sevilla
Amadora Guerrero Duque recuerda los zapatos pequeños, casi de niña, que había en su trastero cuando era apenas una cría. “Parecían los tacones sacados de una película, de punta redonda y que brillaban por sí solos”. Amadora corría sin descanso por el trastero de la vivienda sin saber que aquellos viejos tacones pertenecían a su bisabuela, con el mismo nombre, Amadora Domínguez Labrador, fusilada el 4 de noviembre de 1937 en el pueblo de Higuera de la Sierra (Huelva). Con ella fueron asesinadas 15 mujeres más y 5 hombres. La biznieta de Amadora encontraría, al lado de aquellos tacones desmoronados, una mantilla que sí se ha podido salvar después de casi cien años de vida. “Eran uno de los pocos objetos que pudieron rescatar de mi bisabuela después de saquear su casa cuando la llevaron presa”.
Amadora es una de las descendientes de las 21 víctimas que fueron cruelmente asesinadas aquella fatídica mañana del 4 de noviembre de 1937, en el municipio de Higuera de la Sierra, procedentes de la prisión de Zufre. A tan solo 12 kilómetros de distancia. El Ayuntamiento de Higuera, y su alcalde Enrique Garzón Álvaro ya han dado luz verde al permiso del inicio de la exhumación en el cementerio durante las próximas semanas, tras el presupuesto que había aprobado la extinta Dirección General de Memoria Democrática de la Junta de Andalucía en 2018.
Amadora lloraba al ver a su hija correr sin descanso porque no lograba alcanzar aquel camión de la muerte
La hija de Amadora tenía solo 13 años cuando vio por última vez a su madre. “Mi abuela María Dolores fue a llevarle un mantón la misma mañana que las montaron en el camión”. Su biznieta cuenta hoy a Público como Amadora lloraba al ver a su hija correr sin descanso porque no lograba alcanzar aquel camión de la muerte que nunca le devolvió con vida a su madre. “Se echó las rodillas abajo y no pudo llegar a tiempo. Cuando su padre fue encarcelado y su madre asesinada, mi abuela y mi tío abuelo tuvieron que ser criados entre vecinas que poco a poco fueron sacándolos adelante”. Amadora Domínguez Labrador era conocida con el apodo de “La Pasionaria”, y tenía 40 años de edad. En su declaración ante el juez de Aracena negó “haber pertenecido a ningún partido ni sindicato, así como haber ayudado a los huidos o tener algún familiar fugitivo”.
El rastro de sus vecinas, fusiladas entre las diez y las once de la mañana de aquel 4 de noviembre han quedado registradas en los anexos de los Consejos Sumarísimos de Urgencia. Y respondían a los nombres de Remedios Gil Cortés (56 años), Mariana Sánchez Vázquez (51 años), Amadora Sánchez González (52 años), Encarnación Méndez Díaz (56 años), Bernabela Rodríguez Ruiz (40 años), Dominica Rodríguez Ruiz (42 años), Elena Ramos Navarro (55 años), Alejandra Garzón Acemel (62 años), Teodora Garzón Núñez (45 años), Modesta Huerta Santos (29 años), Felipa Rufo Alcaide (39 años), Antonia Blanco Prieto (53 años), Josefa Labrador Arroyo (40 años), Faustina Ventura Sánchez (72 años), Carlota Garzón Núñez (47 años), José Mallofret Domínguez (38 años), Francisco Cerca Rodríguez (42 años), Manuel Suárez Durán (58 años), Marcelo Brito Cortés (55 años) y Manuel Muñoz Navarro (71 años).
Todas fueron víctimas de uno de los días más sangrientos de la represión fascista en Andalucía. De aquella jornada se conoce también que ocurrieron los fusilamientos de las conocidas 17 rosas de Guillena en la provincia de Sevilla. La declaración de bando de guerra dejó aquellos pueblos sembrados de terror. Hoy muchos vecinos aún recuerdan los hechos y vejaciones que sufrieron sus víctimas.
