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Actualizado:Ni con mascarilla, ni con guantes. Tampoco con look militar ni luciendo un discreto traje que contrasta, en su discreción, con los escándalos que le rodean. El rey Felipe VI llega este viernes a sus seis años al frente de la monarquía española, y lo hace en medio de dos crisis: la del coronavirus y la de su familia, señalada ahora directamente por las tramas oscuras de su padre, el emérito Juan Carlos de Borbón. No es buen momento para la corona.
En ese contexto, hay una pregunta que acompaña a Felipe VI desde que llegó al trono. ¿Qué opina la ciudadanía sobre el rey, la reina y el papel institucional que ostentan? La interrogante no tiene respuesta –o mejor dicho, ni siquiera aparece– en los sondeos oficiales del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS), que en seis años de reinado solo preguntó una vez sobre esta cuestión. Fue en 2015, y la monarquía sacó entonces un 4,34 sobre 10.
En ese contexto, hay dos encuestas recientes que sitúan a la Casa Real en horas bajas. A principios de mayo pasado –en plena pandemia– Sociométrica realizó un sondeo para el diario digital El Español: 4,8 sobre 10 para el monarca. Ynvimark hizo por esos mismos días otra encuesta para La Sexta: 4,13 para la monarquía, ubicándose así como la institución peor valorada del país.
"Parece que la imagen de la monarquía ha continuado deteriorándose, tanto por las nuevas revelaciones de los manejos financieros de Juan Carlos I, como por determinadas actitudes conservadoras de Felipe VI", apunta a Público Julián Sanz, profesor de Historia Contemporánea de la Universidad de Valencia. La cosa ha ido de mal en peor.
"Una monarquía renovada para un tiempo nuevo", había prometido Felipe VI cuando pasó a ser, precisamente Felipe VI, allá por el 19 de junio de 2014. Su discurso ante las Cortes Generales confirmaba lo que ya se había escrito y proclamado en infinidad de espacios: la monarquía española, hasta entonces en manos de Juan Carlos de Borbón, estaba en la UCI.
"La coronación de Felipe VI fue un claro intento de lavado de imagen de la institución monárquica española: no conviene olvidar que en 2014 el país sufría una brutal crisis económica que se había tornado en crisis política y social", sostiene Alejandro Quiroga, investigador de la Universidad Complutense de Madrid. "La monarquía sufría un desgaste acelerado por los escándalos de Juan Carlos I, Corinna, Urdangarin y la Infanta Cristina, y Felipe VI fue el intento por frenar ese declive", remarca.
En esa línea, la politóloga María Corrales subraya que "la operación consistió en separar la figura particular de Juan Carlos del conjunto de la institución de la monarquía como jefatura de estado para, precisamente, protegerla de los casos de corrupción".
"Había que proteger, sobre todo, al régimen de 1978"
"No es difícil concluir que la sucesión al trono se realizó para paliar el rápido deterioro de la imagen de la monarquía, vinculado a diversos escándalos en torno a la familia real y al creciente cuestionamiento de diferentes aspectos de la transición", señala por su parte Sanz, quien destaca que "se trataba de renovar la imagen de la institución con un rey más joven, no afectado por escándalos y del que siempre se había destacado su buena preparación". "Había que proteger, sobre todo, al régimen de 1978, justo en el momento del auge de Podemos y cuando ese cambio de paradigma y de pacto social estaba a la orden del día", añade Corrales.
Tres años después llegó la crisis catalana y, con ella, el polémico discurso de Felipe VI del 3 de octubre de 2017. "Cuando salió en televisión vi que ese rey no me representaba", relata a Público el historiador Pablo Sánchez León, quien advierte sobre la posición "conservadora, incluso reaccionaria" del monarca. No en vano, aquella intervención despertó un aluvión de críticas en un momento extremadamente delicado.
En el trayecto de estos seis años aparece Catalunya y, sobre todo, los líos de su padre, coronados con la investigación abierta por la Fiscalía del Supremo en torno a las comisiones otorgadas por la dictadura de Arabia Saudí y las cuentas de Juan Carlos de Borbón en Suiza.
El pasado 15 de marzo, mientras España digería la declaración del estado de alarma, recibió una noticia proveniente de Zarzuela que nada tenía que ver con el virus, pero sí con la corona: Felipe VI había decidido renunciar a la sospechosa herencia de su padre, tratando de marcar así una línea con las actividades y actitudes del emérito.
El gesto no logró desactivar los cuestionamientos hacia esa institución. "Por mucho que Felipe VI haya intentado separarse de su padre y renunciado a parte de su herencia, la sombra de Juan Carlos I es alargada", afirma Quiroga. "Cuando tiene que renunciar de forma simbólica a la herencia de su padre, al final lo que está poniendo sobre la mesa es una acusación", afirma por su parte Corrales.
"Nunca ha estado peor"
Posteriormente, en plena crisis del coronavirus, el actual rey ha buscado reforzar sus apariciones públicas, tratando de contrarrestar así el malestar hacia la Casa Real por los episodios vinculados a su padre. Tales apariciones han sido especialmente explotadas por los medios más afines a la institución monárquica.
"La figura de la monarquía nunca ha estado en peor situación en términos de legitimidad y credibilidad", señala por su parte Sánchez León. En cualquier caso, cree que "hay todavía demasiados poderes activos y activados para que la sangre no llegue al río", por lo que el rey Felipe VI "va a terminar siendo defendido por las fuerzas más indefendibles".
De momento, en el terreno de la política parlamentaria ya se ha apreciado que hay un muro aún imposible de derribar: la Mesa del Congreso, con los votos de PSOE, PP y Vox, ha rechazado abrir una comisión de investigación que analice las presuntas irregularidades cometidas por el anterior monarca.
En ese contexto, Sánchez León advierte sobre la "desafección mayoritaria" que existe entre la ciudadanía respecto a la Casa Real. "La desafección es muy difícil de recuperar; todo lo que haga mal la monarquía a partir de ahora va a pesar mucho en una balanza", subraya.
"Felipe VI está hoy en una encrucijada", destaca Alejandro Quiroga
Por su parte, Quiroga remarca que Felipe VI "está en una encrucijada: quiere separarse de los escándalos y presuntas corruptelas de Juan Carlos I, pero a la vez le debe a su padre la corona que ostenta. Es más, en la España post-franquista la propia institución monárquica está profundamente vinculada a Juan Carlos I y a la narrativa de una transición modélica".
"Si Juan Carlos es condenado por corrupción se va a hacer imposible mantener la idea de la monarquía como institución ejemplar que trajo la democracia a España tras la muerte del dictador", sostiene este investigador. No en vano, Felipe VI tiene hoy poco que celebrar.
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