madrid
Actualizado:Manuel García era, antes de la Guerra Civil, un repostero más de Madrid. Vivía por Lavapiés, en la calle Mesón de Paredes, y estaba afiliado al sindicato UGT. Laboralmente hablando no le iba mal. Había comenzado su carrera allá por 1930, con apenas 15 años, y en 1936 ya era el jefe de partida de repostería del Hotel Nacional. En el plano sentimental, Manuel tampoco se podía quejar. Había conocido a Carmen. Eran jóvenes y tenían una vida por delante. Pero el 18 de julio de 1936 la historia dio un vuelco. Monárquicos, militares y fascistas protagonizaron un golpe de Estado que, tras fracasar, derivó en una guerra civil plagada de armamentos y aviones extranjeros. Y Manuel no lo duda. Había que defender a España del fascismo. En ese primer mes de julio, se alista como voluntario en las milicias populares. Batalló en la Sierra de Guadarrama, en la Batalla del Ebro y acabó con sus huesos en un campo de concentración nazi. O mejor dicho: en dos. Primero, en Mauthasen. Allí fue enviado el 25 de enero de 1941 con el número 3243. Apenas unos meses después, fue trasladado a Gusen, un subcampo del primero, donde fallecería un 3 de julio de 1942. La causa oficial de la muerte "tuberculosis pulmonar".
La historia de Manuel, como las de los alrededor de 9.300 españoles que pasaron por los campos nazis, se fue directamente al olvido. O mejor dicho: al silencio. Porque olvidar nunca se olvida. La vida de Manuel fue enviada a las profundidades de la memoria colectiva. Allí donde está prohibido hablar de dolor, de asesinatos, de represión, de expolio. Pero los tiempos cambian. Los nietos quieren verdad. Quieren justicia y, cómo no, también quieren reparación.
Este lunes el Ayuntamiento de Madrid colocará una Stolpersteine, o piedra de la Memoria, en la puerta de la que fuera la casa de Manuel. Lo hace gracias a la dedicación del nieto de Manuel, Nacho. La piedra recogerá su nombre completo, su lugar de nacimiento, el lugar en el que fue detenido y el campo de concentración en el que falleció. Que se entere el barrio, que se entere la ciudad, que se entere el mundo entero. Alrededor de 5.000 españoles murieron en los campos nazis. La mayoría de ellos fueron apresados en Francia, donde tuvieron que huir tras defender a la II República del fascismo.
"Se trata de un pequeño homenaje, pero a mí me parece muy importante. El sufrimiento y el dolor de los republicanos españoles que acabaron en campos nazis ha sido olvidado durante años. Nunca han tenido reconocimiento oficial alguno. Y son personas que dieron su vida por defender sus ideas, la libertad, la II República. Era gente muy joven que se vio obligada a luchar. Imagina todo lo que tuvieron que sufrir", cuenta su nieto Nacho García a Público.
Manuel, no obstante, no será el único que recibirá este homenaje durante estos días. El Ayuntamiento de Madrid ha iniciado este viernes la colocación de ocho de estas piedras conocidas como Stolpersteine con otras tantas víctimas del nazismo y del franquismo. Se trata de un proyecto del artista alemán Gunter Demmig, quien ya ha colocado alrededor de 73.000 de estas piezas en 24 países del mundo recordando a las víctimas del holocausto nazi. Judíos, gitanos, disidentes políticos... y republicanos españoles. El lunes, además, se colocarán otras cuatro piedras más, como la de Manuel García, aunque en este caso se trata de piedras provisionales, a la espera de que el artista pueda producir las originales.
"El comienzo del proyecto fue difícil. Comenzamos en la ciudad de Colonia. Tuvimos que superar barreras y obstáculos, pero estamos en 24 países. La idea era poder poner esto en todos los países que han sufrido los ataques del nazismo y España es un caso muy concreto", explica el artista en una conferencia organizada por el Ayuntamiento de Madrid. Demmig, de hecho, tiene una relación especial con España. Cuando apenas tenía 17 años descubrió que padre era miembro de la Legión Cóndor, la sección del Ejército alemán que bombardeó Gernika y diversos puntos del país durante la Guerra Civil. "Nunca más conseguí hablar de eso con mi padre", señala el artista.
La instalación de estas Stolsperteine ha comenzado este viernes en Madrid en la calle Bravo Murillo. Allí vivió Enrique Calcerrada Guijarro, preso en Mauthausen con el número 4479. Su sobrina nieta Esther Calcerrada ha sido la responsable de recuperar este retazo de su historia familiar que forma un hilo más de la red de historias que las élites del país han querido enterrar. Ella nunca conoció a Enrique. Sabía, de oídas, que tenía un familiar que había luchado en la Guerra Civil. Después, se enteró de que este familiar había escrito un libro a finales de los 70 sobre su experiencia en los campos de concentración de la Alemania Nazi. No se publicó hasta 2003 y al poco estaba ya descatalogado. ¿Alguien sorprendido?
"No daba crédito. ¿Cómo es posible que haya estado allí y que a nadie le importe? Es una especie de shock. Pasas por distintas fases. Primero te culpas a ti por no tener ni idea, pero después te das cuenta de que todo está construido para que no nos enteremos de nuestro pasado", cuenta a Público Esther, que asegura que ha participado en este proyecto porque "hay demasiadas historias olvidadas de manera intencionada". "Por más años que pasen... no lo podemos permitir. Y menos ahora, con los tiempos que vienen", zanja.
