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El estilo de vida a fuerte velocidad unido a la crisis ha provocado un aumento del número de suicidios en España, alcanzando en el año 2014 su máximo histórico con 3.900 casos registrados, según datos del INE. El psicólogo Antoni Anseán preside la Sociedad Española de Suicidología, institución que dedicada al estudio y prevención de esta problemática que, para el psicólogo, no recibe la visibilidad que debería.
Anseán ha centrado su estudio en el análisis de las 'dolencias del siglo XXI', depresión, ansiedad e insomnio, achacando estas enfermedades mentales a la fuerte exigencia individual a la que nos encontramos sometidos dentro de las sociedades modernas.
El psicólogo explica a Público el fenómeno que denomina “psiquiatrización de la vida cotidiana”, cuyos efectos obligan a la población a medicarse a causa de todos los problemas del devenir de la vida, desde la pérdida de un trabajo a la ruptura con una pareja, sin dejar pasar el duelo natural.
La depresión, la ansiedad y el insomnio son los tres problemas de salud mental con mayor incidencia y prevalencia entre la población ¿qué factores se reúne en la sociedad occidental para que de lugar a este tipo de dolencias de forma tan habitual?
Efectivamente, las tres son trastornos mentales resultados de un particular modo de vida. A diferencia de otros trastornos como la esquizofrenia o el trastorno bipolar, que no se diferencian entre culturas y lugares geográficos, muchos de los trastornos depresivos, de ansiedad y del sueño son propios (o, al menos aumenta su incidencia y prevalencia) en sociedades desarrolladas, donde la exigencia social sobre la individual y la presión del sistema sobre el individuo pueden generar soluciones no adaptativas, patológicas, como son estos trastornos.
Habla usted de que estamos inmersos en “el fenómeno de psiquiatrización de la vida cotidiana” ¿Podría explicarnos este concepto?
La psiquiatrización de la vida cotidiana significa que se patologizan procesos normales, como el duelo, las separaciones afectivas, las pérdidas de trabajo o las crisis económicas y, por tanto, puede medicalizarse a personas sanas, que están respondiendo de una manera natural a situaciones conflictivas propias del devenir de la vida. En otras palabras, es un proceso de medicalización de la vida en el que se corre el riesgo de psiquiatrizar la infelicidad.
¿Hay situaciones estresantes de la vida diaria tanto laboral como personal que llegado a acostumbrados a un nivel tan insano de prisas y estrés?
Salvo excepciones, los ritmos y estilos de vida no nos los imponemos nosotros sino que nos vienen impuestos por nuestro sistema económico y social, y es muy difícil escapar de él. Por eso, cuando vemos que tenemos problemas de salud mental, acudimos al médico, cuando lo que realmente necesitamos es un trabajo, una pareja o superar nuestros problemas laborales o familiares, por ejemplo.
¿Qué consecuencias puede tener los pronósticos de la OMS que calcula que en 2020 será este tipo de enfermedades mentales serán una de los principales focos de discapacidad?
Según la OMS, la depresión será la primera causa de años vividos con discapacidad, lo que afectará a la capacidad de producción de las economías desarrolladas y, sobre todo, en el sufrimiento de las personas.
También hay otra cifra que alerta en sus investigaciones y es que el 25 por ciento de las demandas en Salud Mental no poseen trastorno mental diagnosticable. ¿qué consecuencias podría tener para la sociedad occidental como la española?
El Sistema Nacional de Salud tiene el reto de abordar los problemas de salud mental en general y especialmente aquellos que realmente no son patológicos. La incorporación de psicólogos en Atención Primaria que hagan una labor de cribado en la derivación a la Atención Especializada (Salud Mental) puede ser una vía de solución, pero puede haber otras como el aprendizaje de la gestión emocional desde la infancia o la normalización de procesos vitales estresantes.
¿Hay un sector más vulnerable? Podría describirnos un perfil común
La infancia y la adolescencia son siempre poblaciones particularmente sensibles a los cambios internos y a la influencia del entorno. Es por ello por lo que hay que estar especialmente alerta y establecer una vigilancia de la salud mental que permita detectar precozmente posibles trastornos para que puedan abordarse también de forma temprana.
Como presidente de la Sociedad Española de Suicidología ¿por qué cuesta tanto hablar sobre el conocimiento de las cifras anuales de suicidio?
El suicidio siempre ha sido un tabú social sobre el que pesa un oscurantismo mediático, social y político que impide, no ya su adecuado abordaje, sino el mero conocimiento de su impacto y magnitud epidemiológica. El suicidio probablemente sea el mayor problema de salud pública que posea actualmente el Sistema Nacional de Salud en España
¿Le costó montar esta sociedad? ¿Recibió el apoyo esperado de las administraciones?
No tuvimos problemas para crear la Sociedad ni tampoco su creación dependió de la existencia o no de apoyo de las instituciones, sólo de la voluntad de un equipo de profesionales por crear una organización que aunase a personas interesadas por la conducta suicida y su prevención.
¿A qué se debe el estigma que tiene los medios de comunicación a tratar este tipo de historias?
Esa es una pregunta que nos gustaría hacer a los propios profesionales de los medios. Creemos que es por miedo al contagio de la conducta suicida al informar de ella, pero, por otro lado, vemos cómo se divulgan noticias bastante alarmistas sobre fenómenos como La ballena azul o la serie 13 razones, que parecen anunciar pandemias de suicidio que, afortunadamente, no se van a producir. En este sentido, es importante hacer un llamamiento a la tranquilidad y decir a los padres que, aunque siempre hay que estar alerta a posibles ideas y conductas autolíticas, tampoco hay que alarmarse por sensacionalismos mediáticos.
Ya en 2013 la cifra de suicidios alcanzó en nuestro país con 3.870 fallecidos, en su mayoría hombres ¿Cuál es el perfil actual? ¿Cuáles son las últimas cifras anuales que se manejan?
La cifra histórica se alcanzó también en 2014, con 3.902 suicidios. El perfil siempre es de un varón de edad adulta con algún trastorno mental, probablemente depresión y con presencia de algún factor precipitante como crisis conyugales, económicas o laborales. Y el problema es que se ha convertido cada vez más en un problema a resolver entre este sector.
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