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1958. Perseguir a una chica hace seis décadas, acabar en La Habana, morir de amor, pillar un avión a Santiago, ponerse dos o tres tabacos en el bolsillo exterior de la camisa, pasar los controles de la policía militar de Batista, andar tres días o seis por la jungla esa donde vive King Kong, llegar lloviendo a un campamento con cuatro bohíos. Huele a pólvora y te das la vuelta.
–¿Enrique Meneses?– me preguntó una voz cercana.
Abrí los ojos y levanté el rostro. Ante mí se encontraba un hombre de 1.85 m. que me tendía la mano. Sin esperar respuesta me dijo:
–Me llamo Fidel Castro
Así relata Enrique Meneses en sus Memorias su primer encuentro con Fidel Castro en Sierra Maestra, un trabajo periodístico que le proporcionó tres millones de pesetas, que representaban “273.000 pesetas (1.650 euros) por cada uno de los once meses de trabajo y haber estado a punto de perder el pellejo. A esta cantidad tenía que añadir los 50.000 dólares de la CBS por mi película, de la que no conseguí nunca una copia”. En aquella primavera de 1958, lo que nadie sabía, y mucho menos él mismo, es que había conseguido la exclusiva más larga de la historia ya que, a día de hoy, la ‘Revolución de los Barbudos sigue vigente’ y Fidel Castro continúa vivito y coleando. Enrique Meneses vuelve a ser, como siempre, el único periodista que está allí para contárnoslo.
Toda había empezado casi un año antes. “Convencí a Paris-Match para que me asignase a La Habana donde se estaba construyendo un túnel bajo la bahía y la empresa francesa ‘Grands Travaux de Marseille’, era la encargada de la ingente obra. Dedé Lacaze, el redactor jefe, me dijo: ‘Hay una revolución en Cuba. Si puedes obtener fotos de paracaidistas que quedan enganchados de los árboles, será muy divertido’. Nunca he comprendido el interés de los franceses por los tópicos de otros países. La ‘revolucioncita’ que tanto interesaba a André Lacaze iba a convertirse en uno de los mayores acontecimientos de insurgencia de todo el siglo veinte. Yo también lo ignoraba en aquel momento”.
Enrique Meneses ya es un destacado miembro de La Tribu, pero, en Cuba, Paris-Match no tiene medios. Todo lo contrario que “la gente de Time/Life, los rivales eternos de Paris-Match”. Toda la experiencia y picaresca, las dotes de observación y la capacidad para encontrar problemas donde otros ven problemas son puestas en escena con perspicacia y sentido común, pero también con osadía por Enrique Meneses.
Envió las cámaras desde La Habana a Santiago en una caja de güisqui, porque este alcohol “viaja de Oeste a Este” mientra que el ron lo hacía de “Este a Oeste. Voló en ‘El Cañero’: “Nadie podía sospechar entre los hombres del general Chaviano que un periodista fuese tan tonto como para utilizar la peor combinación de vuelo posible”, mientras que los periodistas de Time/Life viajaban en “el más cómodo y más caro”, con las cámaras guardadas en elegantes “bolsas de cuero”. Por estas razones nunca lograron subir a Sierra Maestra, siempre fueron detectados por los militares de Batista.
“En el aeropuerto de Santiago, ni recogí equipaje ni utilicé el servicio de taxis. Con una bolsa de deportes y mi cigarro puro apagado entre los labios, subí a la guagua que llevaba a los pasajeros al centro de la ciudad”. Tras mil y un peripecias, finalmente logró ser guiado hasta la Comandancia de Fidel Castro en Sierra Maestra, donde conoció a Raú Castro, Camilo Cienfuegos o al Ché Guevara.
Las fotografías de Enrique Meneses cobran en este reportaje vida propia, que mantiene todavía. Los rostros, la composición, los encuadres incluso la mística que destilan las han enriquecido con el paso de las décadas y forman, sin duda alguna, uno de los grandes reportajes de la historia del Periodismo, cuando el viejo oficio de contar deja escribirse con mayúscula.
Esta historia que hubieran soñado firmar mil periodistas, atesora cientos de pequeñas anécdotas y momentos épicos que, acaso, pueden resumirse en uno solo y que Enrique Meneses refleja en sus memorias pero que también contó de viva voz cien veces en su casa de Madrid en los últimos años de su vida (falleció el 6 de enero de 2013): “El cuartel general de Fidel Castro en Sierra Maestra apenas tenía unos cuantos bohíos, la construcción típica a modo de chabola del lugar. El Ché Guevara había designado uno como dormitorio, otro como comedor, otro como escuela, uno más para las reuniones y otro el polvorín. Otro más aguardaba vacío. Se me acercó el Ché entonces con un cartel, lo colgó en la entrada del bohío que quedaba y me dijo: ‘Mira gallego, mira lo que te he montado’. En el cartel ponía: ‘Club Internacional de Prensa’”.
Javier Barrera es periodista y coautor del libro 'Meneses, vida de un reportero'
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