y suscriptoras, primero tienes que iniciar sesión o registrarte.