Opinión
Vuelven los fachas a la uni


Por Anibal Malvar
Periodista
Andan los fachas muy subiditos últimamente. Cualquier día nos vamos a despertar con un disgusto. La última la han perpetrado en la Universidad de Sevilla, donde han vandalizado el despacho del jurista y profesor Joaquín Urías. Ocultos con pasamontañas para evitar ser identificados con las cámaras de seguridad, han pintarrajeado un rotundo El Valle no se toca sin faltas de ortografía, lo que hace sospechar a la Policía que, además de fascistas, también son universitarios. El grafiti lo firma Juventud Falangista Española, una especie de agit-sindicato juvenil que promueve una universidad sin ideas, sin espíritu crítico, contemplativa, neutral, aséptica, estadística, sumisa, confesional y callada.
"La universidad siempre ha estado politizada y me parece fenomenal, porque los estudiantes deben manifestar sus preocupaciones. Lo que pasa aquí, sin embargo, supera todos los límites. No había visto algo así en toda mi carrera", le contaba Urías al periodista Víctor López en una inquietante entrevista publicada por este periódico.
La verdad es que supone un gran salto cualitativo castigar una frase en X (antes Twitter) ("Yo también quiero que dinamiten la cruz del Valle de los Caídos") con el asalto a una universidad. Aunque no es de extrañar que un joven falangista otorgue el mismo reconocimiento, como fuente de saber, al TikTok que a una cátedra. Por sus influencers los conoceréis.
"Tenemos alumnos que han crecido en entornos digitales y llegan a las aulas con discursos agresivos, lanzando amenazas de muerte o historias falsas para atacar a compañeros y profesores. Lo que antes pasaba en las redes, ahora contamina las universidades", explica estupendamente Urías.
Cuenta que en las aulas sevillanas hay pandillas ultraderechistas organizadas, neonazis sin tapujos capaces de decirle a un profesor que "los rojos fusilados estuvieron bien fusilados" y alzar el brazo con orgullo hitleriano ante sus compañeros. Uno creía que aquellas patrullas fascistas que intentaban atemorizar a los estudiantes en la Transición habían sido erradicadas de la universidad. Que el tiempo había desratizado el alma máter para siempre de cruces gamadas. Y aquí los tenemos otra vez. Con el mismo afán de hacer prevalecer su arrogante ignorancia. Reivindicando a asesinos como Adolf Hitler, Benito Mussolini, José Antonio Primo de Rivera o Francisco Franco desde el negacionismo de la evidencia histórica. Chulescos como pingüinos armados. Siempre más peligrosos de lo que parecen, porque atacan caprichosamente y en manada.
Esto de que la juventud europea se esté ultraderechizando de forma pandémica, y tan de repente, sí que no me lo esperaba. Desde chavalines han vivido bombardeados por cientos de películas y series que retratan el horror nazi y fascista, se han identificado con Brad Pitt cortándole la cabellera a los soldados de Hitler en Malditos bastardos, y aun así se nos han hecho fascistas y nazis. Vox es el partido más votado por los jóvenes de entre 18 y 25 años. Si se baja la edad de votar a los 16, a lo peor nos llevamos una ingrata sorpresa y nos ponen un presidente con yelmo y adarga.
Devoro todo lo que se escribe sobre el asunto y ni sabios, ni catedráticos, ni sociólogos, ni psicólogos, ni todólogos de la tele, consiguen darme explicación convincente, como si los jóvenes acabaran de llegar de otro planeta y no comprendiéramos su idioma. Las rebeldías juveniles suelen mirar hacia el futuro, pero esta mira rabiosamente hacia el pasado, con nostalgia de un Fachi-Edén que solo existe en su imaginario algo lisérgico. Quizá no la entendemos porque no es exactamente una rebeldía, sino un anhelo de vasallaje. Al fin y al cabo, el fascista es adorador de un líder supremo que lo somete y le mete miedo. Yo qué sé. Tampoco comprendo a estos jóvenes recién llegados del espacio exterior en naves propulsadas por esvásticas giratorias. Son anacrónicos y desasosegantes como un bebé con bigote prusiano. Y les gusta el Valle de los Caídos, lo cual dice muy poco de su sensibilidad artística, y los ojos del viejo se preguntan si dan más pena que miedo o viceversa.
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