La periodista Nieves Herrero desvela el abuso que sufrió: "No hay derecho a que te roben la infancia de esa manera"
"Dicen que no se tiene memoria y conciencia de las cosas hasta los cinco años, pero yo recuerdo todo aquello perfectamente. El cerebro no te engaña y te lo recuerda. Hasta que prefieres olvidarlo para evitar el daño", expresa la presentadora de Madrid Directo.
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madrid, Actualizado:
Nieves Herrero lleva toda una vida entregada a su vocación: el periodismo. Un trabajo que vive cada día como la profesión más bonita del mundo y de la que sigue prendada como el primer día que se plantó a hacer sus prácticas. A pesar de que en su casa “esperaban de mí que me dedicase a la biología o la medicina”, explica a Público, el don que llevaba dentro, el de la escritura, le sirvió como brújula para surcar el mapa que el destino le tenía preparado. “Esto es más que una profesión. Es un modo de vida con el que se ha de ser consciente que se tiene que cambiar el mundo. El periodismo permite visibilizar y contar historias a la sociedad que tenemos que conocer para mejorar y no repetir”, añade.
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Ella, que con su cercanía siempre ha salido en busca de miles historias tanto en la radio, como en la prensa, la televisión o en sus propios libros, sin embargo ha callado un episodio que la marcó. “Hay partes oscuras de la infancia que una guarda en un cajón porque hacen daño. Demasiado daño”, reconoce. Ahora, ha decidido abrir ese compartimento, y lo hace en exclusiva para Público.
¿Qué te sucedió entonces?
No recuerdo la edad que tenía exactamente. Debía tener tres o cinco años cuando tuve una experiencia dolorosísima por parte de un amigo de mis padres. Dicen que no se tiene memoria y conciencia de las cosas hasta los cinco años, pero yo recuerdo todo aquello perfectamente. El cerebro no te engaña y te lo recuerda. Hasta que prefieres olvidarlo para evitar el daño.
¿Y de aquello recuerdas sobre todo sus manos?
De ese amigo, que por supuesto dejó de serlo en cuanto mis padres se enteraron, recuerdo sus manos y sus cosquillas. Sus cosquillas que no tenían que existir porque llegaban donde no tenían que llegar. Eran manos de plomo, manos que pesan. Desde entonces siento que hay manos de plomo que pesan en el alma.
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Secretos rotos
Y mientras relata su historia, tiembla. “Fíjate que estoy temblando al contártelo. No hay derecho a que te roben la infancia de esa manera. No hay derecho a que lo más bello del mundo que es ser niña te lo estropeen de esa forma. Yo no comprendía nada. No comprendía lo que pasaba. Por eso me escondía cada vez que venía a casa. No quería estar con él. Él me decía que no lo contara a nadie. Que era nuestro secreto”, remarca.
Afortunadamente la presentadora de Madrid Directo en Onda Madrid, tras superar el miedo, decidió romper el silencio con su familia. “Yo no quería contárselo por si les hacía daño. Cuando lo hice mis padres no podían creerse lo que les contaba y por supuesto sacaron a ese hombre de mi vida, de nuestras vidas de inmediato. Aun así me decían que cómo me acordaba con lo pequeñita que era”, recuerda.
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Aquella experiencia hizo que esta también abogada y máster en Criminología desconfiase de los hombres para siempre. “Cada vez que se me acercaba uno me ponía una coraza. Me acordaba de él y reaccionaba así. Me convertí en una desconfiada. No soporto cuando me cogen y noto ciertas intenciones. Me pongo a la defensiva”.
Una desconfianza que le ha servido para educar y estar alerta con sus propias hijas. “Yo siempre les decía a ellas cuando eran pequeñitas que tuvieran cuidado con esas manos de plomo que molestan y que te hacen sentir miedo”, dice. “Con los niños siempre estoy alerta. Los veo muy vulnerables. Desde mi infancia me hice detectora de estos hombres de intenciones oscuras. Los niños son un tesoro que no se debe romper ni quebrar. Todo esto lo tenía muy bien guardado en mi cerebro. Por eso siento que hay que educar a la fragilidad de la infancia y proteger a los menores de tanto depravado”, añade quien empezó a triunfar en la televisión junto al periodista Jesús Hermida.
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¿Por qué das ahora el paso de contarlo?