Pero ¿qué se conoce de aquellas mujeres de Zufre? Francisco Espinosa y José María Márquez relatan en su libro La desinfección del solar patrio, como una de las mujeres más jóvenes era Modesta Huerta Santos. “Con 29 años de edad, es ya viuda porque su marido, Calixto Garzón Movilla, que fue fusilado en los primeros meses de la ocupación de Zufre. El cuñado que tiene fugitivo es una de las “piezas” más codiciadas de los sublevados: Valerio Garzón Movilla, escondido en un majano los tres años de Guerra Civil”. Alejandra Garzón Acemel, de 62 años, de estado civil casada, “nunca había pertenecido a ninguna organización obrera, tenía dos hijos y un yerno fugitivos”. Era una de las más mayores”.
El alcalde Gregorio Garzón Labrador y el jefe local de Falange Víctor Macías Bejarano acusaron a cinco de aquellas mujeres de “marxistas, propagandistas y provocadoras”, considerándolas capaces de dar víveres a los fugitivos. A todas ellas las tildaron como “marxistas destacadas, propagandistas; añadiendo que según rumores en la casa de Remedios Gil Cortés ensayaban las coplas marxistas de las Juventudes Socialistas” a la que pertenecían la mayoría.
En Zufre solo se fusila a 21 personas y no a 68
Un libro inédito, sacado recientemente a la luz, 4 de noviembre: Una historia (des)narrada de la Guerra Civil en Zufre habla de aquella jornada sangrienta. Y narra el reflejo de las dos versiones, los días vividos en paralelo entre los dos pueblos vecinos de Higuera y Zufre. Raquel Almodóvar, doctoranda en Historia Contemporánea de la Universidad de Sevilla se ha adentrado, desde el punto de vista local, durante más de dos años de investigación, en un relato que no deja de despertar nuevas incógnitas. “Las historias que he podido rescatar son increíbles. Maridos que vieron fusilar a sus esposas, hermanos a sus propias familias”. La investigadora narra como “Luis Padilla Garzón vio como fusilaban a su esposa, Antonia Blanco Prieto o también se conoce el caso del fusilamiento de las hermanas Bernabela y Dominica Rodríguez Ruiz”.
Acusaron a cinco de aquellas mujeres de "marxistas, propagandistas y provocadoras"
Lo más impactante de la investigación de Almodóvar es que “más allá que se fusilarán a 16 vecinas y 5 vecinos, es que iban a ser fusiladas 68 personas, casi la totalidad de las personas que he demostrado se encontraban en la cárcel de Zufre aquel 4 de noviembre de 1937.” Estos datos se pueden conocer por el archivo carcelario de Aracena (el de Zufre se quemó en un incendio). “Con esta documentación he constatado que, como mínimo, había 70 personas aquel día. Veinticinco zufreñas y 43 zufreños (68 en total). Dos serían finalmente puestas en libertad por ser familias de derechas”.
Raquel también destaca la historia de uno de aquellos fusilados, Manuel Muñoz, del que apenas se conoce la historia. “Era calero y su trayectoria anticaciquil es la que le lleva a la fosa. Manuel era uno de los propietarios agrícolas progresistas del pueblo”. Su hermano, veinte años mayor que él, también va en uno de los camiones el día 4 aunque no es fusilado y sí testigo del fusilamiento de su hermano”.
¿Por qué paran los fusilamientos?
Raquel Almodóvar ha podido ir recopilando en su trabajo de campo la historia inédita de una “una zufreña, hermana de una de las 25 zufreñas que van en el camión que está sirviendo en la casa de un alto cargo de la nueva estructura de poder surgida tras la ocupación militar de Andalucía occidental en Santa Olalla del Cala” (pueblo muy cercano a Zufre). Almodóvar cuenta que “este caballero se encuentra reunido en el salón de su casa con otro caballero repasando la lista de los 68 que van a ser fusilados”. Mientras repasan la lista en voz alta, la sirvienta de Zufre escucha cómo su hermana forma parte del pelotón. Entra en pánico y ellos llaman a Higuera de la Sierra para parar los fusilamientos, pero ya han fusilado a 21 personas. Es una anécdota que marca la historia de este fusilamiento, aunque “ha sido un testimonio imprescindible para desenmarañar la complejidad que envuelve a los sucesos del 4 de noviembre en Zufre”.
Gracias al Juez que instruye las causas de los 68 zufreños conocemos las identidades de “las 21 personas fusiladas, pero también la fecha, hora y el lugar”. ´Éste solicitó a Novoa Viadero, Cabo Comandante de la Guardia Civil de Zufre, esta información mediante oficio. Por tanto, “el Cabo, no podía desatender el mandato del Juez. Esta información el propio Juez la incorpora al expediente de los Consejos de Guerra de los 21 fusilados”. Sin embargo, el Juzgado de Zufre inscribe solo parte de los asesinatos. “Se escribieron 6 durante la Guerra Civil y tres en los años 80”.
