Opinión
No, señora: Vox no es un partido democrático


Directora corporativa y de Relaciones institucionales.
-Actualizado a
El debate tenía que llegar tarde o temprano: cuando se abordan cuestiones de Estado y el panorama internacional obliga a tomar decisiones trascendentes a quienes gobiernan, como las que afectan a la Seguridad de la Unión Europea en bloque o implican inversiones de cientos de miles de millones de euros de gasto público, todos y todas las representantes de la soberanía popular deberían ser informados. Vaya por delante que me resulta más apropiado el término Seguridad que el de Defensa: aquel es un término mucho más amplio que éste y, además, lo incluye; la Seguridad no es solo el ámbito militar o policial, que también, sino la protección férrea de la democracia frente a aquellos que quieren cargársela. Y esta garantía no se consigue solo con un despliegue armamentísico, de agentes o militares, sea en tiempos de paz, de amenaza o de guerra. La democracia se garantiza con justicia social, servicios públicos de calidad, igualdad entre personas, una fiscalidad equitativa y el respeto exquisito a los derechos humanos. Sin duda, podemos discutir la mejor vía de consecución y aplicación de estos requisitos democráticos mínimos, pero no que su existencia es imprescindible para garantizar países seguros, una Unión Europea segura por encima de una UE solamente armada.
Esta compleja situación nos llega porque las ideologías autoritarias de extrema derecha, rampantes desde hace años y que tanto se han infravalorado, precisamente, en una UE dependiente de EEUU, han alcanzando su esplendor con la reelección de Trump, lo que obliga a replantearlo todo en Europa. En ese marco, en esa crisis, el presidente del Gobierno ha anunciado que se reunirá con todos los partidos representados en el Congreso salvo con Vox. Ha sido Alberto Núñez Feijóo, el líder del PP y que será quien primero se reúna con Pedro Sánchez esta semana, quien protesta porque cree que Vox también debería ser invitado e informado por el jefe del Ejecutivo de su estrategia de cara a reforzar la seguridad de la UE y los consensos con los países miembros en este ámbito.
Más allá de que Vox ya ha dicho que nunca se reuniría con Sánchez, Feijóo, después de (bien)condenar el desprecio de Trump a Zelenski en la Casa Blanca y la invasión de Putin a Ucrania, olvida que, precisamente, quienes están con Trump y Putin son los de Santiago Abascal y los que han rechazado radicalmente un pacto de gobierno con los neonazis alemanes de AfD son sus colegas alemanes de la CDU de Friedrich Merz, ganador de la elecciones alemanas del mes pasado y reprendido duramente por Angela Merkel, su antecesora, pocas semanas antes por desgarrar el cordón sanitario a los neonazis en una moción parlamentaria cargada de xenofobia que votaron AfD y CDU. La CDU forma parte del PP Europeo en el Parlamento ídem, junto al PP español, pero a Feijóo lo del cordón sanitario le suena a vendas, tiritas y agua oxigenada, supongo.
Sobre la decisión de Sánchez de no convocar a Abascal, he escuchado a politólogos/as, analistas, periodistas y a gente de todo ámbito opinar, mayoritariamente, que el presidente del Gobierno hace bien en no reunirse con putinistas y trumpistas que ya han dejado clara su posición: no a Europa, no a Zelenski, no a Ucrania y solo lo que diga Trump. Entre quienes están en contra de esta decisión de Sánchez, hay dos grupos: los que opinan que la democracia es tan sagrada que, si a Vox lo ha votado gente (es el tercer partido del Congreso), hay que recibirlo aunque su ideología vaya contra los principios más elementales del derecho internacional, o sea, contra la democracia. Por otro lado, están, naturalmente, quienes opinan que Vox tiene razón, Putin tiene razón, Musk tiene razón y quienes nos oponemos a semejante grupo de matones no cabemos en su mundo y somos Satanás. Este último grupo, minoritario en España pese al ruido que hacen, no son todos los votantes de Vox, pero todos ellos votan a Vox o sucedáneos como el engendro partidista de Alvise Pérez y hacen mucho ruido con sus bulos, sus algoritmos y sus manipulaciones difundidas a gran escala y a todos los niveles. La desinformación, por cierto, es otra de las grandes amenazas globales -si no, la peor- que no se resuelve a cañonazos.
Personalmente, pertenezco al grupo de quienes consideran prioritaria la soberanía popular y su representación en el Parlamento; por eso rechazo propuestas como la ilegalización de partidos políticos y estoy muy a favor del debate y el pacto democrático que suponen las mayorías no absolutas para los gobiernos. No obstante, comos ustedes saben, la propia convicción democrática establece que no hay principios generales sin sus dudas correspondientes y en el caso de la representatividad de los partidos proclives a la violación de los derechos humanos, la violación de la propia democracia con ideologías autoritarias, neofascistas, violentas,... es una de ellas. Es la peor.
Hay una frase que pesa mucho en la opinión pública que justifica que Sánchez debe renunirse con Abascal, este lunes mismo se la escuché a una señora en el supermercado: "Vox es un partido democrático porque ha sido elegido en las urnas". Y no hay falsedad más grande que esa; habrá quien lo diga porque hay que justificar el "no" a todo lo que haga el Perro y habrá quien lo crea, atraído por los cantos de sirena de fascistas que se presentan a elecciones. Vox es un partido -como el MAGA de Trump o el Fidesz de Orban- que utiliza las herramientas democráticas para acceder a las instituciones y dinamitar la democracia desde dentro, proponiendo con sus políticas xenófobas, racistas, machistas u homófobas la violación de los derechos humanos y buscando anular esas herramientas que le permitieron acceder a las instituciones para eliminar, en último término, la democracia. Nada nuevo en Europa, y parece mentira que haya que explicarlo una y otra vez.
En este momento, recibir a Vox, escucharlo como a un partido más, aun siendo el presidente del Gobierno de todos/as, resulta contradictorio con los principios democráticos y por eso es tan difícil situarse a favor de la opinión que trata de trasladar Feijóo, simulando ser un demócrata empedernido, cuando, en realidad, se sitúa en el grupo de los "no" a todo lo que salga de La Moncloa de hoy. La ultraderecha no es una ideología más, porque pretende la destrucción de todas las demás. Y legitimar ese fin dando al fascismo el mismo trato que al resto de partidos es, como mínimo, faltar al respeto de los y las demócratas a los que Vox pretende silenciar (también como mínimo). La amplia representación de Vox en el Congreso o la apabullante de Trump en EE.UU. nos indican el peligro de los avances contra la democracia; también que el gasto militar per se no es suficiente, a los autoritarios les sobra y es lo que buscan de sus enemigos, que no adversarios (y lo reclaman sin pudor): quieren que pongamos todos los huevos (presupuesto público) en una sola cesta, como ellos. Para que perdamos seguro.
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