Este artículo se publicó hace 3 años.
Lecturas solidarias: voluntarios leen cuentos a los mayores en residencias para que escapen de la soledad
Un grupo de voluntarios de la biblioteca de Soto del Real da un servicio de lectura por teléfono para combatir la soledad no deseada de las personas mayores. La iniciativa, creada por Juan Sobrino, ha sido reconocida y premiada.
Lucía Franco
Madrid-
Carmen duda cuando se le pregunta su edad: "Tendré algo más de 80 años", calcula. Le pasa con muchas cosas: el pasado y el presente se entremezclan en su mente y le cuesta distinguir lo que ocurre, lo que ha ocurrido y lo que ocurrió. Hace unos meses se entristeció porque sus padres, fallecidos hace ya tiempo, no habían ido a verla todavía al lugar donde vive desde febrero, la Residencia Soto de Fresno, en la localidad madrileña de Soto del Real, en el norte de Madrid.
En ese estado melancólico la encontró María Luisa Tormo, de 43 años y voluntaria de la Biblioteca Municipal Pedro Lorenzo, que desde 2015 lleva a cabo un programa en el que sus voluntarios leen cuentos a los ancianos que viven en la residencia. El diagnóstico de Tormo fue inmediato: lo que necesitaba Carmen era una buena ración de lectura de El árbol de los deseos, de K. A. Applegate.
Desde entonces, Carmen puede confundir muchas cosas, pero reconocería la voz de la lectora que le ha acompañado durante los duros meses de aislamiento de la pandemia entre millones de voces. Emocionadas, se pudieron ver en persona por primera vez el pasado mes de junio.
"Un día me ofrecí a leer a una persona nueva; Carmen acababa de llegar y todavía no se terminaba de adaptar", cuenta Tormo. Desde la primera vez que hablaron, conectaron. Tenían muchas cosas en común: el gusto por los viajes, los libros, la literatura, la historia… "Carmen es una mujer muy culta. Se puede hablar con ella de cualquier cosa. Da muy buenos consejos", cuenta la lectora. Tormo empezó a leerle por teléfono todos los viernes a las 16.30, hasta que Carmen se iba a merendar. Cuando la situación sanitaria mejoró, pidió poder ver en persona a la receptora de sus lecturas. La única forma en que pudieron hacerlo fue a través de la valla del recinto. Desde ahí, a una distancia prudente, proyectando bien la voz para hacerse oír por Carmen, Tormo retomó El libro del árbol de los deseos, el libro que las unió por primera vez.
Los libros, piensa Tormo, leídos o escuchados, que es como se han difundido siempre ancestrales relatos orales de todo tipo, tienen siempre algo de curativo, de terapéutico, de catarsis: "La lectura y la compañía que dan los libros es capaz de hacer de un día malo algo bueno".
A 50 kilómetros del centro de Madrid, al pie de la sierra del Guadarrama, la biblioteca de Soto tiene unos 300 metros cuadrados, pero en ella ya no cabe un solo libro más. Su director, creador del proyecto Cuentos por teléfono, es Juan Sobrino, de 49 años, que se ocupa de ella desde 2006.
En el recinto solo están él y una auxiliar a media jornada. Sobrino es licenciado en Historia, pero dedicó mucho tiempo al mundo editorial. En el 2006 trabajó como archivero en Soto del Real, el pueblo donde pasaba los veranos en casa de sus abuelos de pequeño. Aquel año, salió a concurso la plaza de bibliotecario y la obtuvo. Lleva 20 años viviendo en este municipio con su familia y cuidando a los ciudadanos a través de los libros. "Desde 2015 vamos una vez al mes a las residencias. Cuando llegó la pandemia, vi que este servicio era más necesario que nunca. Teníamos que darle continuidad como fuera, así que recurrimos a los teléfonos", explica el bibliotecario.
Actualmente, dan el servicio a treinta mayores de las tres residencias del municipio. Además, algunos vecinos de Soto también lo han solicitado de manera independiente porque tienen problemas de visión y les cuesta mucho leer. La tercera edad supone más del 20% de la población de Soto del Real, según los datos del Ayuntamiento.
Empezar este programa no fue fácil. Al comienzo, tuvo muchas trabas por parte de las administraciones, que no veían la importancia de la compañía a través de la lectura. Desde entonces, han sido reconocidos con el premio de la fundación Biblioteca Social, el galardón de la campaña María Moliner del Ministerio de Cultura y obtuvieron una de las distinciones del proyecto internacional Iberbibliotecas. Este mes, Sobrino ha sido elegido por la revista Forbes como una de las 100 personas más creativas de España.
Sobrino, aparte de coordinar el programa, también ejerce como voluntario y lee cuentos (aunque prefiere siempre la poesía) a tres mayores de las residencias. "Se hacen todo tipo de lecturas en función de los gustos de la persona: relatos cortos, adivinanzas, refranes y textos que puedan resultar terapéuticos para ayudar a los residentes a pensar y recordar experiencias", explica.
En su experiencia, ha visto cómo ésta es una manera de que personas como Olvido, una de las personas a las que lee semanalmente, recuerden. "Le leo mucha poesía porque le gusta mucho", cuenta Sobrino.
Olvido pasa sus días escuchando la radio porque ha perdido la visión y la voz de los locutores es su mayor compañía. Siempre se arregla y se manda a peinar cuando sabe que va a ser viernes, el día en el que Sobrino la llama. "Siempre me dice que me espera cada viernes como agua de mayo, es encantadora", afirma Sobrino.
La biblioteca no solo ha pensado en llevar los libros a los mayores, sino también a los internos de la cárcel de Soto del Real. Aunque durante unos meses la pandemia paralizó las iniciativas que se estaban llevando a cabo, como el club de lectura que se puso en marcha en la prisión de Soto en 2018, integrado por internos y voluntarios de la biblioteca, ahora por fin los libros han vuelto a mezclarse con los barrotes. "Son nuestros vecinos y no podíamos dejarles en el olvido", afirma Sobrino.
Con los años, la iniciativa de Sobrino no se ha limitado solo a la escucha pasiva de relatos. Quienes reciben el servicio del programa, de cuando en cuando, también leen. Pero se hace de una manera especial. En las residencias y en la cárcel, los libros se acompañan siempre de perros. En colaboración con la entidad Perros y letras, mascotas como Pani hacen de oyentes mientras personas con problemas de aprendizaje leen para ellos. Tiene sentido: los perros no juzgan la velocidad a la que se lee, no se impacientan y, sobre todo, no se empeñan en corregir los errores de sus esforzados lectores. Y entienden las historias mejor que muchos.
Tanto es así que Pani, cuenta Sobrino, ladra cuando le preguntan si le ha gustado la historia y levanta la pata cuando le consultan si algo le parece bien. "Es una forma en la que la gente pierde la timidez de leer en voz alta", afirma Sobrino. Durante el confinamiento, Pani escuchó atentamente a los residentes desde su domicilio en Murcia, donde se fue durante la crisis del coronavirus junto a su adiestradora. Ahora ha vuelto a Soto para que sus lectores puedan pasar tarde tras tarde leyendo, es decir, viajando.
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