sevilla
"La compañía Río Tinto Limited Company no sólo era una empresa. Era sinónimo del poder establecido y manejaba a su antojo la política de la provincia en aquella época. Tenía a jueces parlamentarios y gobernadores en su nómina. Quedaron impunes de aquel episodio contra la población civil de Río Tinto".
Extracto del libro. ‘1888, el año de los tiros’
Corrupción política, compra de voluntades, manipulación de informes médicos, palizas, grandes grupos financieros manejando los hilos de España. Hambre, miseria, niños empleados como mano de obra esclava mientras las autoridades miraban para otro lado. “1888 El año de los tiros es un capítulo apasionante de la historia de España y quería formar parte de él, así que me decidí sin más a contarlo”, aclara el periodista Rafael Moreno, autor de este libro a Público.
Qué expresión más desconocida. Parece de una época pasada que nadie ubica pero que está totalmente definida en la historia reciente de España. Moreno, periodista onubense, decidió hace dos décadas retratar el episodio ocurrido el 4 de febrero de 1888 en las calles del conocido pueblo minero de Río Tinto. El año de los tiros hacía referencia a un día de huelga histórico que acabó en tragedia y donde centenares de hombres, mujeres y niños se manifestaban en contra de las emanaciones de la mina a cielo abierto que solo sembraba muerte y enfermedad entre los vecinos de la comarca. El ácido sulfúrico reventaba los pulmones de todos lo que respiraban el humo rojizo de la cuenca.
Centenares de hombres, mujeres y niños se manifestaban en contra de las emanaciones de la mina a cielo abierto, que solo sembraba muerte y enfermedad.
El grupo memorialista del sindicato CGT Andalucía ha reeditado este capítulo en su 130 aniversario acompañado por un ciclo presentaciones. Del suceso se hicieron eco en la época importantes periodistas como José Nogales, tío del conocido periodista Chaves Nogales. “Esta manifestación pionera forma parte del acervo sentimental, primero de una comarca, la Cuenca Minera de Huelva, y luego de la historia de un país, que ha descubierto con el paso de los años un verdadero episodio nacional que hasta los años 80 fue ocultado en los libros de la historia, como el sumario de la causa, que desapareció de los archivos y de los tribunales”, aclara el autor a Público. Sólo así se entiende que esta revuelta, que dejó (sin censo oficial) cientos de muertos, haya sido utilizada en las aulas y en las universidades para explicar los movimientos sociales, laborales y sindicales de la España de finales del siglo XIX. La expresión ‘El año de los tiros’ no “es que sea popular”, apunta Moreno, es que resume a la perfección “una carga brutal ordenada por los responsables del Ejército (de Pavía) contra una manifestación pacífica de miles de personas”.
En 1888, los vecinos de Río Tinto reclamaban mejoras sociales y laborales y sanitarias en las minas. La empresa, propiedad de la compañía inglesa Río Tinto Company encarnaba el más rancio colonialismo inglés. La carga del Ejército fue un verdadero desastre. Su actuación acabó con una sangría entre la población, que fue atacada a tiro limpio y hasta con bayonetazos por parte de los soldados. Entre el tumulto solo había civiles, mujeres, niños, ancianos, mineros, campesinos y hasta algún sacerdote. Moreno afirma a Público que “la empresa inglesa y el Gobernador Civil reconocieron sólo trece víctimas que enseguida pasaron a ser 48 tras los primeros recuentos, Las intervenciones políticas en el Congreso acabaron sumando más de 200 muertos” causados por aquella carga militar.
El gobierno español se desentendería de Río Tinto
Moreno ha investigado el funcionamiento corrupto de aquellos políticos, la connivencia de los gobiernos turnistas de España, de un sistema que hipotecó la Patria por 98 millones de pesetas (que fue el precio por el que se vendió la mina y con el que se pagaba la deuda española). “España se desentendió completamente de lo que pasaba en las minas de Río Tinto. Los gobiernos de Sagasta y Cánovas pero también en los años de Amadeo de Saboya y la Primera República tramitaron la venta de la mina a favor de una todopoderosa empresa inglesa que vino a colonizar el terreno” puntualiza el autor. La influencia era total. “Allí ondeaba la bandera inglesa y el Gobierno de España ordenó al ejército defender los intereses británicos por encima del interés de los mineros y los campesinos de la zona”.
Periodistas como Nogales, relataron sobre el papel una historia atroz ocurrida en Huelva. Pero con el paso de los años todo aquello apenas se reflejaba en los libros de historia. Esta nueva edición del libro integra ilustraciones de Jaime Pandelet, caricaturista que acerca una visión colorista a la historia, como ocurría en la prensa del siglo XIX.
Cada mejora social que pedía en su incendiario documento iba a ser contestada "con un puñetazo".
A pesar de las revueltas, la quema de mineral al aire libre (las teleras), uno de los motivos que provocó las protestas por su peligrosidad para la salud humana y los campos y animales, siguió adelante hasta 1907. Concha Espina, relata en el libro ‘El metal de los muertos’ como “hasta 1910 y siguientes no comenzó de nuevo a alzarse la voz de los mineros”. A inicios del siglo XX el renacer del obrerismo vino con más fuerza, más organización y continuaron de nuevo las protestas.
El anarquista que aparece como uno de los personajes claves del libro, Mateo Alias impulsó la manifestación de 1888 con una imprenta clandestina. Moreno describe cómo “sentiría sobre su cuerpo el precio de la revuelta”. Cada mejora social que pedía en su incendiario documento iba a ser contestada “con un puñetazo, con una patada en las costillas”.
Sin responsables ni castigos
El historiador Antonio Miguel Bernal destaca en el libro que “los trágicos sucesos quedaron sin responsables ni castigo”. La influencia política permitió a la Compañía que los expedientes y sumario abiertos no tuviesen consecuencias. Desaparecieron sin dejar rastro.
José Nogales acabó pagando el pato. Bernal señala que “se había distinguido por sus acerados artículos sobre las condiciones de los mineros en la cuenca y por las actuaciones represivas del 4 de febrero". “Aquel joven periodista José Nogales daría prueba con motivos fehacientes de los sucesos de Río Tinto. Y fue dos veces procesado por ello. Publicaría un artículo titulado “La Paz reina en Río Tinto. La de los muertos”.
La represión desmedida trajo también a la mina muchos despidos, desalojos de viviendas, expulsiones, ocupación de tierras sin ni siquiera pagar la obligada renta, viudas y huérfanos que quedaron en el más absoluto desamparo. Muchos de los heridos fueron muriendo en días sucesivos porque no recibieron atención médica, o no se les prestaba, o no se les ocurría decir que habían estado en la protesta: eso hubiese significado el despido y el desahucio de toda su familia de las casas.
“Allí en Riotinto, todo era de la Río Tinto Company Limited, escuelas, hospital, economato, energía”, añade Moreno. Incluso el aire que se respiraba y que el Gobierno les dejaba contaminar hasta provocar muertes por asfixia, que eran ocultadas en los partes médicos, manipulados hasta llegar a decir que los humos sulfurosos eran “irónicamente” buenos para la salud.
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