Es en los momentos de crisis cuando se puede crecer, navegar cuando el momento es bueno resulta fácil'. Lo dijo Jesús Salazar, aún hoy primer accionista de SOS, en Las lecciones de los líderes (Planeta), compendio de semblanzas de empresarios publicado en octubre pasado. Salazar era entonces la cara del éxito: conectado con el poder, como muestra el peso de las cajas de ahorros en SOS, fue uno de los 50 elegidos que hace un año cenó en Madrid con el magnate Warren Buffett; y es amigo del presidente de la CEOE, Gerardo Díaz Ferrán, socio de SOS desde 2007 y que, en febrero, apadrinó la exaltación de la joven esposa de Salazar, Patricia Esteban, como fallera mayor en Valencia.
Ahora, ni Jesús Salazar ni su hermano Jaime están para fiestas ni lecciones. Cesados a finales de abril como presidente y vicepresidente y consejero delegado de SOS, respectivamente, su empresa (que está buscando nuevos socios para reducir su elevada deuda, de 1.400 millones de euros), les acusa de actuaciones 'ilegales e impropias' y se ha querellado por presunta apropiación indebida y fraude. El promotor de la demanda ha sido el suizo Daniel Klein, accionista de SOS y aliado histórico de los Salazar.
El caso está relacionado con el posible desvío de 230 millones procedentes de SOS a sociedades de los Salazar, a los que la empresa acusa de 'imponer fraudulentamente un acuerdo en perjuicio de SOS', según el auto de la Audiencia Nacional que admitió la querella a trámite el viernes pasado.
Buena parte de ese dinero, 212 millones, corresponde a un crédito concedido en 2008 por SOS a una sociedad de los Salazar. El objetivo, según ellos, era allanar la entrada de un fondo libio en SOS para permitir al grupo afrontar con holgura la costosa compra de la aceitera Bertolli. Esa sociedad, Cóndor Plus, se dedicaría a comprar títulos de SOS para revendérselos luego al fondo a un precio pactado. Pero los libios no aparecieron. Y no está claro si el dinero se empleó en comprar títulos de SOS (lo que pudo evitar un desplome de la acción y, con ello, librar a los Salazar de poner más garantías por sus créditos) o a otros fines. El juez ha destacado la 'complejidad de la trama empresarial' ideada para ocultar los pagos a Cóndor Plus, que incluía, presuntamente, el traspaso de fondos a sociedades en Luxemburgo y el uso de avales falsos en Suiza.
Los Salazar, que han contratado al abogado Miguel Bajo, que defendió a Antonio Camacho en el caso Gescartera, viven su peor momento tras dos décadas en las que, a golpe de compras, convirtieron a una pyme en el segundo grupo alimentario español, y en líder mundial del aceite de oliva. Con ellos, SOS dobló su tamaño cada tres o cuatro años, siempre a costa de una fuerte deuda, con las propias acciones como garantía. Una práctica, la pignoración, que con la crisis financiera y el desplome bursátil se ha revelado letal.
De ellos se ha destacado su visión al apostar por primeras marcas en sus respectivos mercados, con la dieta mediterránea como emblema, en un negocio en el que el tamaño es clave. También han tenido pifias: están pillados en Martinsa, donde tienen un 3,9% que les costó 180 millones y cuya recuperación es dudosa, tras el colapso de la inmobiliaria.
Quienes conocen a Jesús Salazar le definen como un amante del riesgo y gran relaciones públicas. Con 58 años recién cumplidos, está casado en segundas nupcias. Economista y diplomado en Turismo, en 1998 creó una fundación tras la muerte de una de sus dos hijas, Elena. La ONG, Fesmai, se dedica a ayudar a la infancia y opera 'con normalidad', según un portavoz, pese a que su principal sustento son las aportaciones de SOS. Jaime, cuatro años menor, es mucho más discreto, pero ha sido tan activo como Jesús en la expansión del grupo que fundó el padre de ambos, un vizcaíno que emigró a México con la República e hizo fortuna en el sector alimentario.
La de los Salazar es una amplia saga de 14 hermanos en la que hay desde una psicóloga (Mari Cruz) hasta una ex política (Isabel, médico, que fue diputada del PSOE). Entre los que se dedican a los negocios está Carmen, que dirige el negocio hotelero del clan. Su principal activo es el hotel Velázquez, en Madrid.
Otros cuatro hermanos también han sido demandados por SOS: Luis y María Pilar (vinculados a la red societaria de la familia), Encarnación, ex consejera, y Roberto, director financiero hasta mayo de 2008, cuando dimitió tras su polémica operativa bursátil en la constructora Cleop, de la que era segundo accionista y vocal. Para que la banca no le embargase sus acciones (que estaban pignoradas), declaró en quiebra a sus empresas.
Una estrategia que han imitado Jesús y Jaime con el entramado de empresas a través del cual participan en SOS. 'Mi jefe es el accionista, lo tengo clarísimo; a largo plazo, el cliente es la referencia, pero no tomo ninguna decisión que perjudique al accionista', decía Jesús, en el citado libro de testimonios. La promesa parece haber caído en saco roto.
1990-1999. Los inicios
Los Salazar irrumpieron en 1990 en la bolsa con la compra de Arana, una pequeña maderera cotizada. En 1992, adquieren la arrocera valenciana SOS y a lo largo de la década empiezan a ganar tamaño con la adquisición de pequeñas empresas del sector del arroz.
2000-2003. Expansión
En 2000, SOS compra Cuétara y en 2001, Koipe, líder español del aceite y propietario de las marcas Koipe y Carbonell. “Cuando hacemos una opa es para ganarla, no para hacer el ridículo”, dirá Jesús Salazar, que recibirá el premio al Emprendedor del año.
2004-2008. Salida al exterior
Se suceden compras de empresas foráneas: American Rice (2004), Minerva Oil (2005), Lassie (2006) y la italiana Carapelli, lo que permite al grupo colocarse como líder mundial del aceite de oliva. En 2007, Jesús Salazar recibe el premio Tiépolo, que reconoce el desempeño empresarial de entidades con una especial vinculación con Italia. En diciembre pasado, el grupo cierra la compra de Bertolli, líder en EEUU y su mayor adquisición hasta hoy (630 millones), al tiempo que vende Cuétara a Nutrexpa. En total, el grupo ha comprado empresas por importe de 1.600 millones en los últimos 20 años.
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