Una intervención aprobada desde 2018
La intervención arqueológica, coordinada por los arqueólogos Elena Vera y Jesús Román y el antropólogo Juan Manuel Guijo, señala que el informe de la Junta sitúa el enterramiento "dentro del antiguo cementerio de Higuera de la Sierra. La fosa se encuentra entrando por la puerta principal, enfrente y hacia la izquierda hay una zona rectangular de setos muy altos".
Guijo ha destacado a Público que la morfología del esqueleto podrá determinar en poco tiempo y al, inicio de los trabajos, la naturaleza de los restos, así como al tratarse de un contexto cerrado, una aproximación de la edad en la que fueron asesinadas para poder identificar a las víctimas. “Solo esperemos que la tierra ácida donde están enterradas y las raíces de los setos que están sembrados encima de la fosa no hayan deteriorado mucho los restos”.
El Grupo de Trabajo Recuperando la Memoria de la Historia Social de Andalucía de CGT-A (RMHSA) fue quien solicitó la exhumación en febrero de 2018 a la Dirección General de Memoria Democrática, para la actuación en la fosa. La solicitud fue registrada para que se llevara a cabo un “proceso de intervención que debería pasar por la investigación, localización, exhumación e identificación de los restos de las mujeres y hombres fusilados, ante el muro del viejo cementerio, donde aún se pueden ver los impactos de bala en la reja”, apunta el coordinador Cecilio Gordillo.
La Consejería de Cultura ha inicio de los trabajos que había pendientes desde la anterior Dirección General de Memoria Democrática El Gobierno andaluz del PP y Ciudadanos no ha dejado de incluir las partidas destinadas a exhumaciones que la citada Dirección dejó asignadas en el anterior gobierno socialista.
En el libro de Espinosa Maestre y García Márquez La desinfección del solar patrio, se muestra el Consejo y parte de sentencia. En ella se destacan, las peores calificaciones hacia estas mujeres, describiéndolas de “fieras humanas sin Dios, sin Patria, sin Ley, sin familia, porque ni a ella la quieren, el que suscribe, considerándolas autoras de delito tan gravísimo, procedió a su detención para ser puesta a disposición del Señor Teniente Coronel Don Fermín Hidalgo”.
Nadie puede conocer con certeza como se desarrollaron aquellos últimos momentos
Según destacan ambos historiadores “el juez militar, al finalizar los 21 fusilamientos, se limitó a dar por cerrado el caso y remitió los dos sumarios al presidente del Consejo de Guerra Permanente, el teniente coronel José Gómez Sánchez”. Casi un año y medio después seguía abierto el segundo procedimiento, con las diez procesadas ya asesinadas. El 10 de marzo de 1938 se las señalaba como “enlaces que también facilitaron noticias sobre la situación y movimientos de las fuerzas”. El procedimiento fue sobreseído de forma definitiva tras confirmar su muerte.
Sin embargo, nadie puede conocer con certeza como se desarrollaron aquellos últimos momentos, aunque entre los testimonios orales recuerdan las horas más amargas de aquellas 16 mujeres y 5 hombres. “Nadie se creyó que iban a declarar porque el Juez les había visitado y casi la mitad de ellos ya tienen sentencia del Consejo de Guerra. Saben perfectamente a dónde van, se despiden de sus familiares igual que vivieron sus vidas, desde la absoluta dignidad.
Antes de salir de la cárcel de Zufre, “el barbero las raparía para dejarle un pequeño moño y colgar de los pocos mechones que tenía la bandera de España. Lloraba pidiendo perdón delante de cada una de ellas” por lo que estaba haciendo.
La humillación fue latente para crear el pánico entre los que quedaron con vida. “En sus últimos momentos las obligaron a coser en sus ropas el sagrado corazón de Jesús y las castigaron ejemplarmente”. No se supo nada más. Solo los más niños y jóvenes de Higuera de la Sierra sabían dónde estaba la fosa y pudieron en aquellos años de miedo ponerse muy de cerca de aquellos ejecutores.
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