Las placas de este viernes serán colocadas en persona por Gunter Demmig, pero el proyecto no hubiese sido posible sin el empuje, la insistencia y el trabajo desinteresado de un matrimonio que se ha dejado la piel para que esto saliera adelante. Se trata de Jesús Rodríguez e Isabel Martínez. "En 2006 visitamos Friburgo y vimos dos de estas Stolpersteine en el suelo. Estaban en alemán, pero viendo que estaba escrito Auswchitz entiendes perfectamente a qué se refiere. Y ahí pensamos que había que traerlo a España. Es una forma magnífica de llevar la memoria a los barrios. Los monumentos memoriales enormes están muy bien, pero esto consigue acercar la memoria a los vecinos, que sepamos que podríamos haber sido cualquiera de nosotros", cuenta Rodríguez a Público.
Madrid se sumará de esta manera a las decenas de ciudades de todo el mundo que han participado en el proyecto. Ciudades Colonia, Rávena, Berlín, Friburgo, Maastrich, Lieja, Praga, Hannover, Roma Hamburgo... En España, está presente en Baleares, Catalunya y, de una manera muy similar, también en Euskadi. En total, 24 países. El teniente de alcalde de Madrid Mauricio Valiente explica que el Consistorio ha decidido apoyar esta iniciativa porque la Memoria Histórica es un derecho de la ciudadanía, pero también un deber de las instituciones. "Los españoles en los campos nazis siguen siendo un trozo desconocido de nuestra historia. Hay personas que ignoran que hubo cientos de madrileños en los campos nazis y tenemos la obligación de que toda la ciudad lo conozca", señala Valiente.
La instalación de estas 12 placas, entre el viernes y hoy, es solo una gota en el océano si se tiene en cuenta el número de españoles que pasaron por los campos nazis. El periodista e investigador Carlos Hernández, autor de la obra Los últimos españoles de Mauthasen, explica a este periódico que en total pasaron por los campos nazis 9.300 españoles, de los que más de 7.000 estuvieron en el campo de Mauthasen y subcampos. Sin embargo, Hernández también reconoce que la instalación de estas placas supone "un paso adelante" para el merecido reconocimiento de las víctimas españolas del nazismo.
"Es una iniciativa que me parece muy importante. Madrid se suma al mayor monumento, a nivel mundial, que hay a las víctimas del nazismo. Y creo que, de alguna forma, es un paso adelante para la normalización de nuestro pasado y de nuestra memoria. Actualmente seguimos viviendo en una especie de desmemoria colectiva, una amnesia que preparó la dictadura y que continuó tras la democracia. Pero se van dando pasos adelante para revertir esa situación y este es un paso más", explica Hernández.
En una línea muy similar se pronuncia el historiador e investigador Benito Bermejo, especializado en el estudio de los deportados españoles a campos de concentración nazis. "Parecía que esto de los campos nazis no nos concernía a los españoles. Pero no es así. El 6 de agosto de 1940 llegaron al campo de Mauthasen los 350 prisioneros españoles. Las autoridades nazis informaron a las franquistas, que no contestaron en varias ocasiones. Las autoridades nazis se refieren a ellos como 'combatientes de la España roja'", explica Bermejo, que señala que 450 españoles fueron asesinados en las cámaras de gas.
"Cuando en mayo de 1945 fue liberado el campo de Mauthasen había allí alrededor de 2.000 españoles. Alrededor de 5.000 habían fallecido ya. De los que quedaron vivos, pocos, muy pocos, regresaron a España", prosigue Bermejo, que señala que entre los españoles había jóvenes de entre 14 y 16 años. Este es el caso de Félix Quesada Herrerías, que llegó con 14 años.
La construcción de la memoria colectiva
Manuela Bergerot, experta en políticas de Memoria, explica a Público cómo este tipo de homenajes, el de la instalación de las piedras de la Memoria, permite que los vecinos "se sientan interpelados" y ayudan a construir "una memoria colectiva" entre los miembros de la comunidad. Bergerot pone como ejemplo exitoso un proceso muy similar que se llevó a cabo en Argentina a partir del año 2005. Fue entonces cuando colectivos barriales en Buenos Aires investigaron y plasmaron en pequeñas baldosas las historias de vida y militancias de los desaparecidos por la dictadura de 1976. "Con estas baldosas consiguieron desandar los caminos del olvido en los barrios", señala Bergerot a este periódico.
"Socializar la memoria con este dispositivo no sólo transforma el urbanismo, también la transformación subjetiva del que se implica en este proceso: las vecinas y vecinos se sienten interpelados a cuidar esas baldosas cuando sufren ataques o se deterioran, y enseguida llaman a la plataforma o bien se encargan de limpiarlas. Todo el proceso es sin duda una construcción de memoria colectiva, desde la fase de investigación, la creación de las baldosas con los nombres de las víctimas hasta el cuidado en su mantenimiento", explica Bergerot.
En el fondo la idea que subyace en este proyecto es la de mantener los nombres de las víctimas vivos y coleando. Que nunca se olviden. Ni su sufrimiento ni sus historias de vida, de lucha, de militancia. Porque como dice el artista Gunter Demmig "una persona es olvidada solo cuando su nombre es olvidado". Y ahora Madrid está doce pasos más lejos de olvidar la historia de los cientos de madrileños que pasaron por los campos nazis. El objetivo: que nunca más se vuelva a repetir una barbarie así.
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