¿Ignorarles o rebatirles?: la nueva campaña xenófoba de Vox reabre el debate sobre cómo frenar a la ultraderecha
La formación de Abascal busca normalizar las posiciones racistas en la vida política con la complicidad del PP, algo impensable hasta hace pocos años en España. Distintos expertos advierten sobre un "efecto polarizador muy preocupante".
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bilbao, Actualizado:
La ultraderecha quiere conseguir votos en Madrid mediante la difusión de sus habituales mensajes de odio. Hoy son los menores migrantes; ayer le tocó a quienes sobreviven mediante la venta ambulante. Y mañana... ¿Hay manera de contrarrestar ese mañana? ¿Se puede frenar el discurso de odio de la ultraderecha? ¿Acaso la mejor manera de frenarlo es dejarlo pasar? Las preguntas vuelven a estar presentes.
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El debate de este viernes en la Cadena Ser ha sido escenario precisamente de una de esas vías de respuesta a la ultraderecha. Pablo Iglesias primero y Ángel Gabilondo y Mónica García después optaron por abandonar el estudio y no entrar en el juego que planteaba la candidata de Vox, Rocío Monasterio, con provocaciones e insultos.
"Vox sabe que pulsando cuatro teclas puede generar titulares", resumía unos días antes Guillermo Fernández, investigador de la Universidad Complutense de Madrid (UCM) y autor de "Qué hacer con la extrema derecha en Europa" (Lengua de Trapo, 2019). Esta misma semana, en medio de la campaña electoral madrileña, esas "cuatro teclas" fueron utilizadas para criminalizar a los menores con un cartel cuyo contenido es ahora analizado por la Fiscalía: Vox, al menos en este caso, podría haber cometido un delito de odio.
"Está claro que Vox ha endurecido mucho su discurso, sobre todo en lo que tiene que ver con la inmigración y la confrontación entre territorios", comenta la politóloga María Corrales, quien observa una "agenda racista y antifeminista" por parte del grupo parlamentario de la extrema derecha. A su juicio, la estrategia de Vox pasa hoy por "provocar, generar una respuesta por parte de la izquierda y luego victimizarse".
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La inmigración siempre ha sido uno de sus temas predilectos. En un informe publicado hace unas semanas, Carmen González Enríquez, investigadora Principal del Real Instituto Elcano, y Sebastian Rinken, vicedirector del Instituto del Instituto de Estudios Sociales Avanzados (IESA-CSIC), analizan precisamente "el efecto de Vox" en la opinión pública ante el discurso sobre las personas migrantes.
Ambos expertos consideran que el "triunfo relativo de Vox en la escena política española ha de atribuirse en primer lugar al conflicto catalán, y luego de forma secundaria a otros elementos que ya estaban presentes previamente", entre los que citan "la reacción cultural contra el feminismo, la presencia pública de los LGTBI, el animalismo, el cosmopolitismo y también la inmigración".
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"Sin embargo, ya con anterioridad a los primeros éxitos de Vox, el descontento frente a la inmigración estaba aumentando en determinados segmentos de la población, y de forma destacada entre personas con ideología de derechas, contribuyendo de este modo a su irrupción en el sistema político", subrayan.
El salto de Vox se produjo en diciembre de 2018, cuando consiguió 12 escaños en el Parlamento de Andalucía. El siguiente hito electoral llegó en las elecciones generales de noviembre de 2019, en las que obtuvo 52 representantes en el Congreso. En esa línea, los autores del informe publicado por el Instituto Elcano subrayan que "la respetabilidad social y el efecto de altavoz que ofrecen las instituciones" podrían servir para explicar "cierto deterioro de la opinión pública española hacia la inmigración".
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El politólogo David Lerín ha dedicado su trabajo doctoral a analizar precisamente el fenómeno de Vox en la política española. "La normalización del discurso de la ultraderecha ha llegado con la presencia de Vox", afirma este experto a Público. En esa línea, advierte sobre el riesgo de que "la xenofobia se expanda por España, cuando antes socialmente no estaba bien vista".
"Voluntad política"
Las campañas electorales suelen ser el escenario preferido por Vox para saltarse las líneas rojas y entrar así en terrenos peligrosos, incluso desde una perspectiva jurídica. Sus acusaciones xenófobas, además de no estar basadas en la realidad, chocan con las distintas leyes que buscan precisamente atajar los discursos racistas.
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¿Cuál sería entonces la vía apropiada para poner freno a esas conductas xenófobas en la política? "Es la pregunta del millón", responde Alejandro Quiroga, profesor de Historia de la Universidad Complutense de Madrid. "Sí parece, en cualquier caso, que la disyuntiva de ignorar a la ultraderecha y dejar que propague bulos y odio o entrar a debatir con lo que se legitima en parte su postura como interlocutor, es una trampa de la que es difícil escapar. Hay que hacer un esfuerzo generalizado para que la ultraderecha no marque los temas del debate político", sostiene.
En esa línea, Lerín cree que "es muy importante que sus falsedades se respondan de forma rápida y que se difunda en los medios, aunque algunos no ayudan mucho a la hora de luchar contra este discurso de odio". En cualquier caso, advierte que "tampoco se puede reducir la agenda política a su contestación". Por su parte, Fernández remarca que "no hay una receta universal para combatir a la extrema derecha". "Se trata de analizar básicamente campaña por campaña qué le interesa a la ultraderecha, e intentar hacer lo contrario", subraya.
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La socióloga Laura Bejarano incide en otro punto: "Para frenar los discursos de odio –remarca–, en primer lugar tiene que haber una voluntad política", algo que choca radicalmente con la postura del PP de llegar a acuerdos de gobierno con Vox. "Mientras que en el resto de Europa los partidos más conservadores han realizado un cordón sanitario, en España no ha sido así", subraya Bejarano.
"Efecto polarizador"
En ese contexto, el informe divulgado por el Instituto Elcano destaca precisamente que "más claro es el efecto de Vox en la polarización, es decir, la creciente divergencia de las opiniones sobre la inmigración en función de la posición ideológica de los individuos". "La polarización 'congela' las opiniones al adscribirlas a una ideología y tiñe los argumentos de antemano de carga partidista. Este efecto polarizador es muy preocupante porque, como en otros terrenos de las políticas públicas, impide el debate racional y sereno", subrayan los investigadores.