Quiero sacarlo fuera porque además ya no hago daño a mis padres. Compartir es quitar peso a la conciencia, es denunciar y visibilizar un enorme problema de nuestra sociedad que tenemos que cortar de lleno. Cuando el horror te llega a casa y te hacen mayor de repente te lo quitan todo. Yo tuve suerte pero hay casos horribles. Yo tuve a mis padres y a mis tres hermanos que me protegieron como la hermana pequeña que era pero hay otras historias que me revuelven y donde los niños no tienen a una familia que les ayude y les cuide y puedan seguir viviendo sin quedarse rotos para siempre.
¿También quieres decir que todo se supera?
Así es. Por muy duro que sea lo que nos pase creo que el ser humano tiene la capacidad de seguir adelante, de no sentirnos culpables. Siento que la valentía nos hace valientes. Siento que todo sirve para aprender alguna lección y que todo se puede superar. Siento que siempre hay motivos para volver a empezar.
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¿El feminismo te ha ayudado a curar esta herida?
Al feminismo se llega siempre herida y a través del feminismo te salvas de ti misma, te curas. Yo llegué a esta lucha por convencimiento. En mi casa siempre vi a mujeres sabias que querían forjar su futuro. Lo vi y lo continué. Me inspiré también en periodistas como Carmen Sarmiento que siempre viajaba y con el periodismo apoyaba a todas las personas a las que visibilizaba, mujeres en la mayoría de los casos. También recuerdo una entrevista para un trabajo en la que me preguntaron que si tenía novio y que cuando salí le pregunté a un compañero que si a él le habían preguntado igual y me dijo que no, que a él le habían preguntado si tenía carné de conducir. Aquello me pareció inaudito.
En ese cuarto de la infancia, a pesar del dolor por el que pasaste ¿había también luz? ¿Cómo te ves ahora que miras atrás?
En ese cuarto de la infancia veo unos padres maravillosos. Veo a mi madre maestra, que como no pudo trabajar como tal, ejerció su vocación con mis tres hermanos y conmigo. Veo la suerte de estar en un sitio donde mi padre me leía cuentos, me cuidaba, le recuerdo jugando. A mi madre la he valorado cuando falleció. Descubrí entonces que era la gran tapada, la que trabajaba siempre. Con cuatro hijos, uno de ellos con la pierna enferma, no podía dividirse más. Ella nos dijo siempre que las chicas teníamos que estudiar nuestra carrera y ser independientes.
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¿Y todo eso te sirvió para valorarte?
Así es. Los principios fueron difíciles porque yo no conocía a nadie y tuve que abrirme camino. Recuerdo el primer trabajo que no cobré porque eran prácticas, que me dijeron que volviese con un tema y regresé con cien. Yo pedía por mi valía. Siempre me he valorado. Si me voy a entregar por completo quería cobrar lo que me parecía justo.
Y es que a Nieves Herrero nadie le ha regalado nunca nada. Cuando empezaba a despuntar se quedó embarazada y tuvo que escuchar en la redacción que era "la excusa para no ir a trabajar". Así que optó por responder con una huelga a la japonesa. "Me quedaba hasta las doce de la noche trabajando. Me sentía con la obligación de demostrar que las mujeres no apelábamos al embarazo para trabajar menos. Recuerdo las piernas muy hinchadas de tantas horas que me quedaba sentada y hasta tan tarde.
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¿Ahora lo volverías a hacer?
Ahora reivindicaría mi tiempo para cuidarme más. Traer un niño al mundo es algo extraordinario. Esa ventaja que tenemos las mujeres yo la viví intensamente pero trabajando muchísimo. Justo al mes de nacer mi hija mayor me ofrecieron la oportunidad de dirigir y presentar por primera vez un programa y me puse entonces a trabajar. Aún recuerdo el dolor de pecho que tenía por la subida de la leche. Cuando nació mi segunda hija pedí seis meses de suspensión de empleo y sueldo. Ordené mi vida, me encontré con mi cuerpo. Aprendí a apreciar lo que no supe valorar la primera vez.
¿Cuál es el mayor precio que pagamos las mujeres?
Creo que es olvidarnos de nosotras mismas. Yo ahora que vuelvo la vista atrás sin echarme las culpas, veo en la distancia que me separé de mi primer marido, en otras cosas por eso, por la falta de tiempo. Yo tenía tanto trabajo y dos niñas que solo me dedicaba a trabajar y a ellas. Seguramente me olvide de él.
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Además siempre me he puesto en el último lugar. He repetido el error de mi madre. No tener espacio hasta para ir a un médico. He estado siempre en todas las presentaciones, en la guardería, en el colegio. Me esperaban para hacer sus deberes y los repasaba con ellas. Creo que hay que reivindicarse como mujer. Trabajar está bien pero también hay que reivindicar el horario, el tiempo para una misma.