SEVILLA.- “Mi abuela se volvió loca y tuvimos que mantenerla encerrada casi un año porque era un peligro, insultaba y atacaba a cuanto uniformado veía tras la muerte de su hijo”. José Palma Pedrero era hijo de Pilar Pedrero Gallardo, natural de Río Tinto (Huelva) y abuela de Pilar Comendeiro, argentina que ha querido buscar los restos de su tío al que nunca lograron volver a ver desde su huida. El tío Joselito era minero y murió carbonizado, al igual que el resto de sus ocho compañeros, llegados como columna desde el pueblo de Rio Tinto el 19 de julio de 1936, dirección Sevilla. Acudía deprisa a la defensa de la capital que caía irremediablemente en manos golpistas. Una emboscada a la altura de la Pañoleta, a las puertas de la ciudad, terminó con la vida de 25 de ellos. Los 71 restantes fueron capturados y sometidos a un Consejo de Guerra.
La fosa de los mineros, conocida así en el pueblo de Camas (Sevilla), ha vivido en estos días su última fase de duelo. El entierro de los huesos encontrados en el viejo cementerio de la localidad ha permitido dar sepultura a catorce cuerpos. Nueve de ellos mineros (aunque solo cinco identificados) entre los que se encuentra Palma Pedrero, asesinado con tan solo 27 años.
Un viaje desde Buenos Aires y Nueva Jersey
Como casi todo lo que ocurre en memoria, la apertura de la fosa de Camas no llegó sola ni por la iniciativa de ninguna administración. Fue la lucha de las sobrinas de Palma Pedrero a más de 10.000 kilómetros de distancia. Pilar, desde Buenos Aires, y Nelly, desde Nueva Jersey, tuvieron que iniciar el proceso, luchar y buscar a las organizaciones que las pudieran ayudar a localizar la fosa y exhumar sus restos. Pilar, la más joven, encontraría todo por casualidad pinchando los apellidos de su madre en Google. “Un día, navegando en internet, ingreso el apellido de mi abuela para ver si teníamos algún familiar de apellido Pedrero Gallardo pero por error tipeé el apellido de mi madre Palma Pedrero. Me dispongo a borrar lo que había escrito cuando veo en la primera línea del resultado de la búsqueda el nombre de un libro, La Justicia de Queipo y dos renglones más abajo lo siguiente: José Palma Pedrero (Riotinto) carbonizado... Empiezo a leer y ahí estaba todo el relato de lo sucedido a la Columna Minera (de la que yo no tenía idea que existía) y ahí veo que José Palma Pedrero había sido encontrado carbonizado en el interior del camión matrícula SE-16991”.
El exilio de la familia a finales de los 40
Pilar conocía del exilio de su madre a Argentina en el año 1947. Allí conocería a su padre creando una nueva vida lejos de demasiados recuerdos. “Mi madre siempre contaba anécdotas sobre la guerra y así fue como desde pequeña la escuché hablar sobre el tema hasta tal punto que para mí era una cosa corriente”. Nunca olvidará las lágrimas de su madre que le llegaban recordando la imagen de su joven hermano José, trabajador de la Rio Tinto Company Limited antes del inicio del golpe. “Ella siempre me decía que el día que estalló la guerra, Joselito salió con otros del pueblo a detener a Franco y lo mataron camino a Sevilla”. Supieron de la muerte de José porque días después llegó una nota de los cuarteles de Franco donde agradecían la donación hecha en alusión a un anillo-sello de oro que llevaba el hermano. Por más que pidieron a las autoridades la entrega del cuerpo, nunca pudieron saber dónde estaba enterrado.
El primer viaje a España
Desde aquel verano de 1936 la familia perdió para siempre la pista del joven Pedrero. Tras la investigación hecha en la red, Pilar habla con su prima Nelly de Estados Unidos para comentarle el hallazgo. En aquel correo le contaría con tristeza. “Bueno, al menos ya sabemos dónde está sepultado el tío Joselito: en el Cementerio de Sevilla. Eso sí, olvídate del tema porque encontrar sus restos entre miles va a ser imposible”. Francisco Espinosa, autor de la investigación sobre la columna de Río Tinto daría a Pilar datos más cercanos. “Al día siguiente, para mi sorpresa, recibo un e-mail de Francisco Espinosa Maestre, diciéndome que los restos de mi tío no estaban en Sevilla sino en Camas, de acuerdo con la información de la época. Esta fue una de las mejores noticias que he recibido en mi vida y estaba que saltaba de alegría, mientras que mi prima Nelly lloraba como una magdalena”.
Las sobrinas del minero comienzan su tarea de búsqueda mandando correos a Cecilio Gordillo, promotor de la iniciativa Todos los Nombres, una base de datos con 84.000 fichas de represaliados del régimen en franquista en Andalucía y el posterior contacto con la asociación Memoria Democrática Justicia y Libertad, presidida por Pepe Barragán, quien se encargó del inicio de contacto con el ayuntamiento de Camas junto al resto de trámites.
Pilar y Nelly no viajaron a Sevilla hasta el verano de 2011, con motivo del 75 aniversario de los hechos en La Pañoleta. “Nos pudimos reunir con la Junta y el alcalde de Camas. Todos nos prometieron que abrirían la fosa para ver que se podía encontrar en el nuevo parque de educación vial, antiguo cementerio de Camas”.
La exhumación de los nueve mineros
El arqueólogo Andrés Fernández buscó por los archivos datos y nombre de las víctimas pero hallaría también cinco cuerpos más en aquella fosa que hoy reposan junto a los mineros, sin saber aún sus nombres. “Muchos de los cuerpos que no hemos podido identificar es debido a la humedad del lugar donde fueron enterrados”, aclara. Encontrados en ataúdes de madera, Fernández y su equipo pudieron exhumar los restos de los mineros en el año 2014, junto a cinco nuevas víctimas.
Dos años después del duelo y la increíble noticia, Nelly y Pilar volvieron a España esta semana para dar sepultura al tío Joselito. Junto a él también estaban algunos compañeros de aquel fatídico día. Francisco Salgado Mariano, Domingo Pavón Fernández, Cayetano Muñoz Maestre, Domingo Pachón y nueve desconocidos más (cuatro mineros no identificados y cinco víctimas anónimas).
Entierro a los mineros de la Pañoleta
Las honras fúnebres se celebraron en el Salón de Plenos del Ayuntamiento de Camas donde no cabían ya más vecinos. Nelly recuerda con orgullo la gran tarea que su madre pareció encomendarle sin ella saberlo. Y se siente “orgullosa, muy orgullosa de haber llegado hasta el final”. Las administraciones hablaron cumpliendo su parte. El alcalde de Camas, Rafael Recio, así lo destaca. “Nunca creí tener una tarea tan compleja en mis años de alcaldía. Prometimos dar entierro a estos mineros que están en nuestra tierra y también son hermanos nuestros”.
El paseo hasta el cementerio fue cortado al tráfico por la Policía Local. Muchos vecinos quisieron acompañar a los mineros. 14 cajas de madera con los huesos de cada uno de las víctimas son depositadas en el memorial, bajo un árbol que simula con un camino de piedra la cuesta donde fueron traicionados aquellos valientes. Nelly y Pilar sienten emoción y tristeza cuando les dan la caja y parece que todo ha terminado. No es un capítulo cerrado, sino una página abierta que debe ser contada como otro de los episodios desconocidos de aquella guerra.
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